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A pesar de haber transcurrido más de tres mil años desde que la «ira de Yahvé» azotara el país de los faraones, se sigue debatiendo sobre la naturaleza real de las célebres diez plagas que se describen en el Éxodo.
En el segundo milenio a.C., una serie de catástrofes azotaron la civilización egipcia durante el periodo conocido como Imperio Nuevo. Los registros talmúdicos y bíblicos de esas catástrofes se refieren a ellas como las diez plagas de Egipto. Y así, Éxodo 7,14-12 y 41 nos ofrece la narración en prosa; Salmos 77,43-51 y 104,28-36 es un compendio poético y Sabiduría 16-18, una descripción más libre. Según estos textos, las plagas fueron enviadas sobre el faraón y sus súbditos egipcios como castigo por haber esclavizado a los israelitas, entonces liderados por Moisés.
Con los datos actuales parece plausible fechar las plagas bajo el reinado de Ramsés II (aprox. 1290-1224 a.C.), último faraón de la XIX Dinastía. Moisés habría vuelto a la corte en este mismo periodo, después de su huida al país de los madianitas (Éxodo 2,11-15), donde se le apareció Yahvé (Éxodo 3) para encomendarle la misión de de volver la libertad a los hijos de Israel y conducirlos hacia Canaán (la tierra prometida).
En el libro del Éxodo se nos presenta a un Yahvé vengativo y sanguinario que se complace en machacar una y otra vez (hasta diez) a los enemigos del pueblo hebreo. Más curioso todavía es su incomprensible complacencia por complicar aún más las cosas: «Y dijo el Señor a Moisés: "Mira, yo te he constituido Dios del faraón; y Aarón, tu hermano, será profeta tuyo. Tú le dirás a Aarón todas las cosas que yo te mando y él hablará al faraón para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel. Más yo endureceré su corazón y multiplicaré mis prodigios y portentos en la tierra de Egipto; y no ha de escucharos. Pero yo extenderé mi mano sobre Egipto y sacaré al ejército y pueblo mío, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, a fuerza de grandes castigos"» (Éxodo 7,1-5).
Este extracto del Éxodo muestra bien a las claras que Yahvé endurece deliberadamente el corazón del faraón para que éste no escuche las palabras de Moisés y Aarón y poder así desplegar todo su terrible poder contra el pueblo egipcio, tal como se detalla a continuación.
En resumen, las plagas con las que Yahvé azotó Egipto fueron las siguientes:
Las causas e interpretaciones de las diez plagas de Egipto han fascinado durante siglos a teólogos, historiadores, egiptólogos, científicos, médicos y hasta compositores musicales.
Más recientemente, modernas disciplinas científicas —como la Epidemiología (el estudio de la ocurrencia de enfermedades en poblaciones humanas), la Epizootiología (el estudio de la ocurrencia de enfermedades epidémicas en animales), la Entomología (el estudio de los insectos), la Microbiología (el estudio de los microbios) y la Toxicología (el estudio de los efectos de los venenos)— han intentado explicar las causas exactas de algunas de esas plagas.
La revisión de los textos antiguos a la luz de la información contemporánea sobre los factores medioambientales y las causas de las enfermedades, han permitido interpretar nuevamente esta serie de tempranas catástrofes de salud pública. Desde este punto de vista, las diez plagas de Egipto descritas en el libro del Éxodo no serían sino el primer ejemplo escrito en un documento histórico de lo que hoy podría calificarse como «infecciones emergentes».
Las plagas son, en parte, acontecimientos considerados característicos de Egipto (ranas, mosquitos, tinieblas producidas por tempestades de arena), sucesos ordinarios en Oriente (langostas) y fenómenos peculiares de Palestina (pedrisco). Las primeras nueve plagas pueden, por tanto, ser explicadas como fenómenos naturales ocurridos como resultado de una anormal inundación del Nilo entre julio y marzo... El Nilo convertido en sangre podría reflejar el hecho de que sus aguas arrastraran tierra roja en suspensión desde las tierras de Etiopía. Posteriormente, como consecuencia, el río debió polucionarse y las ranas infestaron las orillas en busca de cobijo. Los mosquitos y las moscas pudieron encontrar un caldo de cultivo ideal en las charcas dejadas atrás por la retirada de las inundaciones.
Bajo esta óptica naturalista, la mortandad animal podría atribuirse a una epidemia de ántrax propagada por insectos, mientras que las lluvias de langostas podrían obedecer a alguna clase de torbellino que las arrastró desde Sudán y Etiopía hasta el Nilo; por no hablar de los días de oscuridad, posiblemente provocados por un khamsin —viento del desierto— de tremendas proporciones. Ahora bien, ¿pudo haber modificado la naturaleza Yahvé para sus propósitos?
