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Se llama Stanton Friedman y es un afamado físico nuclear, pero todo el mundo lo llama Mister Ovni. Su investigación sobre el film de la autopsia ET en una entrevista exclusiva.
Friedman no sólo trabajó para General Electric, Westing-house, General Motors y otras fábricas de sistemas de propulsión espacial, sino que dedicó más de veinte años al estudio de los ovnis. Dio conferencias en más de seiscientas universidades, aparece en congresos y programas de tevé especializados, es consultor gubernamental, autor de cinco libros y productor de una docena de videos sobre el tema, y lanzó un CD-ROM interactivo titulado Ovnis: la historia real.
Su título, Crash at Corona, ya vendió más de 120.000 ejemplares en los Estados Unidos, éxito explicable por ser lo que los expertos denominan “el libro definitivo sobre Roswell”. Friedman estudió el caso durante más de diez años y pasó largos períodos en Nuevo México, rescató una docena de expedientes ultrasecretos públicos y privados, entrevistó a más de cien testigos y familares, y llegó a una conclusión revolucionaria: “La nave extraterrestre y sus ocupantes existieron, y el gobierno norteamericano ocultó la verdad durante casi medio siglo”.
Apenas la empresa británica Merlin Group y su presidente, Ray Santilli, divulgaron secuencias del filme de la supuesta autopsia de los cuatro extraterrestres rescatados de dos discos voladores en Corona, Friedman contactó a Santilli, indagó fuentes serias y habló con el anónimo camarógrafo que habría tomado la película original. Y luego compartió esa investigación y realizó el análisis del filme documental ante un corresponsal de la revista Conozca Más en los Estados Unidos, quien viajó a Fredericton, Canadá, para realizar esta entrevista:
— Friedman, ¿estamos ante un documento increíble o una maniobra comercial?
— Es prematuro dar una opinión categórica, pero sospecho que aquí hay gato encerrado. Por lo pronto, ni yo ni nadie ha visto aún la película entera, que supuestamente dura 91 minutos. La Merlin organizó una premiére en Londres, donde se mostraron partes del filme, del que algunas revistas levantaron las fotos que hoy circulan por el mundo. Curiosamente, a esa función privada fueron invitadas unas sesenta personas, pero ningún experto o estudioso del caso Roswell. Ésas y otras secuencias, generalmente separadas, desfilan ya internamente por algunas cadenas televisivas europeas y americanas, que las están analizando. Además, quienes vieron unos fragmentos no se les mostraron los otros y viceversa. Hay muchas cosas raras aquí...
— ¿Qué está insinuando, Friedman?
— Si la brújula de Santilli estuviera orientada hacia la verdad científica antes que a embolsar millones, hubiera procedido de otra manera y no hubiera abierto tantos paraguas para protegerse de posibles juicios.
— ¿Qué paraguas?
— En el formulario que la empresa distribuyó por fax para comprar el video, por ejemplo, aparecen tres advertencias. Una dice que aunque está comprobado que el celuloide original fue fabricado en 1947, “hoy no podemos garantizar que el contenido fue filmado el mismo año”. Otra establece que aunque los informes médicos sugieren que “la criatura mostrada no es humana, esto no puede ser verificado”. La tercera está dirigida a las estaciones televisivas, alertándolas de que el celuloide no tiene calidad de transmisión. Además, la información que me proveyó Santilli sobre el cameraman y el film es muy contradictoria...
—¿Por qué?
— Primero habló de quince rollos de diez minutos cada uno, luego de catorce rollos de siete minutos, y al final de dieciséis rollos de tres minutos. Además, cuando le pregunté el nombre del camarógrafo, se negó a dármelo alegando razones de seguridad: como el cameraman filmó eso para el ejército y se guardó una copia sin autorización, no sabe si tiene el derecho legal de vender o no el material. Y el tema de copia también me suena a fantasía.
— Explíquese, Friedman.
— Mire, así hablemos de catorce, quince o dieciséis rollos de película, ni yo ni ninguno de los expertos de Roswell podemos imaginar cómo hizo el camarógrafo para esconderlos de los agentes de seguridad que custodiaban la base en aquel momento. Y luego sacarlos de allí sin ser visto... Hay que tener en cuenta que esa cantidad de rollos es un bulto muy grande. ¿Cómo no lo vieron?
— ¿Qué sabe del camarógrafo?
— Según Santilli, sus iniciales son J.C., tiene más de 80 años y no está bien de salud. Primero me dijo que vivía en Cleveland, Ohio, y luego en Orlando, Florida. Y últimamente leí en un medio británico que lo “mudaron” a Cincinatti, Ohio. Le insistí a Santilli que me diera el nombre completo para chequear su presencia en el libro Crossroads del ejército, donde figuran todos los funcionarios bajo control de seguridad del Escuadrón 509, donde habría estado trabajando el camarógrafo, pero me dijo que era imposible revelarlo.
