Nuestra consciencia aquí en la Tierra no es sino un fragmento de esa gigantesca consciencia que denominamos CÓSMICA y que se encuentra dentro de cada uno de nosotros. Paracelso y otros muchos afirmaron que el ser humano es un sistema solar en miniatura, y realmente lo creían. Las imágenes de nuestra personalidad no son sino diminutos satélites de ese Sol central.

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Ese fragmento llega a obsesionarse con la personalidad y el mundo material sobre el que se proyecta; pero no es sino una sombra de ese Sol central. Estamos sólo medio despiertos. Creemos que somos realmente esa sombra. Compare con su propia naturaleza cualquiera de las sombras a las que da lugar y tendrá una analogía perfecta.

Creemos que somos la sombra porque el mundo material nos empuja hacia ella.

Una y otra vez, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, grandes hombres nos lo han advertido: "Despierta tu que estás dormido y levántate de entre los muertos, y Cristo (el Sol que llevas dentro de ti) te iluminará".

Este es el verdadero significado de la resurrección, que se refiere únicamente a ese momento en el que todos los hombres serán conscientes de cuál es su verdadera naturaleza y de que el mundo es sólo ilusión o MAYA.

¿En qué consiste el Maya?

Algunas opiniones experimentadas acerca del tema contribuirán a esclarecerlo, y la parábola de Platón nos convencerá de que estas proposiciones son ciertas.

Las formas físicas densas son una ilusión, pues se deben a la reacción del ojo ante las fuerzas del mundo material. La visión etérea, o la capacidad de ver la energía-sustancia, es la verdadera visión del ser humano, al igual que la forma etérea es la auténtica forma. Pero mientras la especie no haya evolucionado algo más, el ojo sólo será consciente y responderá a las vibraciones más intensas. Poco a poco se irá liberando de las reacciones toscas e inferiores y se irá convirtiendo en un verdadero órgano de visión.

Al llegar aquí quizá le resulte interesante recordar la teoría del ocultismo de que, según los átomos del cuerpo físico del ser humano continúan su evolución, van adquiriendo formas cada vez más perfeccionadas, encontrando finalmente su puesto dentro del ojo, primero de los animales y luego del hombre. Esta es la forma sólida más alta a que pueden aspirar, y señala la consumación del átomo de la materia sólida.

Desde el punto de vista del ocultismo, el ojo se forma a través de la interrelación de determinadas corrientes de fuerza, de las que hay tres en los animales y cinco en los seres humanos. Mediante su conjunción e interacción forman lo que se denomina "la triple apertura" o "puerta quíntuple", a través de la cual el alma animal o el espíritu humano pueden "contemplar la ilusión que es el mundo".

Nuestra mente es tan asesina de lo real como los sentidos, pues apenas puede ver las cosas más claramente que ellos. Se limita también al mundo de las tres dimensiones, cuando hay otras muchas en las que existe la verdadera naturaleza del ser humano..., y a las que se conoce en el ocultismo con el nombre de mundo NOUMENAL.

La ilusión

Los siguientes párrafos proceden de la obra The Secret Doctrine, de H. P. Blavatsky:

El hombre puede evitar el sufrimiento de las reencarnaciones e incluso la falsa felicidad del Devachan alcanzando la Sabiduría y el Conocimiento, que son los únicos capaces de acabar con los frutos de la Ilusión y la Ignorancia (Vol. 1, pág. 39).

El Maya o ilusión es un elemento que forma parte de todas las cosas finitas, pues todo lo que existe tiene una realidad no absoluta, sino sólo relativa, ya que la apariencia que adopte el noúmeno oculto para cualquier observador dependerá de su capacidad de conocimiento. Para el ojo no entrenado de los salvajes, un cuadro no es al principio sino una incoherente confusión de líneas y manchas de colores, mientras que un ojo educado verá inmediatamente un rostro o un paisaje.

No hay nada permanente, salvo la existencia absoluta oculta que contiene en sí misma los noúmenos de todas las realidades. Las existencias pertenecen a todos los planos del ser, llegando hasta los Dhyan-Chohans más elevados, y tienen en cierta medida el carácter de sombras proyectadas por una linterna mágica sobre una pantalla incolora; no obstante, todas las cosas son relativamente reales, pues el conocedor es también un reflejo y las cosas conocidas son por tanto tan reales para él como él mismo.

