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Por primera vez en la historia, el telescopio espacial James Webb de la NASA ha logrado capturar la actividad auroral en Neptuno con un nivel de detalle sin precedentes. Este fenómeno ocurre cuando partículas energéticas, generalmente provenientes del Sol, quedan atrapadas en el campo magnético de un planeta y colisionan con su atmósfera superior, generando un resplandor característico.
A la izquierda, una imagen en color mejorado de Neptuno tomada por el telescopio espacial Hubble de la NASA. A la derecha, esa imagen se combina con datos del telescopio espacial James Webb de la NASA. Crédito: NASA, ESA, CSA, STScI, Heidi Hammel (AURA), Henrik Melin (Universidad de Northumbria), Leigh Fletcher (Universidad de Leicester), Stefanie Milam (NASA-GSFC).
Si bien misiones anteriores, como el sobrevuelo de la sonda Voyager 2 en 1989, habían sugerido la presencia de auroras en Neptuno, su confirmación visual había eludido a los astrónomos durante décadas. Con la capacidad infrarroja del Webb, los científicos finalmente han podido obtener imágenes claras de estas auroras, marcando un hito en el estudio de los planetas gigantes de nuestro sistema solar.
«Lograr captar la actividad auroral en Neptuno con tal nivel de claridad fue impactante. No solo las vimos, sino que también pudimos observar su estructura con un detalle impresionante», declaró Henrik Melin, investigador principal del estudio publicado en Nature Astronomy.
El descubrimiento se realizó en junio de 2023 con el espectrógrafo de infrarrojo cercano (NIRSpec) del Webb. Además de capturar las imágenes del planeta, los astrónomos obtuvieron un espectro detallado que permitió caracterizar la composición y medir la temperatura de la ionosfera de Neptuno. En este proceso, detectaron una fuerte emisión del ion trihidrógeno (H3+), un marcador clave de la actividad auroral en planetas gigantes como Júpiter y Saturno.
A diferencia de la Tierra, Júpiter o Saturno, donde las auroras se localizan en los polos magnéticos, las auroras de Neptuno aparecen en latitudes medias del planeta, aproximadamente a la altura de Sudamérica en la Tierra. Esta peculiaridad se debe a la inclinación extrema del campo magnético de Neptuno, descubierto por la Voyager 2 en 1989, que está desviado 47 grados respecto al eje de rotación del planeta. Como resultado, las interacciones magnéticas que generan las auroras ocurren lejos de los polos tradicionales.
Las observaciones de Neptuno con el instrumento NIRSpec del Webb. Crédito: H. Melin et al., Nature Astronomy, 2025.
Otro hallazgo sorprendente del estudio fue la drástica disminución de la temperatura en la atmósfera superior de Neptuno en comparación con los registros de la Voyager 2.
«Nos sorprendió descubrir que la temperatura en 2023 era apenas la mitad de la registrada en 1989», afirmó Melin. Este enfriamiento extremo podría explicar por qué las auroras de Neptuno han sido tan difíciles de detectar en el pasado: una atmósfera más fría genera auroras más tenues.
Los científicos planean continuar observando Neptuno con el Webb durante un ciclo solar completo de 11 años para comprender mejor la influencia del campo magnético solar en el planeta. Además, estos descubrimientos refuerzan la necesidad de equipar futuras misiones a Neptuno y Urano con instrumentos sensibles al infrarrojo para continuar explorando sus misteriosas atmósferas.
El Webb, una colaboración entre la NASA, la ESA y la CSA, sigue revolucionando la astronomía, desentrañando los secretos de nuestro sistema solar y el universo en su conjunto. Este hallazgo de auroras en Neptuno es solo el comienzo de una nueva era de exploración de los gigantes de hielo.
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