— Pero de todos modos usted habló con el camarógrafo, ¿no?
— Hablar con alguien, hablé. Pero no sé si era él, porque él me llamó a mí. Bien pudo haber sido alguien que se hizo pasar por el camarógrafo, ¿no?
— ¿Qué destacaría de ese diálogo telefónico?
— El hombre tenía voz de viejo. Interrumpía su dicción a cada rato con fuertes ataques de tos y reconoció haber recibido 100.000 dólares de anticipo de la Merlin por los derechos del filme. Insistió en que los había aceptado porque quería hacerle un regalo de casamiento a su nieta, y se negó a recibirme en persona alegando motivos de salud y de seguridad, ya que su abogado aún estaba estudiando los vericuetos legales sobre si podían o no vender esa película.
— ¿Cómo interpreta usted todo esto?
— La verdad es que el tipo no me sonó creíble. Entre otras cosas muy dudosas, me dijo que el superior que le había ordenado en Washington viajar a Dallas para filmar la autopsia del extraterrestre era un tal general McMullan. Le pregunté el nombre de pila y respondió que no se acordaba, le exigí la ortografía del apellido y no la sabía...
— ¿Y no dijo cómo el Merlin Group lo encontró a él y la película?
— Sí. Fue por casualidad. La Merlin rastreaba en los Estados Unidos filmes de viejos rockeros como Bill Haley y Elvis Presley, y alguien les recomendó ese camarógrafo, que en los años 50 había trabajado para la Universal News. Se entrevistaron con él y le compraron parte de su stock rockero. Y en esa misma oportunidad, hace unos tres años, el camarógrafo les preguntó si no estarían interesados en un filme de la autopsia de un ET. Lo vieron y se entusiasmaron, claro. Luego Santilli se asoció con el sello discográfico Polygram, que mandó al ejecutivo Gary Schöefield a entrevistar al camarógrafo y a ver el filme. Schöefield salió convencido de que era genunio y recomendó a Polygram que lo comprara. Después la Polygram se retiró del proyecto porque no había pruebas científicas de autenticidad, y Santilli siguió adelante con otros inversores.
— ¿Se hicieron pruebas de emulsión del celuloide?
— Según Santilli, sí. Alega que llamó a la Kodak y que le pidieron que les leyera los códigos marcados en el original, tras lo que dedujeron que el celuloide podía ser de los años 1927, 47 o 67. Santilli me dijo también que había sacado pedacitos del comienzo y el final del celuloide original, y que análisis posteriores en Gran Bretaña concordaron con la estimación de Kodak. Pero yo tomo con pinzas toda la información provista por Santilli, ya que al menos lo pesqué en una gran mentira...
— ¿Cuál?
— Santilli me dijo que la mejor prueba de autenticidad del material era la presencia del presidente americano Harry Truman en la autopsia, quien en ese momento estaba en Dallas. Me pareció raro, pero preferí investigar el dato por mi cuenta. Me pasé dos días en la Biblioteca Truman de Washington, donde me dieron el itinerario de todos sus traslados afuera de la ciudad durante su presidencia, y no encontré ningún rastro de su estadía en Dallas entre julio y septiembre del ‘47.
— ¿Le dijo esto a Santilli?
— ¡Claro! Y entonces él me dijo que en realidad la autopsia se había hecho en junio del ‘47, y que por eso yo no lo había encontrado en los registros de julio. Volví a chequearlo y tampoco hallé nada sobre Truman, Dallas y junio... Cansado ya de tanta falsedad, le exigí a Santilli presentar pruebas de todo lo que decía. Hasta llegué a repartir una hoja a la entrada de la proyección del filme de la autopsia en Londres, donde lo desafiaba a un debate público. Jamás me contestó y no supe más de él. Mis amigos me dicen que está muy enojado conmigo por dudar de su seriedad. No es problema mío. Los científicos tenemos la obligación de poner la verdad por encima de la autoridad y la comercialización.
— ¿Cuáles son las pruebas que usted pedía para elucidar la autenticidad de la película?
— Marca y modelo de la cámara empleada. Tipo de película utilizada y fechas reales de filmación. Informe por escrito de Kodak determinando la antigüedad del celuloide. Copia del recibo de los 100.000 dólares por derechos del filme, nombre completo y documentación de retiro del camarógrafo militar. Papeles que en el ejército norteamericano figuran con las siglas DD 214. Copia de las órdenes militares recibidas por el camarógrafo y nombre de los superiores que le ordenaron filmar la supuesta autopsia del ET.
— ¿Santilli o alguien de la Merlin ofreció alguna de esas pruebas?
— Jamás.
— Pasemos ahora a las imágenes de la película en sí. ¿En qué coinciden o difieren de lo expresado por los testigos oculares?
