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Hace pocos días, se anunciaba con bombos y platillos el posible descubrimiento histórico de un coloso de Ramsés II en un suburbio cairota; sin embargo, las autoridades egipcias anunciaron hoy que la estatua pertenece a otro faraón. Se trataría de una representación de Psamético I, quien reinó entre los años 664 y 610 a.C. (XXVI dinastía).
«Después de extraer el torso (de la estatua), encontramos parte del "protocolo real", —que suele incluir cinco títulos seguidos de cinco nombres—. Tuvimos la suerte de hallar el segundo título: "Neba". Este título sólo se le otorgó al faraón Psamético I», ha detallado el ministro de Antigüedades del país árabe, Jaled El Anany, ante las piezas recuperadas de la estatua, que serán expuestas durante seis meses en el emblemático museo de la plaza Tahrir.
Las piezas fueron descubiertas hace una semana en Matariya junto a una estatua de menor tamaño de Seti I tallada en piedra caliza, y su gigantesco tamaño —8 metros de altura estimada—, así como la cercanía del yacimiento a un templo solar en Heliópolis construido por Ramsés II, hicieron sospechar al equipo que podría tratarse de una estatua representando al faraón o, al menos, una estatua construida para un faraón anterior y reutilizada por Ramsés II. Del barro ha logrado recuperarse gran parte de la cabeza, tocada de la corona faraónica, y parte del rostro —la oreja y el ojo derecho—, así como el torso y barbilla.
«Cuando la cabeza fue encontrada, distinguimos características propias de otros periodos (que no correspondían a la época ramésida), especialmente por los detalles del ojo y la corona», ha añadido El Anany. Fueron cuatro marcas excavadas en la estatua lo que terminó apuntando al faraón de la XXVI dinastía.
Psamético I llegó al poder a comienzos del denominado Imperio Tardío, en un momento en el que Egipto se debatía bajo control asirio. Tras varias campañas militares en sus más de 50 años de reinado, Psamético aseguró la independencia del imperio egipcio expulsando a los asirios, eliminó los últimos vestigios de la dinastía Nubia en el Alto Egipto (sur) y mantuvo numerosas y fructíferas relaciones comerciales con los griegos. Sin embargo, es más conocido por su papel en la investigación del origen del lenguaje.
Según el relato del historiador griego Heródoto, el rey Psamético aisló de casi todo contacto humano a dos bebés, dejándolos a cuidado de un pastor que tenía prohibido dirigirles la palabra, con la intención de detectar —mediante las primeras palabras pronunciadas espontáneamente por los niños— cual habría sido la lengua original de la humanidad. La leyenda señala que una tarde, al regreso del pastor al refugio de los pequeños, éstos se le habrían acercado repitiendo «bekos, bekos», que en idioma frigio quiere decir «pan», por lo que se concluyó que esta lengua anatolia debía ser la primera de la humanidad. Sin embargo, ya en la antigüedad Aristófanes y Apolonio de Rodas sospecharon que «bekos» era un sonido onomatopéyico que imitaba el balido de las cabras con las que se alimentaba a los niños.
El «descubrimiento espectacular» de los fragmentos del coloso demuestra que «todavía pueden descubrirse importantes tesoros del Antiguo Egipto», ha aseverado El Anany, que también ha felicitado a los componentes de la misión germano-egipcia que investigan en el barrio humilde de Matariya, «cuyas investigaciones han dado numerosos frutos en los últimos años».
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1 comentario
11:49
Aunq yo naci del otro lado del mundo antiguo, me fasina todo lo relacionado a la historia antigua y me place ,que a pesar de las guerras y la ambicion destructiva del ser humano estas bellezas historicas se hayan conservado hasta el dia de hoy , saludos desde Guatemala
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