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Los investigadores descubrieron que esta pieza de oro fue elaborada entre 1519 y 1520, cuando los objetos de oro del tesoro azteca fueron fundidos en barras para facilitar su traslado a Europa.
Le dicen tejo de oro porque más que un lingote, parece el fino contorno de una panza contenta. Una lámina curvada de casi dos kilos, hallada hace 40 años en una acequia enterrada de la vieja Tenochtitlán. Expuesta desde hace décadas en el Museo Nacional de Antropología de Ciudad de México, un estudio elaborado por un equipo de arqueólogos prueba ahora lo que se suponía desde hacía años: que el tejo fue parte del botín que los conquistadores españoles trataron de llevarse de la capital mexica en su huida en junio de 1520, durante la fatídica —o gloriosa, según quien lo cuente— Noche Triste.
«Tenemos mucha información de la presencia de Hernán Cortés en Tenochtitlán, pero no hay evidencias materiales. El tejo es una de las pocas», dice Leonardo López Luján, director del proyecto Templo Mayor y uno de los autores del estudio. «En el museo hay un peto que dice "Alvarado", y se supone que es de Pedro Alvarado, uno de los capitanes de Cortés. Pero no hay armas, arcabuces, nada».
El tejo es pues una pieza única. Fea, desde luego. Vulgar. Pero única, inspiradora. No existe en la historia de la guerra hispano-mexica un artefacto que despierte elucubraciones como lo hace el tejo: ¿cómo llegó a la acequia? ¿Se le cayó a un español, se le resbaló del sudor durante la huida? ¿Se dio cuenta, consiguió huir, vivió?
López Luján explica que usaron una técnica denominada «análisis por fluorescencia de rayos-X» que identifica las proporciones de oro, plata y cobre en una pieza de metal. Estudiaron todos los objetos de oro que han aparecido en el entorno del centro de Tenochtitlán y se dieron cuenta de que la composición del tejo se parecía a la de otros objetos rescatados allí; de hecho, descubrieron que era muy similar a otras piezas de oro que los arqueólogos ubican temporalmente en los años inmediatamente anteriores a la llegada de los españoles a la urbe mexica.
Antes de su victoria final, la alianza de Cortés con Tlaxcala y otros pueblos sufrió una derrota contra los mexicas. Viendo lo que se les venía encima, los españoles fundieron todo el oro que encontraron en la ciudad y salieron corriendo por una de las calzadas que comunicaba la isla de Tenochtitlán con tierra firme.
Los arqueólogos asumen que el tejo fue víctima de la huida. López Luján especula que algún soldado podría haberlo cargado junto a la barriga, bajo la armadura, lo que explicaría también la forma de la pieza. «Al fin y al cabo, el oro es un material muy maleable».
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