— Según el testimonio de Gerald Anderson y otros testigos, los ET tenían cuatro dedos, pero en la película aparecen con seis. Y las criaturas eran flacas, pequeñas y con cabeza desproporcionadamente grande, mientras que las del filme lucen gordas y de cabeza chica. Según la enfermera militar que asistió a la autopsia real y le contó los detalles al funebrero Glenn Dennis, los antebrazos de las criaturas eran más largos que los brazos, lo que difiere completamente del ser humano. En cambio, la película revela un antebrazo en proporción con el brazo, como en los humanos. Además, la boca del filme parece más grande que la que recordaron los testigos, y los ojos reales eran mucho más grandes que los que vimos en escena. El ET del filme tiene nariz, mientras que los testigos dicen que los reales apenas tenían dos orificios para respirar. Ah, y los símbolos también son diferentes...
— ¿Qué símbolos?
— En la película aparecen unos símbolos que, según Santilli, pertenecen a un abecedario extraterrestre. Le pedí que me los enviara para analizarlos y... me los mandó. Los sometí al juicio de varios antropólogos, lingüistas y caligrafistas, y la conclusión fue que los jeroglíficos del film son muy similares a los de civilizaciones de la Tierra, especialmente la griega, mientras que los reales son muy diferentes y nadie pudo asociarlos con alfabetos humanos.
— Pero, ¿y cuáles son los símbolos “reales”?
— Nadie los vio, pero surgen de los dibujos del teniente coronel Jesse Marcel en estado de hipnosis. Marcel fue el primer militar enviado por Washington en llegar a Corona, donde días antes se había estrellado la nave extraterrestre. Marcel encontró allí unas varas flexibles y livianas como la madera balsa, a las que trató infructuosamente de doblar, quebrar y quemar, junto a una suerte de papel de aluminio que tampoco pudo quemar, agujerear ni doblar aunque era extremadamente liviano y flexible. Ya retirado del ejército y bajo hipnosis, Marcel dibujó los símbolos que vio en esas varas, que describió de colores púrpura y azul. En base a esos dibujos, mandé fabricar réplicas de las varas y las repartí entre lingüistas de todo el mundo, que llegaron separadamente a la misma conclusión: ninguno de esos símbolos son de civilizaciones humanas antiguas o modernas.
Esta es la conclusión central de Stanton Friedman tras ver un fragmento de 25 minutos de la película que muestra la autopsia de un supuesto extraterrestre:
— Vi el filme en una proyección privada de la red televisiva Fox de Washington, junto a varios expertos del caso Roswell, el físico óptico Bruce McCabbee, del Laboratorio de Investigación Naval, y un médico militar. Y coincidimos en que la criatura que se ve en el filme no es extraterrestre, sino el cadáver de una mujer que habría padecido el síndrome de Turner, una enfermedad que afecta a una de cada 2.500 mujeres.
Esta anomalía surge cuando falta un cromosoma X en la cadena genética, generando efectos laterales como pérdida de senos, acortamiento de estatura, retención de líquidos e hinchazón exagerada del vientre, al punto que parece que las mujeres están embarazadas. Otra característica de esta enfermedad es que las orejas, la nariz y los ojos se van hundiendo paulatinamente hasta casi ser absorbidos hacia adentro.
— Resumiendo, doctor Friedman, ¿cuál es su opinión final sobre esta película?
— Creo que la autopsia es real, pero no de un extraterrestre, sino de un ser humano de sexo femenino que murió por síndrome de Turner. Desde ese punto de vista, la película no es falsa. Lo que sí es falso es vincularla con los cuerpos extraterrestres hallados en Nuevo México.
Así llama Friedman al encubrimiento gubernamental de los dos discos voladores caídos en julio de 1947, y del hallazgo, traslado, autopsia y conservación en un lugar secreto de los cuatro cuerpos ET recuperados.
— El gobierno posee un mínimo de 400 documentos sobre ovnis que se niega a entregar alegando motivos de seguridad nacional. Lo curioso es que, forzado a mostrar algunos de ellos por el Freedom of Information, que lo obliga a publicar documentos confidenciales a los treinta años, éstos han sido entregados con tantas tachaduras que es imposible leerlos. Y Roswell ya es el acabóse. Después que la base militar local emitió un comunicado de prensa anunciando que el ejército había encontrado un plato volador y navegantes ET, Washington hizo desaparecer las pruebas y anunció que era sólo “un globo meteorológico”.
— Pero, ¿por qué el gobierno norteamericano quiere ocultar los ovnis y la vida extraterrestre?
— Para “proteger” a los ciudadanos del pánico y el suicidio masivo, dicen. Pero ojo, que cuando surja la verdad el pueblo dejará de confiar en sus gobernantes y ellos sufrirán un efecto boomerang. No veo por qué los terrestres debamos enloquecer al enterarnos de que existen los ET. La verdad siempre es mejor que la mentira para enfrentar cualquier situación, por más extraña y compleja que ella sea.
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1 comentario
10:42
al superior mcmullan lo nombran el filme roswell de 1994 y casualmente sin nombre de pila. alguna conexión? no es un poco raro? saludos
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