Cualquiera que sea la realidad que poseen las cosas, debe buscarse en ellas antes o después de que hayan pasado como un relámpago por el mundo material; pero en tanto que dispongamos sólo de instrumentos sensoriales que únicamente traen la existencia material al campo de nuestra consciencia, no podremos conocer directamente ninguna de esas existencias. Cualquiera que sea el plano en el que pueda estar actuando nuestra consciencia, tanto nosotros como las cosas que pertenecen a ese plano serán de momento nuestras únicas realidades.

Según vamos ascendiendo en la escala evolutiva vamos dándonos cuenta de que, durante las etapas por las que hemos atravesado, confundíamos las sombras con realidades, y que el progreso ascendente del ego consiste en una serie de revelaciones progresivas, trayendo cada avance la idea de que ahora, por fin, hemos alcanzado la "realidad". No obstante, sólo nos veremos libres de los engaños y espejismos del Maya cuando hayamos alcanzado la Consciencia absoluta y hallamos fundido con ella la nuestra propia (Ibid.).

Los impalpables átomos del oro diseminados en una tonelada de cuarzo aurífero pueden resultar imperceptibles para el ojo del minero; pero no sólo sabe que están presentes, sino que son los que dan al mineral su inapreciable valor; y esta relación entre el oro y el cuarzo puede servir como débil ejemplo de la existente entre el noúmeno y el fenómeno. Pero el minero sabe cuál será el aspecto del oro una vez extraído del cuarzo, mientras que el mortal normal y corriente no es capaz de concebir la realidad de las cosas separada del Maya que las cubre y tras el cual se ocultan. Sólo los iniciados, enriquecidos por la sabiduría adquirida por incontables generaciones de predecesores, dirigen el "Ojo del Dangma" hacia la esencia de las cosas, sobre la que ningún Maya puede influir (Ibid. pág. 45).

     La Doctrina Secreta (14,3 MiB, 1.266 hits)
    Descripción de archivo: H.P. Blavatsky, La Doctrina Secreta (Español). “No hay Religión más elevada que la Verdad”...

La caverna de Platón

Uno de los temas más sencillos sobre los que meditar y que ilustra perfectamente la técnica aquí indicada es el de la caverna descripta por Platón en su obra La República. Se trata de un tema que, si meditamos profundamente sobre él, nos esclarecerá mucho las cosas. A continuación reproducimos el texto de Platón, y una ilustración de la gruta o caverna:

Ilustración de la caverna.

Ilustración de la caverna.

Ahora represéntate el estado de la naturaleza humana, con relación a la ciencia y a la ignorancia, según el cuadro que te voy a trazar. Imagina un antro subterráneo, que tenga en toda su longitud una abertura que dé libre paso a la luz, y en esta caverna hombres encadenados desde la infancia, de suerte que no puedan mudar de lugar ni mover la cabeza a causa de las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, pudiendo solamente ver los objetos que tienen enfrente. Detrás de ellos, a cierta distancia y a cierta altura, supóngase un fuego cuyo resplandor los alumbra y un camino escarpado entre este fuego y los cautivos. Supón a lo largo de este camino un muro, semejante a los tabiques que los charlatanes ponen entre ellos y los espectadores, para ocultarles la combinación y los resortes secretos de las maravillas que hacen.

- Ya me representó todo eso.

- Figúrate personas que pasan a lo largo del muro llevando objetos de todas clases, figuras de hombres, de animales, de madera o piedra, de suerte que todo esto aparezca sobre el muro. Entre los portadores de todas estas cosas, unos se detienen a conversar y otros pasan sin decir nada.

- ¡Extraños prisioneros y cuadro singular!

- Se parecen, sin embargo, a nosotros punto por punto. Por lo pronto, ¿crees que pueden ver otra cosa de sí mismos y de los que están a su lado, que las sombras que van a producirse enfrente de ellos en el fondo de la caverna?

- No.

- ¿Ni cómo habían de poder ver más, si desde su nacimiento están obligados a tener la cabeza inmóvil?

- Sin duda.

- Y respecto de los objetos que pasan detrás de ellos, ¿pueden ver otra cosa que las sombras de los mismos?

- No.

- Si pudieran conversar unos con otros, ¿no convendrían en dar a las sombras que ven los nombres de las cosas mismas?

- Sin duda.

- Y si en el fondo de su prisión hubiera un eco que repitiese las palabras de los transeúntes, ¿no se imaginarían oír hablar a las sombras mismas que pasan delante de sus ojos?

- Sí.

- En fin, no creerían que pudiera existir otra realidad que estas mismas sombras.

- Es cierto.

