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El CEO de OpenAI advierte que estamos cerca de perder nuestro lugar como la forma de inteligencia más avanzada del planeta.
«Estamos atravesando la singularidad tecnológica, y lo hacemos de forma sorprendentemente tranquila»... Así comienza el más reciente artículo publicado por Sam Altman en su blog personal, titulado The Gentle Singularity (‘La singularidad suave’), en el cual reflexiona sobre el vertiginoso avance de la inteligencia artificial (IA) y anticipa un futuro inmediato donde las transformaciones serán tan profundas como inevitables.
Según el empresario, la humanidad ya ha cruzado el «horizonte de eventos»: el punto de no retorno en la evolución de la IA. Aunque todavía no convivimos con robots caminando por las calles ni hemos alcanzado la cura de todas las enfermedades, ya existen sistemas más inteligentes que los humanos en diversas tareas específicas, capaces de amplificar exponencialmente nuestras capacidades.
«ChatGPT ya es, en muchos sentidos, más poderoso que cualquier humano que haya existido», afirma Altman.
En su visión, el avance no solo continuará, sino que se acelerará drásticamente. Mientras 2025 marca la llegada de agentes que realizan trabajos cognitivos complejos, como escribir código, 2026 traerá sistemas capaces de generar ideas innovadoras y, para 2027, podríamos ver robots realizando tareas físicas en el mundo real. Esta aceleración es posible gracias a un fenómeno clave: la IA impulsando el desarrollo de más y mejor IA. Altman lo describe como una «versión larval de la mejora recursiva automática», donde los sistemas actuales ya permiten avances científicos cada vez más rápidos.
— Sam Altman (@sama) June 10, 2025
El impacto económico también es enorme. El desarrollo de estas tecnologías ha iniciado una «reacción en cadena», donde cada avance genera infraestructuras que permiten avanzar aún más. Esto podría derivar en robots que construyen robots, e incluso centros de datos capaces de replicarse.
Una de las predicciones más radicales del CEO de OpenAI es que el costo de la inteligencia artificial podría acercarse al del consumo eléctrico. Por ejemplo, una consulta promedio a ChatGPT consume unos 0.34 vatios-hora, lo equivalente a encender una lámpara LED eficiente por dos minutos.
Pese al asombro, Altman destaca la capacidad humana de adaptación. Aunque se perderán empleos tradicionales, surgirán nuevas oportunidades, y la riqueza generada permitirá explorar ideas de políticas sociales antes impensadas. «No adoptaremos un nuevo contrato social de la noche a la mañana, pero cuando miremos atrás dentro de unas décadas, veremos que los cambios graduales sumaron algo enorme», dice.
Además, advierte sobre los desafíos éticos y sociales que acompañan a estos avances. Urge resolver el problema de alineación: garantizar que los sistemas de IA actúen conforme a los intereses humanos a largo plazo, no solo optimizando resultados inmediatos, como ocurre actualmente con los algoritmos en redes sociales. También considera crucial democratizar el acceso a la superinteligencia, evitando que esté concentrada en manos de unos pocos países o corporaciones.
«Estamos construyendo un cerebro para el mundo», escribe Altman. «Será extremadamente personalizado, y estará limitado solo por nuestras ideas».
Con una mirada optimista pero consciente de los riesgos, el CEO concluye que la singularidad no será un salto caótico, sino una curva exponencial suave que ya hemos comenzado a escalar. A su juicio, el objetivo ahora no es evitarla, sino asegurar que transitemos por ella de forma segura, equitativa y beneficiosa para toda la humanidad.
Por MysteryPlanet.com.ar.
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