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De acuerdo con fuentes históricas, en el ocaso de la época prehispánica, la zona estaba habitada por los tepuztecos, una etnia actualmente extinta. Aunque no se conoce su lengua, los mexicas les dieron el nombre que aludía a su trabajo metalúrgico, el «tepuzque».
La ampliación de la carretera Puerto del Varal-Corral de Piedra en el estado de Guerrero, México, dejó al descubierto un imponente muro prehispánico de 34 metros de longitud y siete metros de altura. Este muro es el primer nivel de tres escalonados en una estructura más extensa ubicada en el municipio.
Este sitio, llamado Barranca Chihuila-Corral de Piedra, forma parte de una serie de áreas ocupadas en tiempos prehispánicos que, en conjunto, abarcan aproximadamente 1.5 kilómetros cuadrados. Estas áreas coinciden con la actual localidad de Corral de Piedra.
Durante las labores de rescate arqueológico dirigidas por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México y realizadas por especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se descubrieron fragmentos de huesos humanos y animales, formando parte de los rellenos utilizados en la construcción del muro prehispánico. Además, se halló el entierro de un niño que, según estimaciones, tenía entre tres y cinco años en el momento de su fallecimiento.
Este entierro incluía un ajuar funerario compuesto por cuentas de piedra verde, cascabeles de cobre, pendientes de concha, un sello y un cajete trípode del tipo Yestla-El Naranjo. Esta vasija posee un gran valor arqueológico, representando un periodo cultural tardío en el territorio que hoy forma parte del estado de Guerrero, abarcando el período desde el declive de la cultura mezcala hasta la llegada de los españoles, es decir, desde los años 1000 hasta 1521 d.C.
Es relevante recordar que la zona donde se realizó el hallazgo, junto a las localidades de Yextla, Huerta Vieja y El Naranjo, fue objeto de investigación por el arqueólogo Robert R. Weitlaner entre 1944 y 1946. Fue durante este tiempo que se identificó la cerámica Yestla-El Naranjo. Vale la pena destacar que Weitlaner reportó la presencia abundante de escorias de cobre, indicando que estas antiguas comunidades ya estaban familiarizadas con la metalurgia.
De acuerdo con fuentes históricas, en el ocaso de la época prehispánica, la zona estaba habitada por los tepuztecos, una etnia actualmente extinta. Aunque no se conoce su lengua, los mexicas les dieron el nombre que aludía a su trabajo metalúrgico, el «tepuzque», que implicaba la aleación de cobre. A nivel local, los tepuztecos en esta región montañosa eran conocidos como tlacotepehuas, con la cabecera de su señorío en Tlacotepec.
Los arqueólogos a cargo del proyecto, Miguel Pérez Negrete y Laura Lucero Hernández, resaltan la magnitud arquitectónica del hallazgo. La zona muestra una densa ocupación prehispánica que no había sido estudiada durante 77 años. En la investigación también participaron el antropólogo físico Jorge Cervantes Martínez, el arqueólogo Antonio Hermosillo Worley y el antropólogo social Moisés Nava Nava.
«Tenemos poca información sobre esta etnia y su cultura. Sabemos que adoraban a un dios llamado Andut y a una diosa llamada Macuili Achiotl, cuya representación femenina se plasmaba en esculturas o pinturas en piedra», señaló Pérez Negrete.
Los pozos estratigráficos y la secuencia de ocupación han sido cruciales para comprender la cultura de la región. La excavación arqueológica ha desentrañado los métodos constructivos de muros hechos con grandes bloques de piedra caliza, recubiertos de estuco de cal pobre y pisos gruesos de estuco rojo. Se han encontrado también fragmentos de obsidiana gris y una abundante cantidad de cerámica del periodo Posclásico, especialmente del subperiodo Posclásico Temprano (950-1350 d.C.).
Es destacable que la ocupación del área tuvo dos fases monumentales: la primera muestra signos de colapso y derrumbe, sobre los cuales se erigió la segunda fase. Esto sugiere que hubo un abandono seguido de un posterior reasentamiento al final de la época prehispánica, lo que podría relacionarse con la presencia de los tepuztecos.
«Esto marca el inicio de investigaciones que aportarán nuevos datos sobre la región de los extintos tepuztecos, permitiéndonos conocer sus características sociales y culturales, así como entender el período cultural de las sociedades que crearon la cerámica Yestla-Naranjo», concluyó Lucero Hernández.
El muro prehispánico fue identificado gracias a la Comisión de Infraestructura Carretera y Aeroportuaria del Estado de Guerrero, que detuvo las obras para permitir la confirmación de su antigüedad por parte de especialistas del INAH.
En la actualidad, el antiguo camino ha dado paso a la moderna carretera, y el muro prehispánico se ha convertido en un destacado elemento visual que llama la atención y despierta la curiosidad de quienes transitan por la zona.
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