- Mira ahora lo que naturalmente debe suceder a estos hombres, si se les libra de las cadenas y se les cura de su error. Que se desligue a uno de estos cautivos, que se le fuerce de repente a levantarse, a volver la cabeza, a marchar y mirar del lado de la luz; hará todas estas cosas con un esfuerzo increíble, la luz le ofenderá los ojos, y el alucinamiento que habrá de causarle le impedirá distinguir los objetos cuyas sombras veía antes. ¿Qué crees que respondería si se le dijese que hasta entonces sólo había visto fantasmas y que ahora tenía delante de su vista objetos más reales y más aproximados a la verdad? Si enseguida se le muestran las cosas a medida que se vayan presentando y a fuerza de preguntas se le obliga a decir lo que son, ¿no se le pondrá en el mayor conflicto y no está él mismo persuadido de que lo que veía antes era más real que lo que ahora se le muestra?

- Así es.

- Y si se le obligase a mirar el fuego, ¿no sentiría molestia en los ojos? ¿No volvería la vista para mirar a las sombras, en las que se fija sin esfuerzo? ¿No creería hallar en éstas más distinción y claridad que en todo lo que ahora se le muestra?

- Seguramente.

- Si después se le saca de la caverna y se le lleva por el sendero áspero y escarpado hasta encontrar la claridad del Sol, ¿qué suplicio sería para él verse arrastrado de esa manera? ¡Cómo se enfurecería! Y cuando llegara a la luz del Sol, deslumbrados sus ojos con tanta claridad, ¿podría ver alguno de estos numerosos objetos que llamamos seres reales?

- Al pronto no podría. Necesitaría indudablemente algún tiempo para acostumbrarse a ello. Lo que distinguiría más fácilmente sería, primero, sombras; después las imágenes de los hombres y demás objetos pintados sobre la superficie de las aguas; y por último, los objetos mismos. Luego dirigiría sus miradas al cielo, al cual podría mirar más fácilmente durante la noche, a la luz de la Luna y las estrellas, que en pleno día a la luz del Sol.

- Sin duda.

- Y al fin podría no sólo ver la imagen del Sol en las aguas y dondequiera que se refleje, sino fijarse en él y contemplarlo allí donde verdaderamente se encuentra.

- Sí.

- Después de esto, comenzando a razonar, llegaría a la conclusión de que el Sol es el que crea las estaciones y los años, el que gobierna todo el mundo visible y el que es, en cierta manera, la causa de todo lo que veía en la caverna.

- Es evidente que llegaría como por grados a hacer todas estas reflexiones.

- Si en aquel acto recordaba su primera estancia, la idea que allí se tiene de la sabiduría y sus compañeros de esclavitud, ¿no se regocijaría de su mudanza y no se compadecería de la desgracia de aquéllos?

- Seguramente.

- ¿Crees que envidiaría aún los honores, las alabanzas y las recompensas que allí se daban al que más pronto observaba las sombras a su paso, al que con más seguridad recordaba el orden en que marchaban yendo unas delante y detrás de otras o juntas, y que en este concepto era el más hábil para adivinar su aparición; o que tendría envidia a los que eran en esta prisión más poderosos y más honrados? ¿No preferiría como Aquiles pasar la vida al servicio de un pobre labrador antes de recobrar su primer estado y sus primeras ilusiones?

- No dudo que estaría dispuesto a sufrir cuanto se quisiera antes que vivir de esa suerte.

- Fija tu atención en lo que voy a decirte. Si este hombre volviera de nuevo a su prisión para ocupar su antiguo puesto en este tránsito repentino de la plena luz a la oscuridad, ¿no se encontraría como ciego?

- Sí.

- Y si cuando no distingue aún nada y antes de que sus ojos hayan recobrado su aptitud, lo que no podría suceder sin pasar mucho tiempo, tuviese precisión de discutir con los otros prisioneros sobre estas sombras, ¿no daría lugar a que éstos se rieran, diciendo que por haber salido de la caverna había perdido la vista; y no añadirían, además, que sería de parte de ellos una locura el querer abandonar el lugar en que estaban, y que si alguno intentara sacarlos de allí y llevarlos al exterior sería preciso cogerle y matarle?

- Sin duda.

- Y bien, ésta es precisamente la imagen de la condición humana. El antro subterráneo es este mundo visible; el fuego que le ilumina es la luz del Sol; este cautivo, que sube a la región superior y que la contempla, es el alma que se eleva hasta la esfera inteligible. He aquí, por lo menos, lo que yo pienso. Sabe Dios si es conforme con la verdad. En cuanto a mí, lo que me parece en el asunto es lo que voy a decirte. En los últimos límites del mundo inteligible está la idea del bien, que se percibe con dificultad; pero una vez percibida no se puede menos de sacar la consecuencia de que es la causa primera de todo lo que hay de bello y de bueno en el Universo; que, en este mundo, visible es la que produce la luz y el astro de que ésta procede directamente; que en el mundo invisible engendra la verdad y la inteligencia; y en fin, que ha de tener los ojos fijos en esta idea el que quiera conducirse sabiamente tanto en la vida pública como en la privada.

