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¿Y si el relato bíblico de Adán y Eva no fuera una historia original, sino la culminación de antiguas tradiciones mitológicas que codificaron el conocimiento astronómico en forma de narrativa?
En lugar de ser una revelación divina, el Génesis podría representar el antiguo intento de la humanidad por preservar la sabiduría celestial a través de los relatos. Los mitos de la creación habrían servido como vehículos culturales para transmitir un conocimiento basado en las estrellas de generación en generación. Este artículo rastrea las raíces de la historia a través de fuentes mesopotámicas y paralelos en mitos griegos e hindúes para revelar los fundamentos astronómicos del mito de Adán, Eva y la serpiente.
El relato del Jardín del Edén es, en muchos sentidos, un eco de historias mucho más antiguas, concebidas por culturas profundamente inmersas en la astronomía, para las cuales el cosmos era el eje central de su sistema de creencias.
Las tradiciones mesopotámicas (sumerias, acadias y babilónicas) ya contenían elementos que más tarde resonarían en la historia de Adán y Eva. Existen claros paralelismos en temas como los primeros humanos, la creación a partir de arcilla, jardines paradisíacos, una serpiente y una prueba divina.
Impresión de un cilindro sello mesopotámico (sumerio o acadio, ca. III milenio a.C. - II milenio a.C.). La figura central es a menudo identificada como el dios sumerio Enki, dios de las aguas, la sabiduría y la creación.
Por otra parte, más allá de Mesopotamia, encontramos un paralelo sorprendentemente directo en la epopeya hindú Bhavishya Purana, donde se narra una historia protagonizada por Adama y Havyavati. El relato cuenta que el Señor Narayana anunció que ambos nacerían para propagar generaciones de mlecchas (extranjeros o bárbaros). En un bosque, bajo un Papa-Vriksha (árbol del pecado), la serpiente Kali-purusha los engañó y Adama comió el fruto prohibido del árbol.
Sin embargo, para este último caso, es crucial señalar que la datación de los Puranas sigue siendo incierta. Si bien existen inscripciones del siglo V d.C. que citan versos de estos textos, los académicos argumentan que son compilaciones fluidas y estratificadas que desafían una datación precisa, lo que dificulta establecer una línea de influencia directa.
La clave para descifrar el relato del Génesis se encuentra en el cielo nocturno. El Árbol del Conocimiento del Edén puede interpretarse como una metáfora del Polo Norte Celestial (PNC), el eje sobre el cual parece girar todo el firmamento.
La serpiente corresponde a la constelación de Draco, que se enrosca perpetuamente alrededor de este polo cósmico.
Entre aproximadamente el 1700 a.C. y el 300 d.C., dos estrellas, Kochab (β Ursae Minoris) y Pherkad (γ Ursae Minoris), actuaron como estrellas polares gemelas, siendo conocidas como los «Guardianes del Polo». Este período coincide de manera fascinante con la evolución del relato de Adán y Eva, desde su transmisión oral hasta su forma escrita definitiva y posterior interpretación teológica.
Kochab, la estrella más brillante (magnitud aparente +2.07), puede asociarse con Adán, la figura más prominente en el Génesis.
Pherkad, la más tenue (magnitud aparente +3.05), correspondería a Eva.
Juntos, observan el árbol cósmico mientras Draco, la serpiente, se enrosca a su alrededor. La cronología es reveladora:
Este ciclo celestial no es estático. La precesión de los equinoccios, un ciclo de 26.000 años, cambia lentamente la estrella que marca el polo. Antes de los Guardianes, alrededor del 2700 a.C. (la era de las pirámides y de las grandes culturas mesopotámicas), la estrella polar era Thuban (α Draconis), una estrella de la propia constelación de la serpiente. Cada era estelar inspiró su propia mitología.
Un último paralelo proviene de la mitología griega. En uno de sus doce trabajos, Heracles (Hércules) debe obtener las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, que estaba custodiado por el dragón-serpiente Ladón. Esta imagen mítica probablemente influyó en la asociación posterior de la cultura europea con las manzanas en la historia del Edén, a pesar de que el Génesis nunca menciona una manzana, refiriéndose únicamente al «fruto» del árbol.
En conclusión, la historia de Adán y Eva está lejos de ser una narración aislada. Es la culminación de una larga tradición de creación de mitos arraigados en los cielos. Desde los humanos de arcilla mesopotámicos y las serpientes que roban la inmortalidad, hasta el paraíso de Dilmun y las espirales celestiales de Draco, los temas de la creación, la tentación y la pérdida de la vida eterna se escribieron primero en las estrellas. El Génesis, entonces, puede ser visto no como una revelación original, sino como una herencia cultural: una alegoría astronómica que preserva el más antiguo intento de la humanidad por anclar su sentido de existencia en los majestuosos movimientos del cosmos.
Referencias:
Edición: MP.
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