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¿Podría un cometa ser el camuflaje perfecto para que polizones cósmicos ingresen a otro sistema estelar sin ser detectados? Esta intrigante idea, digna de la ciencia ficción, es precisamente lo que un equipo internacional de astrónomos está proponiendo como una hipótesis de trabajo seria.
El actual paso de 3I/ATLAS, el tercer visitante interestelar jamás detectado en nuestro vecindario cósmico, ha reavivado el debate que iniciaron sus predecesores y ha catalizado un nuevo estudio que sugiere que estos viajeros helados son los candidatos ideales para buscar tecnofirmas, las huellas de tecnología extraterrestre.
La lógica es sorprendentemente sólida y se ancla en las múltiples anomalías que presenta el objeto. A diferencia de un cometa típico, se ha observado que 3I/ATLAS tiene un tamaño inusualmente grande, una extraña cola anti-solar, emite más dióxido de carbono que agua y expulsa níquel sin la presencia de hierro. A esto se suma una trayectoria que parece calculada y lo hace pasar cerca de tres planetas del sistema solar, justo en un recorrido que dificulta su observación desde la Tierra. Son estas peculiaridades las que, aunque podrían tener una explicación natural, lo convierten en un escondite brillante para la tecnología.
Los autores del estudio señalan que «dada la extrema distancia entre los sistemas estelares, enviar objetos físicos entre estrellas puede ser más ventajoso para una civilización extraterrestre en comparación con la comunicación directa». ¿Y qué mejor manera de hacerlo que a bordo de una roca espacial que ofrece protección contra la radiación y el polvo cósmico durante milenios?
En su artículo, publicado en el servidor de preimpresión arXiv, los investigadores teorizan que esta tecnología podría viajar de diversas formas. Podría ser una sonda activa durante todo el trayecto, una que permanezca en estado latente hasta activarse por la cercanía de una estrella —como una nave generacional—, o incluso tecnología ya extinta cuyos componentes y materiales exóticos a la deriva podrían ser detectados.
Una de las posibilidades más fascinantes es que la tecnología esté enterrada bajo el hielo y, a medida que el objeto se acerca a nuestro Sol, el calor sublime las capas superficiales y la revele.
El pasado 27 de agosto de 2025, el telescopio Gemini Sur, ubicado en el Cerro Pachón en los Andes chilenos, capturó imágenes reveladoras del objeto interestelar 3I/ATLAS. Más info AQUÍ.
Este enfoque convierte la observación astronómica en una verdadera cacería de anomalías. El equipo ha definido cuatro áreas clave para la búsqueda:
De hecho, estas mismas búsquedas se realizaron con sus predecesores —el enigmático 1I/Oumuamua y el cometa 2I/Borisov—, aunque en ambos casos no se detectó ninguna señal convincente de origen artificial.
Si bien las observaciones pasadas no arrojaron resultados, la importancia de esta nueva estrategia reside en su visión a futuro. Hasta ahora, estos descubrimientos han sido fortuitos, pero la situación está a punto de cambiar. Con la inminente puesta en marcha del Observatorio Rubin, se espera un aumento masivo en la detección de estos objetos, pasando de hallazgos aislados a un flujo constante. Tener un protocolo sistemático para analizarlos es crucial.
No se trata solo de buscar vida extraterrestre, sino de construir un marco científico sólido para poder distinguir, sin lugar a dudas, un fenómeno natural de algo extraordinario. Como subraya el propio equipo, «cualquier detección potencial de tecnofirmas requerirá la confirmación más estricta y detallada posible».
Por MysteryPlanet.com.ar.
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