- Soy de tu dictamen en cuanto puedo comprender tu pensamiento.

- Admito, por lo tanto, y no te sorprenda, que los que han llegado a esta sublime contemplación desdeñen tomar parte en los negocios humanos, y sus almas aspiran sin cesar a fijarse en este lugar elevado. Así debe suceder si es que ha de ser conforme con la imagen alegórica que yo he trazado.

- Sí, así debe ser.

- ¿Es extraño que un hombre, al pasar de esta contemplación divina a la de los miserables objetos que nos ocupan, se turbe y parezca ridículo, cuando antes de familiarizarse con las tinieblas que nos rodean se vea precisado a entrar en discusión ante los tribunales o en cualquier otro paraje sobre sombras y fantasmas de justicia y explica cómo él las concibe delante de personas que jamás han visto la justicia en sí misma?

- No veo en eso nada que me sorprenda.

- Un hombre sensato reflexionará que la vida puede turbarse de dos maneras y por dos causas opuestas: por el tránsito de la luz a la oscuridad y por el de la oscuridad a la luz; y aplicando los ojos del alma, lo que sucede a los del cuerpo, cuando vea a aquélla turbada y entorpecida para distinguir ciertos objetos, en vez de reír sin razón al verla en tal embarazo, examinará si éste procede de que el alma viene de un estado más luminoso, o si es que al pasar de la ignorancia a la luz se ve deslumbrada por el excesivo resplandor de ésta.

Resumen

Debemos estudiar la verdadera naturaleza del TERCER OJO en el siguiente marco:

La materia no es sino vacío.

El mundo que nos rodea es MAYA, una ilusión.

Todo es energía.

El tiempo es flexible, y la interpretación de su transcurso depende de los estados de consciencia que, como ocurre en la meditación, son susceptibles de cambiar.

Nuestro equipamiento sensorial es defectuoso o, en el mejor de los casos, poco fiable.

Por otro lado, tenemos a nuestro favor que:

Todo es energía, incluido nosotros mismos. Lo único que tenemos que hacer para convertirnos en uno con la nota vibratoria de otra cosa o persona es cambiar nuestra propia nota vibratoria.

El tiempo esta de nuestra parte... Según George Russell: "Los que nos sabemos inmortales, podemos vivir alegres". Y según otro filósofo: "El fin de todo Yoga es la inmortalidad".

No somos sino embriones espirituales. Nuestra potencialidad es inmensa. El cerebro humano es como un valiosísimo ordenador electrónico perfectamente mantenido, pero casi silencioso. Si se dedicara toda la riqueza y todos los científicos del mundo a la construcción de una réplica mecánica del cerebro humano, no habría esperanzas de completarla en un futuro próximo. Y, sin embargo, poseemos dentro del cráneo algo tan enormemente valioso. Y nuestras posibilidades en relación con las estructuras superiores de la materia contenidas en nuestros cuerpos sutiles son aún mayores y más complejas.

Poseemos dentro de nosotros poderes latentes. Se revelan en la enorme variedad de fenómenos paranormales agrupados con el nombre de Percepción Extrasensorial y que están al alcance de todos los seres humanos. Cualquier persona dormida demuestra tener esa clase de poderes. Si pudiésemos permanecer conscientes mientras el cuerpo físico duerme, seríamos capaces de reconocer y utilizar nuestros poderes psíquicos. Como alma, todo ser humano posee esos poderes. Lo único que ocurre es que, al engolfarnos en el Maya, en la Gran Ilusión, nos hemos olvidado o perdido memoria de nuestras almas.

La recuperación de esa memoria, o AUTO-REMEMORANZA, no es sino el despliegue del TERCER OJO.

El alma del hombre es inmortal, y su futuro es el de algo cuyo crecimiento y esplendor no tienen límites.

El principio que da vida se alberga en nosotros y fuera de nosotros; lo impregna todo, es eternamente benefactor, no se puede ver ni sentir, pero es percibido por el hombre que anhele la percepción.

Cada ser humano es su propio y absoluto legislador, el encargado de dispensarse gloria o desdicha; el que decreta su propia vida, sus recompensas o castigos.

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