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¿Y si el universo fuera como un corazón que late, expandiéndose y contrayéndose? Esa es la idea detrás del llamado «Big Crunch», un posible final… y quizás un nuevo comienzo para todo lo que existe.
Durante mucho tiempo, los científicos creyeron que el universo se expandiría para siempre, alejándose eternamente hacia la oscuridad y el vacío. Sin embargo, un nuevo estudio desafía esta idea y propone un destino muy diferente: en aproximadamente 7.000 millones de años, el universo alcanzará su tamaño máximo y comenzará a contraerse, iniciando un proceso que culminará en un «Big Crunch», una gran implosión que pondrá fin a todo lo que existe.
La investigación fue realizada por físicos de la Universidad de Cornell, la Universidad Jiao Tong de Shanghái y otras instituciones internacionales, y se basó en datos recopilados por proyectos astronómicos como el Dark Energy Survey y el Dark Energy Spectroscopic Instrument (DESI).
Según el modelo desarrollado, el cosmos no continuará expandiéndose indefinidamente. En cambio, crecerá hasta ser aproximadamente un 69 % más grande que su tamaño actual dentro de unos 7.000 millones de años. A partir de ese punto, comenzará una lenta contracción que, después de otros 13.000 millones de años, desembocará en un colapso total dentro de unos 33.000 millones de años desde el Big Bang.
El motor detrás de este giro radical en la historia cósmica es la energía oscura, la misteriosa fuerza que representa aproximadamente el 70 % del universo y que, hasta ahora, se creía constante y responsable de su expansión acelerada.
El nuevo estudio sugiere que la energía oscura podría no ser una constante, sino algo dinámico que cambia con el tiempo. Los investigadores proponen un modelo que incluye una partícula hipotética llamada axión y la presencia de una «constante cosmológica negativa», una idea aún muy especulativa pero que explicaría por qué, eventualmente, la gravedad superaría la expansión y causaría la contracción del universo.
«Es como si fuera una gigantesca banda elástica», explican los autores. «Primero se estira, pero con el tiempo, la fuerza de esa elasticidad se vuelve más fuerte que la expansión misma y todo comienza a retroceder».
A pesar de lo impactante de la predicción, los propios científicos advierten que hay un gran margen de error, ya que los datos actuales sobre la energía oscura son limitados y la teoría de la constante cosmológica negativa aún no ha sido comprobada.
La buena noticia, por otra parte, es que este modelo podrá ser puesto a prueba en los próximos años gracias a nuevas misiones astronómicas que proporcionarán mediciones mucho más precisas sobre el comportamiento de la energía oscura. Esto permitirá confirmar, refinar o descartar la posibilidad de un Big Crunch con mayor certeza.
Aunque hablar del «fin del universo» pueda sonar alarmante, es importante recordar que estamos ante escalas de tiempo casi inconcebibles. El Sol, por ejemplo, agotará su combustible y morirá dentro de unos 5.000 millones de años, mucho antes de que la contracción cósmica siquiera comience. Además, nuestra galaxia, la Vía Láctea, chocará con Andrómeda dentro de unos 4.000 millones de años.
En definitiva, este nuevo estudio no solo ofrece una fascinante visión sobre el posible destino final del cosmos, sino que también representa un avance clave en nuestra comprensión de las fuerzas más profundas que rigen la realidad.
El futuro del universo, al parecer, sigue siendo un misterio... pero tal vez no por mucho tiempo.
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