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La investigación del profesor John Mack sobre los humanos presuntamente abducidos y sometidos a análisis por seres extraterrestres, en una clase magistral con tesis, opinión y ejemplos.
Luminaria de Harvard, Mack presentó en Praga su tesis sobre el fenómeno OVNI y su significado en la expansión de la conciencia humana en una conferencia de la Asociación Internacional Transpersonal. Durante la conferencia, mencionó que los secuestrados habían sufrido desórdenes postraumáticos de estrés. ¿Cuál sería la causa? “El fervor humano arraiga en la necesidad de dominar la naturaleza para no ser esclavos de ella”, explicó Mack. “El resultado es un planeta semimuerto, porque la única manera de controlar la Tierra es apoderamos de ella, lo que ya hemos hecho en gran parte. Pero hay un punto en el cual ese dominio comienza a excederse, lo que está sucediendo ahora a través de estos primeros encuentros con lo desconocido, que empiezan a desafiar no sólo el hecho sino también la misma concepción del dominio”.
En Praga, Mack calificó a esa concepción del mundo como “la suprema arrogancia de nuestra especie, un monumental desafío a la divinidad. Además, hemos cortado nuestros vínculos con la naturaleza, e incluso con nuestros semejantes”.
Dave Pritchard, el otro copresidente de la conferencia, afirma que los norteamericanos que juran haber sido secuestrados por entidades ET es de más de 900.000, señalando que las estimaciones varían “desde pocos centenares de miles hasta tres millones de personas”, e insiste en que “uno de los aspectos más importantes es tener en cuenta el factor de desencadenamiento psíquico”. Mack agrega: “Al responder a las encuestas, mucha gente asegura no haber pasado por ese tipo de experiencias, y sin embargo la misma entrevista despierta algún recuerdo, o leen un artículo, o me oyen a mí, a Budd Hopkins o algún otro por radio o televisión, y entonces saltan: ‘¡Ah, sí! ¡Eso es lo que me pasó a mí!’, y recuerdan. Sólo en los Estados Unidos, quizá más de un millón de individuos creen haber sido raptados”.
Ejemplos de este tipo: el de una niña de ocho años, hija de una víctima de secuestro, es despertada por algo que la perturba a las cuatro o cinco de la madrugada, siente que algo le ha sucedido, se levanta y va en busca de su madre, y ésta no se encuentra en su dormitorio. El padre sí. Las cobijas de la cama, del lado donde dormía la mamá, no parecen haber sido levantadas, pero la mujer no está. “Esa madre me dijo”, cuenta Mack, “que había sido abducida en el mismo momento en que su hija sintió su falta. ¡Y no se trata sólo de una salida del cuerpo, sino de una salida de la casa!”.
Un ejemplo de este tipo de secuestro sería el de Keith Basterfield, que contó cómo, estando aparentemente inconsciente, fue llevada al interior de una nave ET por una entidad que le había hecho señas desde el exterior de su auto, y que después apareció con ella en la sala redonda, sin puertas ni ventanas, del interior de una nave.
Mack investiga la prueba física como un fenómeno confirmatorio. Si alguien emerge de una experiencia con una herida o con la marca de que le han sacado una muestra de carne o cualquier otra señal física, eso tiende a darle al fenómeno cierta confirmación de que algo ha sucedido.
Paul Horowitz dijo, al fin de la conferencia de Praga, que él no aceptará la existencia de los ET “hasta que no se le caiga el encendedor a alguno de ellos”, Mack sonríe y agrega: “Ese tipo de argumentación puramente física se desentiende de toda la potencia del fenómeno”.
Pero, ¿la demanda de pruebas concretas es una exigencia fuera de lugar? Mack responde: “No, no digo que sea una demanda irrelevante. Si un Budd Hopkins o un David Pritchard o cualquier patólogo de heridas demostrara que ellas cierran de modo no común para la medicina occidental, el hecho es muy importante. Pero mi aporte no se dirige en ese sentido. Veamos un caso mío: un hombre se despierta tras un secuestro con un tajo de diez centímetros en la pierna, y le llega hasta el hueso. Piensa ir al médico, pero la pierna se le cura el mismo día. Bien, uno podría decir: ‘Quizás esté mintiendo’. ¡Pero hace cuarenta años que estoy en psiquiatría y en psiquiatría forense! ¡Mi trabajo consiste en saber cuándo alguien me engaña o miente, o qué motivo tiene para decir lo que dice!”.
¿Qué convenció a Mack para considerar seriamente estos fenómenos? “Un caso detrás de otro, y siempre personas tímidas y reticentes a contar su experiencia, que quieren defender su integridad, que están preocupadas porque algo perturbador se haya hundido en su conciencia, y que al fin reúnen el coraje necesario para hablar”.
Mack confía en la sinceridad de esa gente y señala que su segregación se redujo en 1994-95, a medida que más abducidos hablaron públicamente como consecuencia de una mayor cobertura periodística del fenómeno. Pero antes de que la prensa lo divulgara, numerosos individuos sin el menor contacto entre sí y que no habían tenido acceso a los relatos ajenos hicieron descripciones con detalles muy semejantes. “Por lo tanto no hay embuste: la noción está en la naturaleza de esas personas”, dice Mack, que durante treinta y seis años de psiquiatría no encontró nada que pueda explicarle esa comunión mental. “Es siempre gente realista que, al ser presionada por mí, responde: ‘Doctor, quisiera que no fuera cierto, que usted me sacara esto de la cabeza, porque destruye todo lo que he creído hasta hoy’ ”, asegura Mack. “Y cuando se profundiza esa vivencia con ayuda de la hipnosis, surgen siempre fuertes resistencias emocionales: pesadillas, alteraciones psicosomáticas, desconfianza y terror. Esas personas quedan con miedo a que el fenómeno se repita y desarrollan fobias a las agujas de inyecciones, por ejemplo”.
El hipnólogo John Carpenter cuenta el caso de una mujer que, siendo niña, desarrolló una rara fobia contra sus muñecas: decía que de noche se movían solas. Bajo regresión hipnótica, ella recordó haber estado “en otro tiempo, a bordo de un OVNI, con niños híbridos”. Pero, despierta, la paciente de Carpenter no sabía qué eran “niños híbridos”. Mack subraya que “al revivir hipnóticamente la experiencia, esas personas literalmente tiemblan y aullan de terror. Que yo sepa, ninguna otra situación puede producir ese tipo de reacción emocional”.
Pero, ¿qué le han hecho a estas personas? ¿Cuál fue el origen de sus traumas? Mack revisa todas las posibilidades. ¿Fue una violación? ¿Algún olvidado abuso infantil? ¿Trató alguien de asfixiarlos? ¿Intentaron asesinarlos sus padres cuando eran bebés? Explica Mack: “Hasta donde yo sé, ningún caso investigado por mí o Budd o Dave o Carpenter presentó jamás estos traumas, que explicarían tal estado emocional. Y allí está el meollo del asunto. No es que todas las descripciones sean idénticas: hay variaciones. Las naves pueden diferir en su tamaño, cambiar la naturaleza del instrumental, variar el aspecto del médico ET, etcétera. Pero la estructura básica es notablemente sólida”.
Es importante volver a señalar que esas experiencias quedaron fijadas en la mente de cada paciente antes de la actual obsesión periodística sobre el tema. Ahora podría argumentarse que todo sale por el programa televisivo Intrusos, pero no era así en los ’70 y ’80, cuando estos fenómenos fueron descriptos por primera vez.
