Es común pensar que los agujeros negros son voraces máquinas destructivas, tragándose todo lo que se acerque demasiado. Pero no siempre es el caso. Los ambientes alrededor de los agujeros negros supermasivos son complejos y, el año pasado, un equipo de astrónomos mostró que existía una zona segura alrededor de estos monstruos donde miles de planetas podrían orbitar.

Ahora, un grupo de científicos liderado por Keiichi Wada de la Universidad de Kagoshima en Japón le ha dado un nuevo nombre a estos planetas: «blanetas» —blanets en inglés, acrónimo entre black hole y planet

«Aquí, hemos investigado el proceso de coagulación del polvo y las condiciones físicas para la formación de blanetas», escriben en un artículo actualmente enviado a The Astrophysical Journal para su revisión, y subido al servicio de preimpresión arXiv. «Nuestros resultados sugieren que estos mundos pueden nacer alrededor de núcleos galácticos activos de baja luminosidad durante su tiempo de vida».

Se sabe que las estrellas pueden ser capturadas en órbita alrededor de agujeros negros supermasivos. Por ejemplo, los astrónomos han estado observando por décadas la extraordinaria danza de estrellas alrededor de Sagitario A*, el agujero negro en el centro de la Vía Láctea.

También ha sido teorizado que los exoplanetas —tanto aquellos que orbitan estrellas como los errantes— pueden ser capturados por los agujeros negros.

Pero el equipo de Wada propone una nueva clase de exoplanetas: los que pueden formarse directamente en torno de los agujeros negros activos en los corazones galácticos, y que se encuentran rodeados por un disco de acreción —es decir, un enorme anillo de polvo y gas—.

Así es cómo se forman los planetas alrededor de las estrellas. Una aglomeración en una nube de gas colapsa sobre sí misma, girando y dando nacimiento a una protoestrella. A medida que gira, el material alrededor de la nube forma un disco que se alimenta de ella, mientras que un poco más lejos de esta nueva anfitriona, donde el material es más estable, se comienzan a formar los planetas en un proceso gradual de electrostática, acumulación y fuerzas gravitacionales.

En un artículo publicado el año pasado, Wada y su equipo hallaron que, a una distancia prudente del agujero negro, la formación de blanetas incluso puede ser más eficiente que aquella alrededor de las estrellas, debido a que la velocidad orbital del disco de acreción es lo suficientemente rápida como para impedir que los objetos escapen de la órbita y deriven hacia el agujero negro.

Pero hubo algunos problemas con sus cálculos. En primer lugar, es posible que, si la velocidad de colisión de los montones de gas es elevada, los agregados del polvo inicial podrían chocar entre sí y separarse en lugar de agruparse. En segundo lugar, los montones podrían crecer muy rápido en la etapa de colisión, lo que no encaja en un modelo natural de densidad de polvo.

Con estas limitaciones en mente, el equipo recalculó su modelo de formación de blanetas fuera de la «línea de nieve» —la distancia desde el cuerpo central en la cual los compuestos volátiles pueden condensarse en hielo—. Así fue como hallaron que, si el modelo de formación planetaria es correcto, deberían existir condiciones adecuadas para el nacimiento de los blanetas.

Si la viscosidad del disco está por debajo de cierto umbral, esto prevendrá que los conglomerados se destruyan entre sí en las colisiones. Y, porque la formación de blanetas no está sujeta a las mismas limitaciones que los planetas, pueden ser absolutas moles.

Alrededor de un agujero negro supermasivo de 1 millón de masas solares, los blanetas en la línea de nieve podrían formarse en solo 70 u 80 millones de años. Cuanto más lejos se encuentren del agujero, más grandes crecerán. De acuerdo a los nuevos cálculos de los científicos, a unos 13 años luz de distancia, los blanetas podrían alcanzar entre 20 y 3.000 masas terrestres, lo que es equivalente al límite máximo de masa planetaria como lo conocemos.

Para un agujero negro de 10 millones de masas solares, los blanetas pueden alcanzar el territorio de las enanas marrones: cuerpos celestes entre gigantes de gas y estrellas, fusionando deuterio en sus núcleos —pero no con la masa necesaria para la fusión del hidrógeno—.

Desde luego, aún no somos capaces de detectar estos objetos, lo que significa que permanecen en el campo de lo hipotético por ahora. No obstante, esto no ha evitado que se una a un adorable grupo de objetos cósmicos igualmente hipotéticos con nombres llamativos, entre ellos las «lunaslunas» o «sublunas» (lunas de lunas) y los «ploonetas» (las lunas de grandes exoplanetas que son pateadas fuera de la órbita planetaria hacia una estelar, como la de un planeta)

Los investigadores concluyen afirmando que los blanetas y sus sistemas son una motivación más que interesante en la exploración del espacio extremo existente alrededor de los agujeros negros.

Fuente: ScienceAlert. Edición: MP.

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