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Esta es una historia que se remonta a miles de años.
Originalmente, los gatos eran criaturas solitarias. Esto significa que preferían vivir y cazar solos, en lugar de en grupos. La mayor parte de su comportamiento social se limitaba a las interacciones entre madre y cría. Fuera de esta relación, los gatos rara vez maúllan entre sí.
Sin embargo, a medida que los gatos comenzaron a vivir junto a los humanos, estas vocalizaciones adquirieron nuevos significados. En muchos sentidos, cuando un gato nos maúlla, es como si nos viera como sus cuidadores, al igual que a sus madres felinas.
Los gatos probablemente encontraron a los humanos por primera vez hace unos 10.000 años, cuando las personas comenzaron a establecer asentamientos permanentes. Estos asentamientos atraían a los roedores, que a su vez atraían a los gatos en busca de presas. Los gatos menos temerosos y más adaptables prosperaron, beneficiándose de un suministro constante de alimento. Con el tiempo, estos gatos desarrollaron lazos más estrechos con los humanos.
A diferencia de los perros, que fueron criados por humanos para obtener rasgos específicos, los gatos esencialmente se domesticaron a sí mismos. Aquellos que podían tolerar y comunicarse con los humanos tenían una ventaja de supervivencia, lo que llevó a una población bien adaptada a vivir junto a las personas.
Para entender este proceso, podemos observar los experimentos de zorros de granja en Rusia. A partir de la década de 1950, el científico soviético Dmitry Belyaev y su equipo criaron selectivamente zorros plateados, apareando aquellos que eran menos temerosos y agresivos hacia los humanos.
Con el tiempo, estos zorros se volvieron más dóciles y amigables, desarrollando rasgos físicos similares a los perros domesticados, como orejas caídas y colas rizadas. Sus vocalizaciones también cambiaron, pasando de «tosidos» y «gruñidos» agresivos a «cuchicheos» y «jadeos» más amigables, parecidos a la risa humana.
Estos experimentos demostraron que la cría selectiva por mansedumbre podía llevar a una serie de cambios de comportamiento y físicos en los animales, logrando en pocas décadas lo que normalmente tomaría miles de años. Y, si bien menos obvios que las diferencias entre los perros y el lobo ancestral, los gatos también han cambiado desde sus días como gatos salvajes africanos. Ahora tienen cerebros más pequeños y colores de pelaje más variados, rasgos comunes entre muchas especies domésticas.
Al igual que los zorros plateados, los gatos han adaptado sus vocalizaciones, aunque durante un período de tiempo mucho más largo. Los bebés humanos son altriciales al nacer, lo que significa que dependen completamente de sus padres. Esta dependencia nos ha hecho especialmente sensibles a las llamadas de angustia —ignorarlas sería costoso para la supervivencia humana—.
Los gatos han alterado sus vocalizaciones para aprovechar esta sensibilidad. Un estudio de 2009 realizado por la investigadora del comportamiento animal Karen McComb y su equipo ofrece evidencia de esta adaptación. Los participantes del estudio escucharon dos tipos de ronroneos. Un tipo fue grabado cuando los gatos buscaban comida (ronroneo de solicitud) y otro cuando no lo hacían (ronroneo de no solicitud). Tanto los dueños de gatos como los no dueños calificaron los ronroneos de solicitud como más urgentes y menos agradables.
Un análisis acústico reveló un componente de alta frecuencia en estos ronroneos de solicitud, similar a un llanto. Este llanto oculto aprovecha nuestra sensibilidad innata a los sonidos de angustia, haciéndolo casi imposible de ignorar.
Pero no son solo los gatos los que han adaptado sus vocalizaciones: nosotros también lo hemos hecho. Cuando hablamos con bebés, usamos un lenguaje conocido como «habla de madre», caracterizado por un tono más alto, tonos exagerados y lenguaje simplificado. Esta forma de hablar ayuda a atraer a los bebés, desempeñando un papel en su desarrollo del lenguaje.
Hemos extendido este estilo de comunicación a nuestras interacciones con las mascotas, conocido como «mascotabla» (acrónimo entre mascota y habla) . Investigaciones recientes sugieren que los gatos responden a esta forma de comunicación. Un estudio de 2022 realizado por la investigadora del comportamiento animal Charlotte de Mouzon y sus colegas encontró que los gatos podían distinguir entre el habla dirigida a ellos y el habla dirigida a humanos adultos. Este patrón de discriminación era particularmente fuerte cuando el habla provenía de los dueños de los gatos.
Nuestra adopción de la «mascotabla» refuerza un vínculo que refleja las interacciones entre madre y cría.
Los cambios en las vocalizaciones no solo se ven en las relaciones gato-humano. En comparación con el lobo ancestral, los perros han expandido su comportamiento de ladrido para comunicarse más efectivamente con los humanos y, al igual que con los gatos, interactuamos a través del diálogo con ellos.
Con el tiempo, los gatos han evolucionado para usar señales vocales que resuenan con nuestros instintos de crianza. Combinado con nuestro uso de esta habla dirigida a mascotas, esta comunicación bidireccional resalta la relación única que hemos desarrollado con nuestros amigos felinos.
En conclusión, parece que los micifuces podrían ser los ganadores en esta relación, adaptándose para solicitar cuidado y atención de nosotros.
Por Grace Carroll, docente en comportamiento y bienestar animal.
Escuela de Psicología, Universidad de la Reina de Belfast.
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