Un punto clave es la ausencia de anomalías mentales que explicarían las fabulosas narraciones. En su informe “El fenómeno de los secuestros”, Mack observó: “Ninguno de los secuestrados con quienes trabajé demostró tener psicopatologías evidentes como psicosis esquizofrénica, depresiones severas u otras importantes perturbaciones psíquicas que pudieran explicar los relatos como manifestación exterior de una determinada alteración mental”.
Entre los investigados por Mack hubo un dueño de restaurante, dos músicos, varias secretarias, un escritor, un guardia penitenciario, algunos estudiantes universitarios y varias amas de casa. Algunos se veían recelosos, dando la impresión de haber sido víctimas de una agresión, y la mayoría lucía agobiada, con su vida perturbada por el secuestro. En algunas otras narraciones, la sexualidad y la decisión de tener o no hijos parecían haber sido muy afectadas por la experiencia.
“El Informe Preliminar” de Mack contiene interesantes tests realizados a los abducidos por la psicóloga Elizabeth Slater, cuyas conclusiones nacieron durante un ensayo de 1983, cuando Slater sometió a nueve personas elegidas por Budd Hopkins a la WAISR (Escala Weschler de inteligencia adulta), a la BVMG (Percepción visual motriz de Bender), al Test de Rorschach y al TAT (Test de apreciación de temas). Y lo más importante: a Slater no se le dijo que esos sujetos habían sido secuestrados. Slater observó que ellos tenían una inteligencia superior al promedio o revelaban “una vida interior notablemente rica”, y que se encontraban “en lucha continua por dominar y mantener bajo control sus impulsos”.
Observó también cierto grado de perturbación de la identidad (especialmente confusiones sexuales), descenso de la autoestima, egocentrismo y/o falta de madurez emocional, y menores pero frecuentes “fallas de límites” en el dibujo de figuras. Una de esas personas, concretamente, habló de “una sensación de pequeñez” y de sentirse “víctima frente a fuerzas exteriores abrumadoras”. Y se multiplicaban, según la psicóloga, los atributos coincidentes: “Aguda atención a los detalles, prudencia extrema y continua disposición hacia la desconfianza”.
Cuando se le dijo a Slater que las nueve personas creían haber sido secuestradas por OVNIs, la profesional revisó su informe considerando el nuevo punto de vista. “La primera y más crítica cuestión”, observó, “es establecer si lo relatado por estas personas puede ser explicado sobre la base de la psicopatología, es decir, de desórdenes mentales. La respuesta es un rotundo NO”. Slater consideró además el posible impacto de esos secuestros sobre las personas estudiadas: “Una experiencia inesperada, azarosa y literalmente propia de otros mundos como un secuestro por OVNIs, durante la cual la persona pierde todo control sobre lo que sucede, provee un trauma de grandes proporciones”, además del “estigma social” y el rótulo de “alienados” que las víctimas iban a encontrar.
Elizabeth Slater concluyó que los problemas interpersonales, el sentido de la identidad turbado, las dificultades para mantener su imagen corporal, los desórdenes emocionales, la ansiedad y los recelos eran “el resultado lógico de la naturaleza agresiva e invasora de las experiencias con OVNIs” que habían narrado. En 1991, Slater misma dijo que ella se había considerado hasta entonces “una persona bien plantada en la realidad”, pero que ese estudio le había “ampliado el campo de la ignorancia”, llevándola a rehacer su noción del mundo y la vida. Ella había visto en los pacientes, por ejemplo, cicatrices y extrañas incisiones a las que no pudo encontrar explicación.
Un aspecto extra impresiona a John Mack: “Los detalles comprobables que acompañan a la observación y el aterrizaje de OVNIs, como cambios en las características químicas del suelo, están entre lo más interesante y contundente del fenómeno. Esas manifestaciones físicas aterrorizan a veces a los secuestrados, que no quieren creer que sus experiencias sean reales”.
Algo pasa, y luego esas personas despiertan acostadas bajo sus camas, o recostadas sobre las cobijas, o en otra habitación de sus casas, e incluso fuera de ellas. Otras veces se sorprenden al encontrarse total o parcialmente vestidas, o sin ropas, o con las prendas cuidadosamente dobladas al lado, o hasta cambiadas por la ropa de algún otro. Otra manifestación común es conducir un automóvil y de pronto estar a kilómetros de distancia del lugar por el que se viajaba apenas un segundo antes.
Para Mack, “la pista física más perturbadora y huidiza de todas está en los informes sobre robos de fetos”. Pero, según él mismo y John Miller observaron, si bien se ha hablado de “muchas eliminaciones de fetos”, ninguna ha sido documentada.
En ciertos casos, habría una asociación con los OVNIs: cuando la persona atraviesa su fase de abducción, sus vecinos verían OVNIs en la zona. Esos testigos pueden ser allegados al secuestrado o gente a quien la víctima ni siquiera conoce. Un buen ejemplo es el secuestro de Linda Cortile de su departamento en un piso doce de Manhattan, por un OVNI que aguardaba afuera: el episodio fue presenciado por un alto diplomático y dos agentes de seguridad que lo acompañaban, además de una anciana que cruzaba el puente de Brooklyn.
El último y quizá más impactante e inexplicable aspecto del fenómeno sería su conexión con niños muy pequeños (algunos de apenas dos años), que informan en su media lengua cómo algunos “hombrecitos” los llevan “al cielo”, o les “clavan algo” en sus cuerpitos, o les “pican” la nariz. Estas denuncias, así formuladas por niños de corta edad, tendrían un gran valor científico “porque ellos no pueden haber sido demasiado influenciados por comentarios de los medios o narraciones de padres o amigos”, subraya Mack.
Un caso investigado por él: Jill y Mike Ward encontraron a su hijo Ned (tres años), cuando tenía dieciocho meses, con su manta totalmente embarullada, como era habitual. Estaba acostado sobre las cobijas y por lo tanto mamá Jill no pudo estirarle la frazada. “En la siguiente visita que le hice esa misma noche, encontré que la mantita estaba perfectamente estirada sobre él, que seguía dormido”, cuenta Jill. Cuando Ned ya tenía dos años, Jill lo vio hablándole a la cara del ET que aparece en la tapa de Comunión (obra de Whitley Strieber), besando ese rostro y llamándolo “Pi”. Ned le dijo a su mamá: “Vuelo por el cielo... a la nave espacial”. Preguntado sobre quién estaba en la nave, Ned respondió: “Un hombre... cito”. Seis semanas más tarde, su hermanita mayor, entonces de siete años, apareció en el dormitorio de los padres a las cinco de la madrugada para decirles que Ned había ido a verla con la cara llena de sangre en la nariz. También apareció sangre en la funda de la almohada, y una incisión en la nuca de Ned. Cuando Jill le preguntó si alguien había estado en su habitación, el niño respondió: “El hombrecito. Entró por la ventana, mordió mi nariz”.
A los dos años y siete meses, Mack lo entrevistó y le pidió que identificara las tarjetas del HIRT (Test de reconocimiento de imágenes de Hopkins), que incluye diez diseños de Budd Hopkins para indagar secuestros en niños pequeños. Se trata de diez dibujos grandes, hechos con tinta negra, que reproducen rostros familiares a los pequeños: un varón, una nena, Papá Noel, un vigilante, un payaso, Batman, una Tortuga Ninja, una bruja, un esqueleto y un típico ET. Muy vivaz, Ned identificó correctamente cada una de las tarjetas, y al ver la del extraterrestre dijo: “Lo escribí en el pizarrón”. Jill explicó que había “un garabato como ése” en el pizarrón de Ned.
