En 1945, arqueólogos que excavaban un sepulcro nativo americano de 2000 años de antigüedad en Havana (Illionis, EE.UU.), hicieron un peculiar descubrimiento: 22 cuentas de metal confeccionadas a partir esquirlas de un meteorito. Desde entonces, los científicos se han preguntado sobre la identidad de la roca espacial responsable por los fragmentos de metal. Ahora, gracias a un nuevo estudio, se ha encontrado fuerte evidencia que apunta a un meteorito conocido como Anoka, que cayó antaño a la Tierra a más de 700 kilómetros de distancia del lugar del hallazgo arqueológico, en Minnesota.

Las cuentas del collar son del tamaño de un dado.

Las cuentas del collar son del tamaño de un dado.

Las cuentas del exótico collar pertenecieron a un integrante de la élite de la cultura Hopewell, conocida por sus elaborados montículos de tierra y el uso de materiales foráneos, dice el artículo publicado esta semana en Nature.

A pesar que estudios previos habían descartado la lluvia de fragmentos metálicos producto del meteorito Anoka como posible fuente, el análisis reciente de un trozo de esta roca espacial —descubierto en 1983— ha ofrecido indicios convincentes de haber sido el cuerpo progenitor de las esquirlas a partir de la cuales los aborígenes elaboraron la artesanía. El método utilizado para llegar a esta conclusión fue una espectrometría de masas.

Fragmento del meteorito de Anoka.

Fragmento del meteorito de Anoka.

Así, los científicos hallaron que tanto el fragmento de meteorito como las cuentas del collar tenían composiciones iguales. Ambos, por ejemplo, contenían diminutos trozos de hierro enriquecido con níquel.

«Hace 2000 años, bienes e ideas se movieron cientos de kilómetros a lo largo del este de Norteamérica», sentencia Timothy McCoy, co-autor del estudio y curador en el Museo Nacional de Historia Natural en Washington DC, en referencia a la gran distancia a la que cayó el meteorito de donde provino el material para el collar.

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Los investigadores dicen que el hierro utilizado en las cuentas fue probablemente recolectado por el grupo Hopewell de Trempealeau e intercambiado luego con el grupo Hopewell de Havana, donde fueron manufacturados.

El meteorito analizado también tenía trazas de schreibersita, un frágil mineral que habría permitido que se partiera en pequeñas piezas metálicas. Los intentos de replicación del proceso de manufactura de las cuentas efectuados en el laboratorio, apoyan esta última hipótesis.

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