Dos nuevos estudios sugieren que nuestro planeta pudo haber sido un mundo estéril e incapaz de albergar vida hasta que una colisión cataclísmica con un planeta vecino del tamaño de Marte le proporcionó los ingredientes esenciales.

Colisión catastrófica con un planeta vecino pudo haber traído la vida a la Tierra, sugieren dos estudios

Las simulaciones por computadora sugieren que Theia viajaba a no más de 4 km/s (14.000 km/h) cuando golpeó la Tierra en un ángulo estimado de 45 grados. Crédito: MysteryPlanet.com.ar.

Durante décadas, la comunidad científica ha teorizado sobre el impacto entre la Tierra primitiva y un protoplaneta del tamaño de Marte, apodado Theia (o Tea). Esta colisión, ocurrida hace más de 4.000 millones de años, es la explicación más aceptada para la formación de nuestra Luna, que habría surgido de los escombros resultantes.

Sin embargo, nuevas investigaciones publicadas en las revistas científicas Science Advances e Icarus van un paso más allá, sugiriendo que Theia no solo creó nuestro satélite, sino que también fue el vehículo que transportó los componentes básicos para la vida a nuestro mundo.

Un mensajero del sistema solar exterior

«Concluimos que el impactador que formó la Luna, Theia, se originó más lejos en el sistema solar que la Tierra y era rico en volátiles», explica Pascal Kruttasch, autor principal de uno de los estudios.

Los volátiles son compuestos químicos que se vaporizan con facilidad, como el hidrógeno y el carbono, considerados los ladrillos fundamentales de la vida. En las cercanías del Sol, donde se formó la Tierra, las altas temperaturas impedían que estos materiales se condensaran. En cambio, en las regiones más frías y lejanas del sistema solar, los volátiles eran abundantes.

Ilustración que explica la formación de la Luna debido al impacto de Theia con la Tierra. Crédito: IAstro.

El equipo de Kruttasch utilizó modelos químicos para examinar isótopos en meteoritos y rocas terrestres, centrándose en la desintegración radiactiva del manganeso en cromo. Este método les permitió rastrear con precisión los primeros 15 millones de años de la formación del sistema solar y concluir que los volátiles de la Tierra debieron llegar desde una fuente externa masiva como Theia.

Esta idea tiene profundas implicaciones para la búsqueda de vida extraterrestre. «Esto deja claro que la habitabilidad en el universo no es, ni mucho menos, algo habitual», comentó el coautor Klaus Mezger. La vida en exoplanetas similares a la Tierra podría ser extremadamente rara si no experimentaron un evento de impacto similar.

El misterio del agua en el manto terrestre

De forma independiente, otra investigación basada en simulaciones sugiere que Theia también fue responsable de traer una gran cantidad de agua a nuestro planeta. Lo más sorprendente es que parte de esa agua todavía podría encontrarse en el manto terrestre.

Ilustración artística de la fase inicial de la formación del sistema solar. En aquel entonces, el joven Sol (en el centro) estaba rodeado por un disco protoplanetario: una acumulación de gas y polvo en rotación. Crédito: ESO/L. Calçada.

«El agua es menos densa que los materiales que se encuentran típicamente en el manto de la Tierra, y se suponía que debía haber llegado a la corteza o a los océanos», señala Pedro Machado, coautor de este segundo estudio. La simulación propone que Theia entregó gran parte de esa agua al manto de la Tierra primitiva, «y no ha habido tiempo para que esta agua llegue a la superficie».

Ambos estudios, aunque realizados por separado, refuerzan la misma idea: el violento choque que pudo haber aniquilado nuestro joven planeta fue, paradójicamente, el evento que sembró las semillas de todo lo que vive hoy.

Fuente: UNIBE/U. Lisboa/LS. Edición: MP.

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