Mack preguntó al niño si alguna vez había visto a ese ET. “Yo abro puerta, entra nave espacial”, contestó él, y agregó: “Era de ese hombre, nave de ese hombre”.
Después de distraerlo hablándole de los personajes representados en las otras figuras, Mack insistió con la tarjeta del ET: “¿Te gusta él?”. “No”, contestó Ned. “¿Qué hace?”, preguntó Mack. “¿Es simpático o te asusta?”.
Ned: “Me asusta”. Mack: “¿Algunas veces entra en tu cuarto?”. Ned: “Sí. Yo tengo espada grande, lo echo de la pieza (se excita al evocar la lucha). Tengo mi mantita... Pongo dedo en la boca. Me cansé”. Mack: “¿Te cansas cuando él aparece?”. Ned: “¡Sí! El tipo abre ventana, no la puedo cerrar más”. Ned se trepó a la falda de su madre. “Hombre entró en mi pieza, hombre pone linterna grande en mis ojos. Me lastimó acá”, dijo, tocándose el cuello. “No quiero llorar, ahora estoy mejor”.
Cualquier explicación convencional del fenómeno debería dar respuesta a lo que Mack llama “todo el paquete”:
• La credibilidad y naturaleza del secuestrado.
• La intensidad emocional de sus recuerdos con una indicación de trauma.
• La coherencia narrativa.
• La ausencia de cualquier enfermedad mental comprobada.
• La prueba material confirmatoria.
• La asociación del fenómeno con OVNIs.
• Los informes de secuestros relatados por niños.
“Ninguna persona escéptica o cuestionadora ha podido aportar una teoría que explique este síndrome relacionándolo con una causa convencional”, dice Mack. “Ahora bien, esto no significa que el fenómeno sea extraterrestre. La idea de ‘extraterrestre’ implica que el fenómeno no se origina en nuestro mundo, pero está allí físicamente. Hay quienes dicen: ‘Bien, quizá provenga de otra dimensión del espacio-tiempo’, o también: ‘Tal vez esos seres pueden desplazarse a través de la galaxia’. Pero ése no es un terreno sobre el cual yo me considere capacitado. El único aspecto al que presto toda mi atención es exactamente el de los testimonios que me permiten asegurar que algo raro sucede y afecta especialmente a cierta gente, y que yo no puedo explicarlo según las leyes de la realidad.”
Cuando se realiza el trabajo clínico para descubrir lo que está escondido ahí, se accede al recuerdo de lo que sucedió y el paciente puede, al principio, encontrar monstruos de pesadilla en lugar del hombre que la violó, por ejemplo. Y poco a poco se llegará a diversas distorsiones del trauma, muchas ligadas a reales agresiones olvidadas. Los abducidos muestran mecanismos de disociación, sin duda. El solo hecho de que para recuperar los recuerdos se necesite emplear la hipnosis ya está definiendo que esas personas se defienden a través de un bloqueo y una disociación. Si así no fuera, se podría simplemente conversar con ellas y listo. Pero si hay un bloqueo, ¿dónde nace?
Mack cuenta que en los ’60, cuando inició la investigación para su biografía psicoanalítica de T. E. Lawrence (trabajo que le valió un premio Pulitzer), la reputación del carismático Lawrence de Arabia era la de “un histrión, un Rodolfo Valentino que cruzaba las arenas del desierto con sus vestiduras al viento, una leyenda. Y sin embargo la razón desmitificadora existía en esos días frente a Lawrence, tanto como existe ahora frente al tema de los OVNIs y los secuestros por extraterrestres”.
Mack explica: “Liddell Hart, uno de los primeros biógrafos de T. E. Lawrence, sostuvo que era posible medir científicamente cómo la gente consideraba a Lawrence basándose en el grado de conocimiento que de él tenían. Los que se habían formado una opinión de Lawrence en base a chismes tendían a desmitificarlo, pero a medida que profundizaban en su obra tendían a respetarlo. La tesis de Hart sigue valiendo en nuestro caso. Durante los diez años que investigué sobre T. E. Lawrence, jamás encontré a nadie que realmente supiera lo que había dicho y hecho, aunque tuviera una altísima opinión de él. Bien, eso mismo pasa ahora con este fenómeno de los secuestros”.
“Los que hoy dicen: ‘¡Pobre Mack! ¿Qué bicho le habrá picado?’, son como aquellos de Lawrence: no estudiaron el material disponible. Sonará fatuo, pero ya no siento la necesidad de persuadir al grueso de la cultura sobre la validez de este fenómeno. Pienso que ya es el momento de crecer como especie y decirnos: ‘Bien, algo distinto está sucediendo aquí’. No nos limitemos a debatir si es real o no. Está bien preguntarse: ‘¿Qué entendemos por real?’. Pero avancemos e insistamos: ‘Algo está sucediendo aquí’. Sigamos interrogándonos: ‘¿Qué significa esto, realmente, para nosotros? ¿Qué significa para nuestra cosmología? ¿Qué significa clínicamente para los psiquiatras? ¿Qué significado tiene para nuestras relaciones con la ecología y con la crisis del ambiente? ¿Y qué en términos del dominio de la realidad? ¿O significa que han cambiado nuestras categorías de realidad?’.”
Hay un sujeto en California, Jack Sarfatti, para quien “existe cierta clase de agujeros negros a través de los cuales los ET llegan desde más allá del espacio-tiempo”. Si somos, como en Hoguera de Vanidades, de Tom Wolfe, “amos del universo”, ¿cómo se conjuga nuestra idea de nosotros mismos si otras criaturas pueden venir y dominar nuestras voluntades sin que podamos oponernos? En su “Informe preliminar”, Mack lo consideró “el cuarto golpe a nuestro egoísmo colectivo, después de Copérnico, Darwin y Freud”. Ergo, no seríamos ya la inteligencia predominante en el cosmos ni los dueños de nuestra existencia psíquica y física, y podemos ser “invadidos”, si no literalmente por otras criaturas, sí por otros planos de conciencia que pueden hacer con nosotros lo que sea para una finalidad que ni siquiera vislumbramos...
Moulton Howe sugiere que verdaderos ET podrían estar manipulándonos genéticamente desde hace miles de años, haciéndonos alcanzar los importantes objetivos que logramos. Mack opina: “No sé qué remiendos se han hecho en nosotros, pero si existe una energía proveniente de alguna fuente ignota y que está conectada con nosotros, ¿son otros seres? Hay una dimensión interesante en todo esto, sobre la que discutimos mucho con Budd Hopkins y Dave Jacobs: me llama la atención el hecho de que parece haber una coincidencia muy especial entre el investigador y la persona que vive la experiencia. De modo que lo que puede ser la estructura típica de un secuestro para Dave Jacobs, puede no serlo para, digamos, Joe Nyman o yo mismo. Las personas que viven la experiencia parecen elegir al investigador que coincida con su caso”.
Esto remite a la posibilidad de que las presuntas abducciones estudiadas podrían ser sólo producto de una “cosecha cerebral conductista” por parte de los hipnólogos o investigadores de OVNIs, es decir, que en base a traumas francamente terrenales se “fabrique” aquello que se quiere descubrir. “Yo no participo de esa posición”, dice Mack. “Veamos lo que le pasó a X durante una regresión hipnótica: el tipo aullaba y se sacudía allí, en mi diván. ¡Era terrible! Gritaba: ‘¡Te mato! ¡Te rompo el culo! ¡Fuera de mí!’, lloriqueando y teatralizando su lucha para apartar a los seres. Después, despierto, sollozó: ‘Le aseguro, John, que el trauma de todo lo que hicieron con mi cuerpo, la toma de muestras de esperma, la parálisis y todo eso, no fue lo que más me aterrorizó. ¡Lo más duro fue la destrucción de mi noción de la realidad si llegaba a aceptar la realidad de esas criaturas!’.
