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El reciente análisis de un fósil de buitre encontrado en Italia ha revelado detalles asombrosos sobre cómo los depósitos volcánicos pueden preservar estructuras de tejidos con una precisión sin precedentes. Este hallazgo no solo aporta nuevos conocimientos sobre el proceso de fosilización, sino que también abre la posibilidad de descubrir fósiles igualmente bien conservados en otras rocas volcánicas.
En 1889, en las laderas del monte Tuscolo, a unos 25 km al sureste de Roma, unos trabajadores agrícolas hicieron un descubrimiento inesperado mientras cavaban para un nuevo viñedo. Entre las rocas, encontraron el esqueleto de un gran pájaro, con impresiones visibles de su plumaje en la piedra circundante.
El geólogo italiano Romolo Meli fue llamado al lugar para investigar. Sin embargo, muchos de los fragmentos fósiles ya habían sido desechados o rotos antes de su llegada. Aun así, Meli logró recuperar parte del fósil y lo identificó como un buitre leonado (Gyps fulvus). Lo que más le sorprendió fue la conservación inusual de las plumas en un entorno de roca volcánica, algo extremadamente raro.
Pese a la importancia del hallazgo, el fósil cayó en el olvido y la mayoría de los fragmentos se perdieron con el tiempo. Solo se conservaron bloques con la impresión del plumaje de un ala y la silueta de la cabeza y el cuello del ave.
Un siglo y unas décadas más tarde, el interés por este fósil resurgió con los avances en técnicas de análisis. En 2014, un equipo de investigadores liderado por Dawid Iurino utilizó tomografía computarizada (CT scan) para analizar la impresión de la cabeza y el cuello del buitre.
Los resultados fueron sorprendentes: se identificaron detalles tridimensionales de los párpados, la lengua y la textura de la piel del ave, con un nivel de conservación superior incluso al de las víctimas de Pompeya.
Más recientemente, un nuevo análisis microscópico reveló que las plumas del fósil estaban conservadas en tres dimensiones, algo extremadamente raro fuera del ámbar. En la mayoría de los casos, las plumas fosilizadas aparecen como delgadas capas bidimensionales de materia orgánica oscura. Sin embargo, estas plumas tenían un color anaranjado que contrastaba con la roca circundante, lo que indicaba un proceso de preservación inusual.
Ahora, un análisis detallado de las plumas realizado por un grupo internacional de paleontólogos y paleobiólogos mostró que sus finas estructuras, incluidas las diminutas ramas y los melanosomas (orgánulos celulares responsables de la pigmentación), se habían conservado con una precisión increíble.
Plumas fosilizadas del ala de un buitre del Pleistoceno en el centro de Italia. Crédito: Edoardo Terranova, CC BY-SA.
«Lo más sorprendente fue descubrir que las plumas estaban compuestas de zeolita, un mineral que no se asocia con la preservación de tejidos fósiles», detalló Valentina Rossi, investigadora postdoctoral en paleontología de la Universidad de Cork y coautora del estudio publicado en Quaternary Science Reviews.
Rossi y sus colegas concluyeron que la fosilización ocurrió debido a la interacción entre la ceniza volcánica y el agua, lo que permitió la formación rápida de zeolita en cuestión de días. Este proceso habría protegido las estructuras delicadas del buitre antes de que se descompusieran.
No se sabe con certeza cómo murió el buitre. Podría haber sido asfixiado por nubes tóxicas de gas volcánico o haber sido alcanzado directamente por el flujo piroclástico. Arte: Dawid A. Iurino.
Además, la temperatura del flujo piroclástico que enterró al buitre era relativamente baja en comparación con la de Pompeya, donde las altas temperaturas de más de 500 °C vaporizaron los tejidos blandos de las víctimas.
«En cambio, el flujo que atrapó al buitre pudo haber estado más diluido con agua o haber ocurrido a mayor distancia del volcán, lo que permitió la preservación excepcional de sus tejidos», añadió Dawid Iurino, profesor de paleontología de vertebrados en la Universidad de Milán.
Este hallazgo sugiere que los depósitos volcánicos ricos en ceniza podrían ser una fuente inexplorada de fósiles excepcionalmente bien conservados. La posibilidad de encontrar más fósiles con estructuras tridimensionales intactas podría transformar la forma en que los paleontólogos estudian la evolución y la biología de especies extintas.
Este fósil de buitre, que pasó más de un siglo en la sombra, ha demostrado ser una pieza clave para comprender un nuevo mecanismo de fosilización. Ahora, los científicos tienen un nuevo camino para explorar en la búsqueda de fósiles extraordinarios ocultos en las rocas volcánicas del mundo.
Fuente: The Conversation. Edición: MP.
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