Como suele ocurrir con las celebraciones de la Iglesia Católica, en la fiesta de Pascua también se superponen diferentes tradiciones religiosas y místicas creando un sincretismo cuyo origen antecede y se mezcla con la formación del cristianismo.

Los orígenes paganos de la Pascua

Aunque la palabra Pascua significa ‘pasar por alto’ o ‘pasar sobre’, en inglés la festividad se denomina Easter, un término que claramente deriva de la diosa Ostara o Eostre, una divinidad asociada con la primavera. De allí los clásicos símbolos del conejo (fertilidad) y del huevo (renacer). Crédito: MysteryPlanet.com.ar.

Aunque la palabra Pascua, y sus distintas derivaciones del latín, significa ‘pasar por alto’ o ‘pasar sobre’, en inglés la festividad se denomina Easter, un término que claramente proviene de antiguas divinidades femeninas vinculadas con la primavera, la fertilidad y el amor. Si bien esta etimología pertenece a la tradición anglosajona, para algunos investigadores revela un trasfondo pagano que no puede desligarse completamente de la celebración cristiana. De hecho, se trata de un simbolismo anterior al cristianismo que expresa, en esencia, la historia eterna de la resurrección, mucho más antigua que la de Cristo.

Según relata Manly P. Hall en su conferencia The Great Solar Symbol of the Messiah, Cristo representa una encarnación más del arquetipo del mesías solar —junto a otros héroes y semidioses— cuyas vidas reflejan (o son reflejadas por, he ahí el misterio) el recorrido del Sol a lo largo del año. De ahí que las grandes festividades religiosas del cristianismo y otras religiones solares coincidan, en líneas generales, con los equinoccios y solsticios. El Sol, como gran redentor, simboliza la energía que restaura la vida en la Tierra, renaciendo simbólicamente en la primavera, el inicio del año astrológico.

«Amanecer en el Océano», de Vladimir Kush, 2000.

«Amanecer en el Océano», de Vladimir Kush, 2000.

La Pascua, según lo establecido por el Primer Concilio de Nicea, se celebraba originalmente el primer domingo después de la primera luna llena posterior al 21 de marzo, o ese mismo 21 de marzo si coincidía con la luna llena. Esta determinación sugiere un evidente sincretismo religioso entre la figura de Cristo y las antiguas religiones mistéricas, asociadas a la fertilidad y al culto solar y lunar —siendo la luna, en ocasiones, símbolo de la diosa madre—. Esto revela, al menos, que en sus orígenes las grandes festividades religiosas buscaban emular los grandes procesos astronómicos: una «astroteología» compartida por diversas culturas.

Diosa, madre y amante

La palabra Easter parece derivar de la diosa Ostara o Eostre —de la misma raíz etimológica que «este», la dirección del amanecer—, una divinidad asociada con la primavera y el renacer en la tradición anglosajona. Este término está emparentado con el nombre de la antigua diosa babilónica Ishtar, adorada como Venus, la estrella del amanecer y del atardecer. Al aparecer en el cielo durante esos momentos liminales del día, Ishtar parece «amar la luz», es decir, se presenta como la consorte simbólica del dios solar, la manifestación masculina de la divinidad.

Este vínculo es significativo, ya que estas diosas representan el principio primordial de la feminidad, la Diosa Madre, que —como sostiene Robert Graves en La Diosa Blanca— es una deidad arquetípica capaz de manifestarse tanto como madre como amante.

Ishtar, además, ha sido identificada con la reina Semíramis, esposa del legendario rey rebelde Nimrod, quien según el relato bíblico habría construido la Torre de Babel.

En la mitología sumeria, Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios, Inanna se sincretiza con la diosa Ishtar.

En la mitología sumeria, Inanna era la diosa del amor, de la guerra y protectora de la ciudad de Uruk. Con la llegada de los acadios, Inanna se sincretiza con la diosa Ishtar.