”A menudo, lo último que los secuestrados se atreven a hacer es mirar a los seres a los ojos. Saben que si los miran directamente tendrán que reconocer su presencia, porque la transmisión de energía es tan intensa que ya no se puede negar la realidad de esas criaturas. Y entonces tienen que admitir que hay cierta fuerza, cierto poder, ciertos seres, sean lo que fueren, que chocan frontalmente con la representación de la realidad que siempre hemos sostenido.
”No hay nada a lo que la gente se aferré más que a su idea de qué es real, qué existe, cómo está construido el mundo. Y si todo eso se pone en tela de juicio, la gente se aterroriza. Y por eso aparecen las resistencias.”
Mack siente un gran respeto por la ciencia occidental, que nos liberó de pestes y enfermedades, nos dejó alimentar a poblaciones que de otro modo habrían muerto de hambre, nos dio la oportunidad de conocernos más gracias al transporte y las comunicaciones electrónicas, nos permitió caldear nuestras viviendas en invierno o protegemos de las fieras. Los triunfos concretos de la ciencia son palpables y, por cierto, derivaron en la idea de un gran dominio intelectual sobre la naturaleza. Sin embargo, produjo también cierta arrogancia en las escuelas de pensamiento que nos permitieron alcanzar ese dominio. “Y es la arrogancia la que nos lleva a quebrar nuestro equilibrio con la naturaleza”, insiste Mack, quien arriesga que el enigma de los secuestros por OVNIs podría desempeñar alguna función correctiva.
“No digo que este fenómeno haya sido concebido intelectualmente para restablecer el equilibrio, pero curiosamente parece funcionar como contrapeso de aquella arrogancia al señalarnos que no somos los amos de la naturaleza. Y resulta atinado que aparezca exactamente ahora, cuando estamos a punto de corromper la vida con nuestras toxinas y con la destrucción de las selvas tropicales y la contaminación de los mares. Por lo tanto, confío en la tarea de hacer conocer este fenómeno, que tiene la gran posibilidad de desarmar esa arrogancia suicida de nuestra especie.”
Pero hay una cuestión más obvia: si los ET sienten la urgencia de detener nuestra necia destrucción, ¿por qué no intervienen en forma directa e inequívoca? “Yo no digo que sean ellos los que sientan esa urgencia”, responde Mack. “Podría ser como si la totalidad de la cosa tuviera cierta... vida propia, no sé”. ¿Sugiere el experto que el universo es un organismo viviente del cual la Tierra no es sino una parte? “Podría ser que todo formara parte de algún... ¿plan divino, quizá? Perdón, pero la gente habla de Dios en la iglesia y realmente no cree que haya un designio divino. Es lo que sucedía con Juana de Arco: estaba bien que hubiera reglas referidas a Dios, siempre y cuando nadie estableciera una conversación directa. ¡Muchos fueron quemados por eso!”.
Thomas Berry, el progresista teólogo católico, habló de la Tierra como del más refinado ejemplo de la Creación, pero vivimos escindidos de cualquier proyecto espiritual que trascienda nuestra propia materialidad. “Fui educado como el más riguroso de los materialistas”, confiesa Mack. “Siempre pensé que estábamos solos en este universo sin sentido, sobre esta roca verdosa con plantas y animales, y que estábamos aquí para dar lo mejor de nosotros, y que al morir todo se acaba. Pero este fenómeno me ha sacudido e intrigado. No, no es como si Dios interviniera en los asuntos de la Humanidad. Esa sería una concepción infantil de lo religioso porque, después de todo, nadie detuvo el holocausto nazi, ni las grandes hambrunas, ni las plagas ni la bomba atómica. Pero, ¿y si la destrucción del planeta no estuviera permitida? ¿Y si el agente corrector fuéramos nosotros mismos? En otras palabras: podría ser nuestra transformación la que se está produciendo aquí. ¡Es posible que no sean ‘ellos’ quienes estén haciendo algo! ¡Podría ser que la novedad esté penetrando nuestras almas y que seamos nosotros quienes estemos frenando la destrucción!”.
A Mack, un abducido le dijo: “Es como si las mariposas volvieran para impedir que las orugas sigan comiéndose indiscriminadamente los árboles”, pero él sigue afirmando que “nuestra noción de ‘nosotros’ y ‘ellos’ es incorrecta: corresponde a la idea de un ‘afuera’ que va a afectamos sin considerar que hay una conexión interior entre nuestra psique en evolución y el mundo exterior. Yo también caigo en esta trampa. Pero toda idea de algo ‘extraterrestre’ es una manifestación de nuestro pensamiento dualista. También nosotros somos ET en cierto sentido: nuestras psiques no están confinadas a la Tierra”.
En los Estados Unidos, no pocos investigadores han llegado a la conclusión de que los OVNIs son naves espaciales tripuladas por seres extraterrestres, y que esos seres existen en nuestra realidad material y son los que realizan los secuestros. Señala Thomas E. Bullar que “esta tesis coincide con una experiencia compartida más que con fantasías personales o estudios culturales. No nos preocupemos del porqué. La ‘explicación ET’ funciona. Satisface a los creyentes que buscan una respuesta coherente al fenómeno de los secuestros, y sólo al precio de aceptar una única premisa: su origen extraterrestre”. Y David Jacobs sostiene que “ningún sistema de pensamiento ha presentado pruebas a favor de que esté sucediendo otra cosa que no sea lo que los mismos secuestrados han denunciado”.
Hoy, a cualquier teoría se le opone una solución insatisfactoria. Si el fenómeno de los secuestros es considerado desde el punto de vista de la psique, nos enfrentamos con materiales extremadamente raros, y desde una hipótesis extraterrestre tomada al pie de la letra, se amplía nuestra noción del universo físico y sus propiedades hasta más allá de los límites convencionalmente aceptados. Enfrentados con estos dilemas, algunos ovnílogos (especialmente Jacques Vallée y Karl Brunstein) escriben sobre la penetración de nuestra realidad por parte de “mundos paralelos”, incluso provenientes de otros universos. Vallée sostiene que “el fenómeno OVNI es la prueba de la existencia de otras dimensiones más allá del espacio-tiempo. Los OVNIs pueden no venir del espacio ordinario sino de un multiverso que nos rodea por todos lados”.
“Lo que resulta interesante”, puntualiza Mack, “es que los mismos secuestrados son, con frecuencia, poco preparados científicamente y en gran parte desconocedores de escritos y teorías que luego revelan bajo hipnosis: sólo entonces muestran una concepción que habla de la penetración en su conciencia de otras dimensiones, más allá de nuestra conocida realidad limitada por el espacio y por el tiempo. Muchos de los secuestrados a los que entrevisté tienen la impresión de que hay alguna otra inteligencia exterior a la nuestra que está actuando, y a la que sienten responsable de la creación de nuevas formas de vida, de la alteración de su propia conciencia y de afectar las nociones humanas básicas de la realidad.”
Uno de sus pacientes, por ejemplo, le informó: “Cuando los vemos llegar, es como si aparecieran a través de un decorado teatral o una pantalla de cine. Cuando han llegado, los vemos como una imagen común proyectada en la pantalla. Cuando se acercan, es como si alguien encendiera una luz muy fuerte desde atrás de esa pantalla, que borra toda la escena. Eso que percibimos como pantalla cinematográfica y que llamamos ‘realidad’, ellos lo ‘queman’ para atravesarlo, demostrándonos que es sólo una proyección, una representación de la realidad”.
