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Un sorprendente descubrimiento ha llenado un vacío en el mapa mundial de hallazgos de ámbar, revelando aspectos cruciales del pasado climático y ecológico de la región más remota del planeta.
Este hallazgo, liderado por el Dr. Johann P. Klages y el Dr. Henny Gerschel, marca un hito científico, ya que nunca antes se había descubierto ámbar en estas latitudes extremas.
Durante una expedición en 2017 a bordo del rompehielos Polarstern, los científicos utilizaron la plataforma de perforación MARUM-MeBo70 para extraer un núcleo de sedimentos a 946 metros de profundidad en la bahía de Pine Island, en la cuenca del mar de Amundsen. Allí, en esa extracción, encontraron el ámbar más austral del mundo (ubicado a 73.57° de latitud sur y 107.09° de longitud oeste), al cual bautizaron como «ámbar de Pine Island».
«Este descubrimiento nos ofrece una ventana directa al entorno de la Antártida Occidental hace 90 millones de años», explicó Klages, geólogo marino del Instituto Alfred Wegener. «Es fascinante pensar que en algún momento todos los continentes tuvieron condiciones que permitieron la existencia de árboles productores de resina».
El equipo no encontró grandes bloques de ámbar, sino pequeños fragmentos de apenas un milímetro de diámetro, que fueron analizados bajo microscopios de luz reflejada y fluorescencia. A pesar de su tamaño, las piezas cuentan historias importantes.
«El ámbar antártico contiene microinclusiones que probablemente sean restos de la corteza original. Su alta calidad sugiere que fue enterrado cerca de la superficie, ya que de lo contrario se habría descompuesto por el calor y la presión», detalló Gerschel, consultor en la Oficina Estatal de Medio Ambiente, Agricultura y Geología de Sajonia.
El análisis reveló incluso flujo de resina patológico, una respuesta natural de los árboles a daños causados por parásitos o incendios, creando una barrera protectora contra insectos e infecciones. Este detalle es clave para entender el ecosistema antártico del Cretácico medio, descrito como un bosque pantanoso, templado y rico en coníferas.
«Cada fragmento de ámbar es una pieza del pasado que nos ayuda a reconstruir un paisaje único y lleno de vida. Ahora, nuestro objetivo es desentrañar más secretos de este antiguo bosque: si fue consumido por el fuego o si podremos encontrar vestigios de vida atrapados en la resina», concluyó Klages.
Este hallazgo no solo enriquece el conocimiento científico, sino que también permite un viaje en el tiempo, revelando cómo un continente hoy congelado pudo ser, en un pasado lejano, un paraíso verde.
La investigación ha sido publicada en la revista Antarctic Science.
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