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Arqueólogos mexicanos han descubierto una segunda subestructura dentro de la pirámide maya de Kukulcán, en Chichén Itzá. Datada entre el 550 y 800 d.C., mediría 13 metros de alto y hasta 18 de base.
En conferencia de prensa, los investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México y del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), comentaron que los exámenes geofísicos aplicados a la también llamada Pirámide de El Castillo —también llamada Kukulcán—, revalidan además la presencia de un antiguo cenote bajo el templo, cuyo descubrimiento fue anunciado en agosto de 2015.
Los investigadores usaron una tecnología innovadora a nivel mundial desarrollada por ellos mismos, que se vale de herramientas comerciales y no invasivas de exploración geofísica, para colocar detectores eléctricos alrededor de la pirámide y transmitir corriente para «iluminar» el interior del templo y obtener datos como la diferencia de potencial y la resistividad del subsuelo.
El análisis de los cambios en las propiedades físicas subterráneas, así como un examen en 2D desde una escalinata interna localizada arqueológicamente en 1931, les permitió trazar las dimensiones de una segunda subestructura en el costado sureste de la pirámide, que aproximadamente mediría 13 metros de alto, por 12 metros en dirección sur-norte y 18 en dirección este-oeste.
Al hablar acerca de la trascendencia de este hallazgo, la arqueóloga Denisse Argote aseveró en un comunicado que por medio de los nuevos datos, podrá conocerse más de la primera etapa monumental de Chichén Itzá, aquella cuando los «mayas puros», es decir, sin contacto aún con civilizaciones extranjeras del actual centro de México, iniciaron la edificación de templos y edificios con alturas mayores a los cinco o diez metros de altura.
Al igual que otros sitios arqueológicos prehispánicos, la pirámide original y otras construcciones de la urbe, fueron cubiertas durante una segunda etapa habitacional, entre los años 800 y 1000 d.C., y nuevamente por la tercera y actualmente visible etapa, desarrollada entre los años 1050 y 1300 d.C.
«Estas fases constructivas se deben a múltiples factores, desde la renovación en los grupos de poder hasta el deterioro natural de los edificios, sin embargo, los constructores se limitaban a rellenar y cubrir los templos antiguos ya que, justamente, se trataba de lugares sagrados que no podían destruirse pues eran necesarios para mantener el contacto con sus mundos espirituales», explicó Argote.
Otra teoría manejada por los especialistas es que, dada la mayor cercanía de esta segunda subestructura, con la ubicación del estanque en el subsuelo, los primeros habitantes de la ciudad conocían la existencia de dicho cuerpo de agua, al cual no únicamente veían como elemento clave para su subsistencia agrícola, sino como una representación cosmogónica del origen de la vida y, a la vez, del inframundo.
Señalaron por último que la confirmación geofísica tanto del cenote como de la segunda subestructura, podría guiar a futuros trabajos de exploración arqueológica para ubicar el acceso al adoratorio primigenio de la zona. Una opción idónea para lograrlo, indicaron, sería estabilizar y usar el túnel abierto en 1931, con el fin de no exponer la pirámide a daño alguno.
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1 comentario
7:04
los mayas siempre son noticia, nunca vamos a saber todo lo que significo esa cultura que desapareci sin dejar rastros, solo algunos quedaron en el planeta, de toda una razza que hizo estas cosas maravillosas
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