Independientemente de si la hipótesis extraterrestre es sólida o no, Mack opina que existe una conspiración gubernamental para impedir que el público conozca más sobre el fenómeno OVNI. Y lo dice sin pelos en la lengua: “Mi punto de vista sobre el gobierno es el siguiente: me imagino que si yo fuera un general de alto rango en la Fuerza Aérea, digamos, y mi tarea consistiera en proteger los cielos, la Guerra de las Galaxias y todas esas cosas, y me enfrentara con una tecnología capaz de superar en todo a cualquier procedimiento conocido por nosotros, literalmente capaz de darnos vuelta como un guante, entrar y salir de nuestro espacio aéreo, atravesar la pantalla de radar (y ya he visto esas fotografías tomadas con tiempo, donde aparecen dieciocho líneas zigzagueantes y en un segundo el objeto ha desaparecido), y hasta secuestrar gente que está durmiendo en su cama... Si todo eso sucede y estamos literalmente indefensos, digo, yo, como general de la Fuerza Aérea, le presentaría toda esa información al Presidente. El Presidente, claro está, me preguntaría: ‘General Fulano, ¿qué podemos hacer frente a esto?’, y yo le contestaría: ‘Con nuestra actual tecnología, señor, no podemos hacer un pepino y, lo que es peor, ellos están tratando de obtener información constantemente. ¿Qué debo hacer?’. Y el Presidente diría: ‘Bueno, veamos. Por supuesto que no podemos anunciar públicamente que hay extraterrestres en esas dichosas naves, y que entran y salen de nuestro espacio aéreo como quieren, y que se llevan a nuestra gente, y que no podemos hacer nada. ¡Pero estamos trabajando en el tema! ¡Es poco serio aterrorizar al pueblo! Por lo tanto (sigo fingiendo ser el Presidente), no podemos reconocer que eso existe. Así que simplemente neguémoslo’. Y como resultado de todo esto, el gobierno se encuentra en un aprieto: por un lado, tiene que negar el hecho; por otro, necesita impedir que la población tenga acceso a la información de que él dispone. Y eso es lo que produce la sensación de que estamos ante una conspiración”.
Mack continúa: “Pienso que la cosa es tan sencilla como acabo de presentársela al mundo: ningún gobierno comprende el tema mucho mejor de lo que podemos entenderlo usted o yo. Y como no hay manera oficial de encarar el dilema, el gobierno no puede cumplir con su tarea específica. Si su responsabilidad es proteger a la población y no está capacitado, de enterarnos, ¿confiaríamos en él?”.
No obstante, Mack confiesa que siente cierta simpatía por el gobierno. “Si mi tarea fuera proteger nuestro espacio aéreo y no pudiera hacer nada mejor que eso, quizá yo tampoco lo admitiría... En algún otro momento me gustaría charlar sobre una política del ser en la sociedad, y sobre quién decide qué es real y qué no lo es en una determinada cultura. En verdad, es sólo un porcentaje muy pequeño de la población el que determina las cosas. Es algo similar a lo que sucedió cuando la Iglesia dominó los cultos paganos en Europa. Aunque el cristianismo se convirtió en la religión oficial, el pueblo siguió, más o menos privadamente, con sus cultos paganos. Algo parecido sucede ahora: el 70 o el 80 por ciento de la población puede creer en los OVNIs, pero el oficialismo científico dice que no existen. En consecuencia, no existen. Se acepta que el asunto es sólo una respuesta a una cuestión empírica, pero yo pienso que en gran parte es también una cuestión política”.
John Mack insiste en que nuestra humana negación reside en que “nos hemos escindido demasiado del mundo del espíritu” y exhibe permanentemente una cita literaria que es algo así como su brújula profesional:
“En el fondo, es un único coraje el que se nos pide: enfrentar lo más extraño, lo más singular y más inexplicable que podamos encontrar. El hecho de que la Humanidad se haya portado cobardemente en ese sentido le ha hecho un gran daño a la vida: las experiencias que denominamos ‘visiones’, el conjunto del llamado ‘mundo espiritual’, la muerte y todas esas cosas tan estrechamente ligadas a nosotros, han sido apartadas de la vida hasta tal punto por nuestras defensas cotidianas que los sentidos con los cuales podríamos atraparlas se nos han atrofiado. Y esto, sin hablar de Dios.” Firmado: Rainer Maria Rilke.
“Si usted fuera Dios y estuviera tratando de llegar a la mente occidental”, concluye Mack, “no podría hacerlo sino a través de aquello que se presenta en nuestra realidad física, porque no tenemos los sentidos adecuados para conocer otra cosa. Lo que Rilke dice es que esos sentidos se han atrofiado, esos sentidos a través de los cuales el mundo, todos nosotros antes del siglo XVII, conocimos las verdades del espíritu, que están más allá de lo material. Hemos perdido esos sentidos: tal es el precio que pagamos para ser los ‘amos del universo’. Nos hemos despojado de gran parte de lo que éramos, de las capacidades que la naturaleza nos regaló. Y resulta irónico ahora que esta grosera y sorda ‘invasión ET’, este fenómeno de los secuestros que se mete en nuestros sentidos, esté obligando a alguna gente (los secuestrados) a abrirse llenos de terror frente a nuevas realidades. Pero si ellos sienten ese terror, imaginémonos el que vivirán quienes enfrenten ese fenómeno en el futuro, después de haber dicho mil veces: ‘¡Qué disparate!’. De acuerdo: no disponen de los medios para relacionar todo esto con su noción de realidad y no pueden aceptarlo simplemente porque el fenómeno no coincide con su visión de la vida. Pero por favor, no nos cerremos las puertas a nosotros mismos: es inhumano.”
Consultorio de Budd Hopkins. Carol y Alice, otra abducida, van a llegar pronto. Mientras Budd y John Mack las esperan, hablan sobre la experiencia de Carol en el parque estatal de Virginia Occidental. A Mack le llama la atención el hecho de que Carol volviera del secuestro sin su bombacha. Budd le asegura que la falta de una prenda de vestir como ésa no es nada raro, que él ha tenido otros casos de mujeres abducidas que volvieron sin esa prenda o, más extraño todavía, con los calzones de alguna otra mujer.
Mack le pregunta a Budd si sospecha que estos fenómenos puedan tener algún otro origen que no sea el declarado, aclarando además que al decir “extraterrestre” emplea un término genérico para referirse a lo que sea. Budd responde que está convencido de que no se trata de fenómenos autoproducidos, y que con Carol y Alice no tiene dudas previas.
Mack pregunta sobre el insólito caso de la hoy famosa nieta de Carol, Stacy, y cierta “bola de luz que permitía que la niña atravesara las paredes”.
Budd cuenta: “He tenido docenas de casos como ése, y hay que ser cuidadosos. Porque si admitimos que alguien pueda atravesar flotando una ventana cerrada o que una nave pueda viajar a miles de kilómetros por hora y frenar sobre un centímetro cuadrado sin desacelerar, una vez que uno ha aceptado estas cosas, entonces se queda sin piso bajo sus pies en términos de la física convencional”.
Suena la campanilla de la puerta. Carol y Alice ya llegaron.
Durante los primeros treinta minutos, Budd y las dos mujeres hablan del rumbo que tomará la investigación, y Budd decide hipnotizar a Carol. Quiere explorar el acontecimiento que desencadenó su ocultamiento en un armario durante su niñez.
De los 69 casos estudiados por John Mack, el investigador ha sometido de una a siete sesiones de hipnosis a 40 de ellos.