En Sumeria, Ishtar es conocida como Inanna, esposa del rey pastor Dumuzi, también llamado Tammuz. Existen diversas variantes de esta historia, pero muchas culturas coinciden en que Nemrod-Tammuz-Dumuzi habría muerto trágicamente —en algunas versiones, despedazado por un jabalí salvaje; en otras, asesinado por Shem como castigo por su idolatría—. Su esposa, Ishtar-Inanna-Semíramis, habría descendido al inframundo para reunir sus partes y devolverle la vida. Este relato evoca de manera evidente el mito egipcio de Osiris, asesinado por su hermano Set y luego restaurado por su esposa, la diosa Isis, quien recompone su cuerpo —forjando un falo de oro con su voz para completarlo— y lo resucita, convirtiéndolo en el rey del Más Allá.

Pero no es solo Osiris quien guarda similitudes con Cristo: al examinar el culto a la Virgen María, también encontramos paralelismos con el culto a Isis. Ambas figuras comparten una simbología poderosa, la de la Diosa Madre, protectora, fértil y compasiva, cuyo culto fue absorbido y transformado en el proceso de evangelización llevado a cabo por la Iglesia Católica. Se trata de una continuidad simbólica que canaliza arquetipos ancestrales en nuevas formas de expresión religiosa.

horus-jesus

Según Manly P. Hall: «La Virgen madre, dando a luz al dios solar que el cristianismo tan fielmente ha preservado, es un vestigio de la inscripción en honor a su prototipo egipcio, Isis, que apareció en el Templo de Sais: "El fruto que he traído es el Sol"».

Isis, como María, es la madre del sol o del hombre que lleva consigo los principios de la iluminación.

¿El conejo o la coneja?

Siguiendo esta línea especulativa, conviene destacar que el conejo es un símbolo evidente de fertilidad, lo cual refuerza la idea de la Pascua como una festividad de tránsito primaveral, en la que la abundancia se invoca a través del rito y un entramado simbólico imposible de desvincular de la sexualidad. Eostre, la diosa del Este y del amanecer, se manifiesta bajo la forma de un conejo —¿la conejita eterna del erotismo sagrado?—, revelando así la dimensión sensual y vital de este arquetipo femenino.

Antigua estatua de la diosa Eostre. El conejo es símbolo de la reproducción y fertilidad.

Antigua estatua de la diosa Eostre. El conejo es símbolo de la reproducción y fertilidad.

Para ser justos, es necesario aclarar que la Pascua que conocemos hoy es una festividad eclesiástica, y por lo tanto, fundamentalmente latina. Es en la cultura anglosajona donde surge esta otra versión del festejo al traducir «Pascua» como Easter, acaso contaminando el término con ecos paganos o, según cómo se lo mire, enriqueciéndolo con una mayor gama de correspondencias mitológicas.

Logos de la luz

Esto nos permite releer la historia de Jesús —su muerte y resurrección— con una riqueza renovada de metáforas y matices, entendiéndola, más allá del dogma, como parte de un arquetipo ancestral de renacimiento: el del Sol y el del Hombre que se sacrifican, que mueren, que mudan de piel como la serpiente, para dar paso a una nueva etapa del ser. Ambos participan de la conciencia solar del universo.

Quizás —aventurándonos en una interpretación esotérica, conscientemente herética— ese renacimiento ocurre a partir de la Mujer: madre y amante, agua del fuego en el horno de la alquimia. Es ella quien, en cierto modo, da a luz a este nuevo ser, a esta nueva forma de ser, a esta nueva era: el Hombre que se diviniza, que se vuelve como el Sol, su padre.

Es una historia que se encuentra en el núcleo de los antiguos misterios, y que, tal vez, continúa ocurriendo. Que sigue reencarnando con el ciclo de las estaciones, y que posiblemente esté sucediendo ahora mismo, en el interior de cada ser humano, aunque el entendimiento se haya perdido.

Por Alejandro Martínez Gallardo.

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 1 comentario
Comentarios
Abr 14, 2017
14:12
#1 HORACIO..:

un link....que amplia los origenes de por que el huevo de pascua...pd: solo leyendo la palabra " arquetipo " ya sabes que el tipo esta en astrologia y diversas ramas misticas..saludos...http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/cultura/pascuas/

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