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El planeta, denominado KMT-2020-BLG-0414 y ubicado a 4.000 años luz de la Tierra, es un mundo rocoso que orbita en torno a una enana blanca, el núcleo ardiente remanente de una estrella. Se espera que nuestro Sol se convierta en una enana blanca dentro de 5 mil millones de años.
Antes de llegar a esa etapa, el Sol se expandirá hacia afuera, convirtiéndose en una gigante roja que engullirá a Mercurio, Venus y posiblemente también a la Tierra y Marte. Si nuestro planeta logra sobrevivir, podría transformarse en un cuerpo similar a este mundo distante, alejándose poco a poco de los restos enfriados de lo que una vez fue un horno estelar.
«No tenemos un consenso sobre si la Tierra podrá evitar ser engullida por el Sol cuando se convierta en gigante roja en unos 6 mil millones de años», explicó Keming Zhang, astrónomo de la Universidad de California en San Diego y autor principal del estudio publicado en Nature Astronomy. «De cualquier manera, la Tierra solo será habitable durante otros mil millones de años, antes de que los océanos se evaporen por un efecto invernadero desbocado, mucho antes de enfrentar el riesgo de ser absorbida por la gigante roja».
Durante la mayor parte de sus vidas, las estrellas producen energía al fusionar hidrógeno en helio. Sin embargo, cuando agotan su combustible de hidrógeno, comienzan a fusionar helio, lo que provoca un enorme aumento de energía que las hace expandirse a cientos o incluso miles de veces su tamaño original, devorando cualquier planeta cercano a medida que se transforman en gigantes rojas.
El sistema planetario remoto estudiado se encuentra cerca del abultamiento central de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y fue detectado por primera vez en 2020 cuando se desplazó frente a la luz de una estrella aún más distante, ubicada a 25.000 años luz. La gravedad del sistema distorsionó la luz de la estrella lejana, actuando como una «lente gravitacional» que permitió a los astrónomos detectar su presencia.
Al observar la estrella, los astrónomos identificaron el planeta, que tiene el doble del tamaño de la Tierra y orbita su enana blanca a una distancia de una a dos veces la que separa a la Tierra del Sol. El sistema también contiene una enana marrón —una estrella que no alcanzó a encenderse— con una masa aproximadamente 17 veces mayor que la de Júpiter.
El destino de la humanidad en un futuro tan distante es una cuestión de especulación. Los científicos aún no saben si la vida podrá sobrevivir a la fase de gigante roja o si la humanidad podría evitar el calentamiento extremo que hervirá los océanos en mil millones de años. En este contexto, Zhang planteó la posibilidad de que algún día la humanidad se traslade a las lunas heladas de Europa y Encélado, que orbitan alrededor de Júpiter y Saturno, respectivamente. Estos mundos helados se convertirían en planetas oceánicos durante la fase final del Sol.
«A medida que el Sol se convierta en una gigante roja, la zona habitable se trasladará hacia la órbita de Júpiter y Saturno, y muchas de esas lunas se convertirán en planetas acuáticos. Creo que, en ese caso, la humanidad podría migrar hacia esos lugares», concluyó Zhang.
Fuente: EurekAlert. Edición: MP.
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