Antes de hipnotizar a Carol, Budd Hopkins quiere establecer quién estaba en la casa con ella cuando tuvo su experiencia infantil en el armario. Carol le dice que la acompañaba su hermanita de 18 meses, Mary, y que sus padres tenían que haber estado también.
Budd le pregunta si ella se metía algunas veces en el armario para jugar. “No, allí me metía para sentirme segura”, responde Carol, y cuenta que su padre recuerda haberla encontrado varias mañanas dormida dentro del armario, tapada con la ropa que había descolgado de las perchas. “¿Usted se protegía de la luz?”, le pregunta Budd. Carol explica: “No recuerdo haber tenido miedo de nada que se pudiera ver, salvo la luz. Tenía miedo de que, si la luz me tocaba, ‘ellos’ pudieran hacer algo, no sé qué. Sólo me sentía segura si podía evitar que la luz me tocara. Por eso me encerraba en la oscuridad”.
Budd analiza cuál podría ser el “lugar seguro” de Carol durante la sesión de regresión hipnótica, y ella comenta que cuando hace relax mental ve “una habitación redonda que está en un sótano. Allí hay un sofá grande y cómodo, y me siento en el sofá y tengo una perillita, y cuando quiero mirar algo aprieto la perilla y abro unas cortinas. Eso parece ser muy seguro... pero eso no existe”.
Budd dice que el “lugar seguro” de Carol tiene demasiadas semejanzas con el interior de un plato volador. “¿Y qué tal un jardín?”, le pregunta a la mujer. “Adoro los jardines”, dice Carol, y Alice se ríe.
Luego Carol se recuesta en el diván y las luces del estudio son atenuadas. Budd se sienta detrás de la cabeza de Carol. Alice ha sacado un tejido y se cruza de piernas en el suelo, cerca de los pies de Carol. Mack se sienta a la derecha de Budd, en un lugar desde donde puede ver y oír perfectamente a Carol.
Budd se inclina hacia adelante. Su voz es baja; habla lentamente mientras sigue describiendo el cuerpo relajado de Carol, llevándola cada vez más profundamente hacia un sueño hipnótico.
No han pasado diez minutos cuando Budd ya está seguro de que Carol se encuentra “dormida”. Y entonces la lleva a su “lugar seguro”: el jardín. Le dice: “Es una soleada mañana de verano, todos los rosales están en flor. Quiero que usted se vea en este jardín. Está disfrutando, simplemente, este increíble cielo azul, el calor del sol sobre la piel, las fragancias. Todo es tan increíblemente hermoso”, etcétera.
“Y en este estado de relajación profunda, con su mente bien alerta, quiero que usted vuelva atrás en el tiempo, que regrese muchos años atrás, cuando usted era una niña muy, muy pequeña; cuando vivía, en esa primera casa en... (Budd echa un vistazo a sus notas), en Cornwall, Maryland. Quiero que se mire al espejo, y se vea una niña muy pequeña. Una nenita de tres ó cuatro años... Usted vive en esa casa, donde comparte su habitación con Mary. Pero hay una corriente oculta en ese rostro, porque no todo anda bien. Hay otras cosas allí, como en cualquier chico. Usted puede ver en esos ojos y ese rostro otras cosas que no son tan apacibles... Observe esa imagen de usted misma en el espejo, reviva la experiencia de entrar en su casa. Está subiendo la escalera hacia su habitación. Todo es grande. Los escalones son grandes y empinados, porque usted es muy pequeña... Llega a su habitación, la habitación que comparte con Mary, y mira desde la puerta, sin entrar, en este día soleado... Ve, ahora, cómo está dispuesta esa habitación...”
Aquí Budd empieza a dar nuevas instrucciones a Carol: “Mientras usted mira esa habitación, quisiera que me respondiera algunas preguntas. ¿Ve usted una única cama, o hay dos camas allí?”.
“Dos”, dice Carol, con una impresionante voz: ¡la de una nena de cuatro años!
“¿Hay un armario en la habitación?”, sigue Budd.
Carol: “¡Aja!”
Budd dice: “Ahora, mientras entra en la habitación y puede ver el ropero, puede ver también la cama de Mary, y puede ver su cama. Dejemos, ahora, que oscurezca en la habitación. Se está haciendo la noche, y a la noche una nenita como usted tiene que irse a la cama. Mary también tiene que ir a la cama...”.
Budd hace una pausa para darle tiempo a Carol que pase a la noche, y luego sigue: “Quiero que se acueste. Mamá y papá llegan para ver si ustedes se acostaron. Ahora las arropan... Y llega el momento en que usted está sola en su cama. Mary está allí, y todo está muy, muy tranquilo en la pieza. Y en determinado momento, Carol, va a aparecer algo que va a asustarla... Usted lo sabe, porque usted se metía en el ropero para estar segura. Pero no sabemos todavía qué es lo que la asustaba. Quizá fuera un mal sueño; quizás oyera un ruido que no pudiera entender. Pero usted sabe qué es lo que la asustaba, lo que la llevaba a esconderse. Usted está acostada en su cama, y sabe qué va a suceder cuando yo cuente hasta tres porque, sea un sueño o un recuerdo o lo que sea, todo tiene un comienzo, un primer momento en el que usted siente que algo es diferente. Algo va a cambiar aquí, y usted va a sentirlo”.
Budd cuenta hasta tres y Carol no habla. Su cabeza se mueve hacia uno y otro lado, inquieta. Su respiración se acelera más y más, ya está casi sollozando.
“¡Ohhh, papi!”, gime Carol.
“¿Qué estás viendo ahora? ¿Por qué llamamos a papi?”, pregunta Budd.
“¡Vinieron los gatos!”, exclama Carol, aterrorizada.
Budd: “¿Qué gatos? ¿Dónde?”.
Carol: “¡En la ventana!”.
Budd: “¿Cómo son? ¿Tienen lindos bigotes?”.
“Son gatos y miran por la ventana”, responde al fin. “¿Y cuántos gatos hay ahí?”, pregunta Budd. La respiración de Carol se agita otra vez. Sacude la cabeza y murmura entre dientes: “No, no quiero mirarlos, por favor”.
Budd: “Bien, entonces vas a cerrar los ojos. ¿Listo? Ahora quiero que me digas cómo se siente tu cuerpo ¿Tenso, relajado?”.
Carol: “F-f-frío”.
Budd: “¿Frío? Es verano, hace calor, Carol”.
Carol: “Siguen en la ventana y... y... ¡y no puedo despertar a Mary!”.
Budd: “Pero, ¿la llamaste?”.
Carol solloza: “Yo... yo... ¡grité todo lo que pude! ¡Y mi papi no viene!”.
Budd: “Calma, tu papi vendrá”.
Carol, lastimera: “¿Por qué nadie se despierta?”.
Budd: “¿Dónde están los gatos ahora?”.
Carol: “¡Adentro, en la ventana!”.
Budd: “Pero, ¿cómo es que están adentro?”.
Carol, aterrorizada: “¡¡Están adentrooo!!”.
Budd: “Bueno, a ver: ¿son gatos chiquitos o grandes?”.
Carol: “¡Grandes! ¡Gatos grandes!”.
Budd: “¿Están echados o... parados?”.
Carol: “¡No sé! ¡No quiero mirar!”.
Budd: “¿Y si les pedimos que se vayan, Carol?”.
Carol grita: “¡Vayanse! ¡¡Vayanse de mi cuartooo!!”.
Budd: “Miremos ahora. ¿Están del lado de adentro de la ventana? ¿Qué están haciendo?”.
Carol emite unos lloriqueos: “¡Uhhh, uhhh! Está claro ahora. Toda esa luz entra por la ventana...”.