Y aunque es imposible responder a esa cuestión, no es menos cierto que la décima plaga sí parece, sin embargo, una intervención no natural, completamente artificial. Porque la muerte de los primogénitos no puede ser explicada por fenómenos naturales (sobredimensionados unos y fuera de tiempo otros) que, además —vaya «casualidad»—, sólo afectaban a los egipcios, dejando indemnes a los hebreos. Antes bien, cabe ver en ella la postrer manifestación de un poder de destrucción selectivo y fatalmente certero, guiado por una mano que asesina a sangre fría a los más inocentes de entre sus enemigos.
Explicaciones alternativas, como la del escritor W. Raymond Drake sugieren que las nueve primeras plagas pudieron deberse a los efectos de una guerra química y bacteriológica. De ser así, el «poder divino» de Yahvé debería reinterpretarse como un «poder» tecnológico y científico sin precedentes en aquella época. En definitiva, a pesar de tantos siglos de especulación y estudio, las interrogantes fundamentales aún persisten.
Como ya se ha mencionado, todos los exégetas fallan en explicar naturalmente la última plaga. Los motivos son varios, desde una incongruencia en fechas de catástrofes naturales registradas —como la erupción del volcán de la isla de Santorini que hipotéticamente podría haber provocado escapes de dióxido de carbono y de hierro cerca del Nilo— hasta la obvia imposibilidad que una plaga afecte solo a los primogénitos nativos de Egipto.
Y es que si nos basamos en lo que dice el Antiguo Testamento para sacar conclusiones, debemos tener en cuenta todos los elementos y no solo aquellos que convengan para una explicación prosaica.
Por ejemplo, en Éxodo 12 leemos que Yahvé ordena a los hebreos marcar sus puertas con la sangre de un cordero sacrificado para la ocasión, ya que de esta forma no entraría en sus casas para matar a sus primogénitos: «Yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Yahvé. Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto» (Ex.12,12-13).
Pero, ¿fue el propio Yahvé sediento de sacrificios, sangre y muerte quien se tomó el trabajo de asesinar selectivamente a los niños? Más adelante, en el mismo capítulo se nos aclara que el genocida es alguien —o algo— a las órdenes de Yahvé: «Porque Yahvé pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Yahvé aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir» (Ex.12,23).
¿Quién o qué es el «heridor»? ¿Acaso un ángel exterminador de la misma familia de aquellos que sentenciaron el destino de Sodoma y Gomorra o de los que lucharon batallas masacrando a miles de hombres en una sola noche? ¿O puede ser que el «heridor» fuera una especie de arma a control remoto que le permitía a Yahvé o a sus «ángeles» ejecutar a distancia a los primogénitos? ¿Drones homicidas en tiempos bíblicos? La idea parece descabellada, empero, explicaría satisfactoriamente la matanza selectiva sin perder la coherencia, más si tomamos en consideración los «artilugios tecnológicos» con los que, de ahí en más, Yahvé mantendría y defendería a su «pueblo elegido». Después de todo, como bien decía el escritor británico Arthur C. Clarke, «cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia»... y, en este caso, de la divinidad.
Por Carmen Quintana.
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6 comentariosLes mando el versículo correcto.
3 En cuanto a mí, yo dejaré que se haga obstinado el corazón de Faraón, y ciertamente multiplicaré mis señales y mis milagros en la tierra de Egipto
Incorrecto:
Más yo endureceré su corazón y multiplicaré mis prodigios y portentos en la tierra de Egipto; y no ha de escucharos.
Responder@Marlon: No es incorrecto o correcto, simplemente una traducción diferente que dice exactamente lo mismo.
Respondermuy interesante tus articulos gracias por subirlos
te recomiendo que veas los videos del canal historiasymisterios en youtube tiene video interesantes que quizas puedas publciar aqui asi no tengo que entrar a mas sitio ya que veo que tienes todo aqui
Interesante , aunke yo relacionaría estas plagas a eventos espaciales adaptados a la conveniencia de algunos pocos..
ResponderEs muy tirste cuando las personas no quieren conocer a Dios; como le sucedio al Faraon, que por su orgullo de querer enfrentarse termino perdiéndolo todo.
Ustedes que quieren hacer ver a un Dios sanguinario deben saber que si no se arrepienten moriran
15:28
Interesante el análisis para leerlo detenidamente con las citas Bíblicas
Responder