Budd: “¿Es de una lámpara de la calle?”.
Carol: “¡No, nooo! ¡No hay lámparas en la calle! Entra por la ventana, y (su voz se eleva ahora, llena de pánico)... ¡y va a lastimarme!”.
Budd: “Bueno, volveremos a eso en otro momento, pero ahora miremos esa luz... ¿Es de algún color o es blanca?”.
Carol, tartamudeando: “Esasá... es azzz...zul”.
Budd: “Y ahora, ¿se escucha algún sonido, se oye algo? ¿Qué hacen los gatos? ¿Maullan o... te dicen algo?”.
Carol niega: “No, no, no. ¡Cállese! ¡No hay nadie acá!”.
Budd: “¿Seguro que no estás hablando con ellos?”.
Carol, balbuceando: “No quiero, porfavooorrrr”.
Budd: “Bueno, bueno. No quiero obligarte a mirarlos. Pero, ¿cómo se siente tu cuerpo?”.
Carol, en voz muy baja: “Asustado”.
Budd: “¿Los gatos estan más cerca de tu cama ahora?”.
Carol estalla en llanto: “¡Síii! ¡¡Papiii!!”.
Budd: “Tu papi estará aquí a la mañana. Ya sé que todo esto es muy difícil ahora, pero él viene a la mañana. Y cuando te despiertes, los gatos ya no estarán ahí. ¿Están a la mañana... o se fueron?”.
Carol, llorando menos: “Se fueron”.
Budd: “Entonces vamos a recordarlos, ¿eh? El susto ya pasó: los gatos se fueron, así que acordarnos de cómo eran o qué hacían no es peligroso”.
Carol: “Bueno, sí. ¡Pero están poniendo algo en mi oreja!”.
Budd: “¿Los gatos te ponen algo en la oreja?”.
Carol se estremece: “¡En la oreja, en la oreja! ¡Él me puso algo en la oreja! ¡Y duele!”.
Budd: “Bueno, cuando cuente hasta tres, el dolor en la oreja cesará. Uno... dos... ¡tres! Ya pasó. Sea lo que sea, eso de la oreja ya pasó, y el gato se aparta”.
Carol: “Me meto en el ropero. O allí me despierto”.
Budd: “¿Y finalmente se duerme la nenita?”.
Carol: “¡Pero no, no se duerme! ¡Sigue vigilando la puerta!”.
Budd: “¿La puerta del ropero?”.
Carol asiente frenéticamente con la cabeza.
Budd: “La ropa te protege. Estás segura tras la puerta del ropero, en tu lugarcito para Carol sola, ¿ves?”.
Carol respira más regularmente.
Budd: “Bueno, sale el sol y... ¿viene tu papi?”.
Carol, con una vocecita dulce: “Sí, viene y me encuentra”.
Budd: “¿Viene tu mami también?”.
Carol: “No. Mami viene cuando Mary llora”.
Budd: “¿Y por qué llora Mary?”.
Carol: “¡Porque yo no estoy ahí, en mi cama!”.
Budd: “Entiendo. Viene tu mami. Y es lindo verla, ¿no?”.
Carol, con firmeza: “¡No!”.
Budd: “¿Cuál es el problema con tu mami?”.
Carol: “¡Ella no viene! ¡Ella nunca viene!”.
Budd: “¿Te duele que ella no venga a ayudarte?”.
Carol: “¡Nunca viene cuando aparecen los gatos, digo!”.
Budd: “¿Nunca hablan de los gatos?”.
Carol, en tono acusador otra vez: “Ella no sabe nada de los gatos, no sabe ayudarme”.
Budd: “¿Le hablaste a tu papi de los gatos?”.
Carol: “Sí, a Papi le conté: él sabe”.
Mack le pasa a Budd un papelito con estas palabras: “Pregúntele si su papá estaba ahí cuando aparecían los gatos”.
Budd: “Bueno... Pasemos ahora a la época en que ya estás en la escuela secundaria. Te vas a graduar y estás más grande y debo tratarte como a una señorita, ¿de acuerdo?”.
Carol contesta que sí, ya no con voz de niña, sino de adulta.
Budd: “Entonces miremos hacia atrás desde este presente. Cuando los gatos entraban, ¿su papá estaba allí?”.
Carol: “Sí, claro”.
Budd: “¿Y cómo lucía él cuando veía los gatos? ¿Le hablaba a usted?”.
Carol, en un murmullo: “No. Se quedaba de pie en la puerta”.
Budd: “Pero, Carol, ¿está segura de que él veía a los gatos?”.
Carol: “Sí, absolutamente. Y los gatos se acercaban a él”.
Budd, algo nervioso: “¿De qué tamaño eran esos... gatos?”.
Carol: “Le llegaban hasta el pecho”.
Budd: “¿Y tenían piel con pelo?”.
Carol: “¡Ufa! No tenían piel de gato”.
Budd mira a Mack como diciendo: “¡Lo tenemos!”, y vuelve a hablarle a Carol: “¿Vio alguna vez que su papá saliera con los gatos? ¿Alguna vez hablaron o salieron juntos?”.
Carol medita su respuesta: “Me llevaba con él. Me alzaba de la cama...”.
Budd: “¿Y qué sucedía después?”.
Carol: “Simplemente salíamos caminando”.
Budd: “¿Y usted no le preguntaba qué ocurría?”.
Carol: “¡Yo no podía decir nada!”.
Budd: “Pero cuando él salía caminando con usted, ¿adónde iban? ¿Bajaban las escaleras?”.
Carol, molesta: “No, él caminaba a través de... ¡No, no!”.
Budd, con firmeza: “¡Vamos, cuéntemelo, Carol!”.
La mujer transpira, su voz se vuelve dura.
Budd: “¿Adónde iban, Carol?”.
Carol: “A... afuera, a través de... ¡de la ventana!”.
Carol es ahora una metralla de palabras. He aquí una reconstrucción lógica de Budd Hopkins sobre lo que ella narró muy caóticamente:
“En brazos de su padre, Carol sale flotando por la ventana del piso alto hasta el techo de la galería trasera de la casa. Padre e hija se deslizan al suelo entre la casa y el garaje, donde una gran nave especial los está esperando. Los ‘pequeños grises’, quienes en el recuerdo de Carol fueron gatos, penetran en la nave. La niña de cuatro años y su padre los siguen. El padre de Carol baja a su hija hasta el suelo. Mientras éste la deja en el piso, ella lo mira, y se asusta más todavía al verlo llorar a él.
”Hay otros seres humanos en la nave. Carol ve a varios chicos de diferentes edades: algunos en piyama, otros con ropas de día, otros semidesnudos. La niña no reconoce a ninguno: no deben ser de su barrio. Hay una chiquita bastante parecida a Mary, pero tiene pelo castaño ondulado y viste un piyama corto en lugar de camisón. Los chicos están de pie, en silencio, como si esperaran algo. No hay tantos adultos como niños. Carol piensa que podrían ser los padres de esos chicos, pero no puede asegurarlo. Los adultos están vestidos de manera muy diferente; algunos, incluso desvestidos. Carol ve a una de las mujeres totalmente desnuda y siente vergüenza por ella. También los adultos permanecen de pie, sin hablar. Si en ese momento están presentes algunos de los ‘gatos’, Carol no los ve.
”El único mobiliario en esa habitación a la que han sido conducidos son varias mesas blancas, con aspecto de tablas de planchar. Como todas esas mesas de las que han hablado otros secuestrados, son de una pieza, moldeadas de manera que el pedestal que las soporta parece hundirse en el piso. La parte superior de esas mesas está vacía. Mientras Carol observa todo eso, algunos de los adultos y los chicos van abandonando la habitación. Con ansiedad, la niña ve que no regresan. Quiere preguntarle a su padre adonde han sido conducidos, pero no puede hablar. Además, ahora le llega su turno.
”Carol y su padre son llevados ‘flotando’ a través de un corredor circular con baranda que llega a una gran sala con cielo rraso muy alto. En el centro de ese espacio hay una fila de grandes tubos transparentes; se elevan desde el piso como ascensores de plexiglás, demasiado altos para que Carol pueda ver su parte superior. Uno por uno, cada uno de los niños es colocado dentro de un tubo. Cuando le llega el turno a Carol, la niña ve a su padre a través de la pared transparente: él permanece afuera, llorando nuevamente. No lo han dejado acompañar a su hija. Y mientras Carol, siempre con su camisón rosado, permanece sola y de pie en el interior del tubo, empieza a nevar... salvo que no es nieve lo que cae. Se trata de una sustancia seca y cálida; en lugar de quedarse adheridos al cuerpo de la niña, los copos atraviesan su camisoncito y también su cuerpo.
”Los copos dejan de caer cuando uno de los ‘seres’, telepáticamente, le dice a Carol que cierre sus ojos. ‘¡No quiero cerrar los ojos!’, protesta Carol. ‘¡Cerrar los ojos!’, oye en su cabeza. Empieza a nevar de nuevo, pero la sustancia que cae es diferente. ‘¡Huyyy, se pega y quema!’, grita Carol dentro de sí misma. ‘¡Cerrar los ojos, cerrar los ojos!’, le contestan. La niña cierra los ojos y la ardiente sensación desaparece. Esta segunda sustancia tiene olor a limón. Carol se siente sucia y pegoteada. ‘Ahora hay que salir’, se le dice mentalmente. Carol abre los ojos y ve nuevamente a su padre, que ya no parece tan asustado.
”Carol y su padre son conducidos a través de la batería de tubos transparentes hasta el otro extremo de la gran sala; después, a lo largo de otro corredor con un pasamanos, hasta que finalmente llegan a un túnel de salida donde ven a grupos de adultos y de niños que también abandonan la nave. Cuando Carol y su padre salen al exterior, los envuelve una niebla oscura y fría. El oído le duele, y cuando trata de caminar se siente entumecida y torpe.
”Carol y su padre suben los escalones que conducen a la galería posterior de su casa; entran a la vivienda. El padre lleva a su hija hasta su dormitorio, en el piso superior, donde Mary, siempre en su camita, sigue durmiendo. Como si se hubieran puesto de acuerdo, el padre lleva a Carol hasta el armario. Una vez que ella está adentro, en su ‘refugio seguro’, él cierra la puerta. La niña, febrilmente, comienza a tapar las rendijas con toda la ropa que encuentra.”
Los escépticos suelen usar sofismas para debunkear el tema de las abducciones ET, como en la mayoría de lo que dicen. A continuación hacemos un breve resumen de esas falsas afirmaciones y de los hechos y evidencias que las contradicen:
1. “Todo se debe al fenómeno conocido como parálisis de sueño.”
FALSO. Muchos casos involucran a gente que se encontraba fuera de sus hogares cuando fueron abducidas. Ninguna de dichas personas yacía acostada y/o paralizada en sus habitaciones. Al contrario, conducían autos, caminaban, pescaban, cazaban, etc.
2. “Se tratan de alucinaciones o fantasías.”
FALSO. Muchos reportes de abducción son múltiples, es decir, 2, 3, 6 o más personas son plagiadas simultáneamente y sus recuerdos detallados sobre el acontecimiento son virtualmente idénticos. Esto, desde ya, descarta por completo no sólo la “parálisis de sueño” sino también la de “fantasía” o cualquier otra aberración psicológica idiosincrásica como causa.
3. “No existen evidencias físicas.”
FALSO. Existen fotos, de nuevo, virtualmente idénticas de cicatrices de los abducidos, implantes (objetos metálicos), cambios en las características químicas del suelo del lugar de aterrizaje de la nave o marcas, etc... Cabe destacar también, el que los abducidos a veces terminen la experiencia en un lugar totalmente distinto que en el que comenzó sin saber cómo llegaron allí, o que tengan puestas ropas que no les pertenecen o que les falten algunas propias, o que en ciertas ocasiones hayan testigos que vieron a la nave secuestradora.
4. “Son falsos recuerdos implantados por los hipnotizadores.”
FALSO. En algunas experiencias de abducción (cerca de un 30% según Budd Hopkins) recogidas por los investigadores, éstas son recordadas SIN LA AYUDA DE LA HIPNOSIS. Algo que contradice a la afirmación citada anteriormente.
5. “Las personas abducidas son mentirosas, feas o solo quieren ganar fama.”
FALSO. Este sofisma pretende atacar, ante la falta de argumentos sólidos y evidencias, a las personas y no a los hechos. Por otro lado, habría que recordarles que se han hecho estudios al respecto sobre algunos casos específicos de abducidos y los mismos demostraron rotundamente que NO existían psicopatologías que pudieran explicar los relatos como una manifestación exterior de una determinada alteración mental o mitomanía. La gran mayoría de los abducidos NO buscan fama ni dinero, sino que buscan saber qué es lo que está ocurriendo en sus vidas. Muchos son sumamente reacios a contar sus experiencias en público, las cuales no pueden considerarse agradables por ningún motivo.
6. “Las abducciones sólo suceden en EE.UU., por lo tanto, la CIA debe estar detrás de todo.”
FALSO. Las abducciones por parte de extraterrestres han sido reportadas en muchos lugares del mundo. Asimismo, todos los abducidos, sean del país que sean, relatan exactamente lo mismo.
En fin, todos los escépticos interesados en desvirtuar la veracidad del tema de las abducciones cometen uno o más de los siguientes tres errores: No conocen la evidencia, ignoran la evidencia, o tergiversan la evidencia. No hay excepciones para esto. Como diría David Jacobs: “Ningún sistema de pensamiento ha presentado pruebas a favor de que esté sucediendo otra cosa que no sea lo que los mismos abducidos han denunciado”.
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1 comentario
20:18
Se dice de “fuentes de alto nivel” que existe una especulación de alto nivel de que la mayoría de los Grises pueden ser inteligencia artificial creada por no humanos. O sea, lo que manejan a los grises serían la inteligencia real.
Otras fuentes dicen que los Grises pueden provenir de un tiempo y espacio diferente. De una línea paralela o lo que puede llamarse de una dimensión paralela.
Acuerdos con inteligencias no humanas 👽
El supuesto acuerdo con los Grises que podría comprometer nuestro futuro. El periodista Tucker Carlson dice que la respuesta puede ser siniestra.
El acuerdo con dos razas que trabajarían (en secreto) con el gobierno de EE. UU. como: los Nórdicos y los Altos Blancos (que serían nuestros aliados).
Supuestas inteligencias no humanas que nos iniciaron con manipulación genética 👽🧬
Según, Linda Moulton Howe, basándose en fuentes bastante confiables. Dice que nuestro entendimiento es que los Altos Blancos nos iniciaron con manipulación genética.
Siempre ha habido este rumor flotando en el aire que los Nórdicos o (ahora) los Altos Blancos pudieron haber creado a la humanidad a través de la manipulación genética.
Otra cosa que se dice de fuentes extraoficiales, que los humanos podríamos ser descendiente de los Nórdicos. Eso explicaría por qué supuestamente somos genéticamente parecidos a ellos.
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