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Los genes y los elementos que conectan mente, cuerpo y espíritu convierten a las islas de Okinawa en uno de los lugares donde más tiempo viven las personas.
En ocasiones pensamos que los responsables de la esperanza de vida son la tecnología y los avances médicos, sin embargo, uno se sorprende cuando las poblaciones más longevas del planeta no se encuentran situadas en torno a hospitales con sofisticados aparatos diagnósticos, sino en lugares apartados en los que perduran sus tradiciones ancestrales.
Se conoce como «zonas azules» a las regiones geográficas identificadas por científicos y demógrafos en las que hay un mayor número de personas longevas. Hasta el momento se han identificado cinco, una de ellas se ubica en las islas de Okinawa, al sur del Japón. Esta «zona azul» cuenta con la llamada «aldea de los centenarios», en donde se concentra el mayor número de centenarios del mundo. Estas islas, que fueron un reino independiente hasta el siglo XVII, pueden presumir de una larga tradición budista y pacifista.
Las investigaciones científicas llevadas a cabo en este punto del planeta han arrojado una serie de datos de enorme valor: los okinaweses no sólo viven más años sino que padecen menos enfermedades crónicas y la incidencia de demencia es notablemente más baja que la media mundial. ¿Cuál es su secreto? La receta de la longevidad se sustenta en la conjunción de ciertos genes y elementos que conectan mente, cuerpo y espíritu.
Desde hace tiempo se sabe que los habitantes de Okinawa gestionan muy bien su tiempo, saben cómo reducir el estrés, consumen alcohol con moderación y han reducido de forma importante la ingesta de carne procesada. Su dieta es rica en alimentos derivados de la soja, como el tofu, en pescado —lo consumen tres veces a la semana—, hortalizas, verdura y especias como la cúrcuma. Además, su consumo de arroz es inferior al del resto de los japoneses.
A estos ingredientes culinarios hay que añadir un elemento clave en la alimentación, la moderación. Los habitantes de Okinawa evitan saciarse, siguen una de las máximas de Confucio, que rezaba: «levántate de la mesa sin estar lleno». Esta sabiduría se resume en la consabida frase Hara hachi bu, que se podría traducir como «para de comer cuando estés saciado al 80 por ciento». Han sido muchos los estudios que han demostrado que disminuir la ingesta de calorías supone un incremento de la esperanza de vida en todas las especies animales analizadas.
Además los longevos okinaweses practican ejercicio diariamente, pasean y llevan a cabo prácticas de jardinería. ¿Esto es todo o, por el contrario, hay algo más? Parece ser que además de estos cambios en el estilo de vida hay otros dos aspectos que son cruciales para explicar la longevidad: la actitud ikigai y la «conexión» moai.
Ikigai es una palabra japonesa enigmática que no tiene un equivalente directo en español pero que podríamos traducirla por «vale la pena». Ikigai es una motivación, una razón para vivir, es el motivo por el cual nos levantamos cada mañana. El ikigai es un concepto motivacional, que va más allá de los horarios impuestos o de los deberes a los cuales no podemos renunciar. El ikigai no es siempre igual, puede cambiar a lo largo del tiempo y es posible, incluso, que evolucione. Además, es diferente para cada persona y algunas tienen la suerte de tener más de un ikigai. El nexo común siempre es el placer que se experimenta al realizar esa tarea. El principal problema es que está escondido en nuestro interior y tenemos que encontrarlo, para llegar a él necesitamos la ayuda de la reflexión y el análisis personal.
Tener un ikigai claro y definido proporciona satisfacción, felicidad y da significado a la vida, y todo esto redunda en una mayor saludad física y psíquica. Todos los japoneses tienen su ikigai, algunos ya lo han encontrado y otros son conscientes de que les falta, pero lo están buscando.
Una de las tradiciones ancestrales de Okinawa es crear lazos fuertes entre las comunidades locales, grupos de personas que tienen intereses comunes tratan de ayudarse entre sí. A esta forma de entender la sociedad es lo que se conoce como moai. Estos grupos sociales contribuyen a sentirse aceptados, útiles y seguros frente a las adversidades, puesto que aporta bienestar, mantiene su estabilidad emocional y, además, la financiera, ya que si un miembro tiene problemas económicos se le puede ayudar mediante los ahorros generados por el grupo.
Al parecer el origen del moai se remonta a la época que la que era preciso que los agricultores compartieran información para mejorar los cultivos. Las personas que forman parte de un moai pagan una cantidad mensual establecida, la cual les permite acudir a cenas, reuniones, partidas de shogi (el ajedrez japonés) o simplemente disfrutar de alguna afición común al grupo.
Por Pedro Gargantilla.
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1 comentario
10:15
El arte de VIVIR, se podía llamar con seguridad, la solidaridad, la rectitud y lo frugal en todo, alimentos naturales como base alimentaria.....una humanidad que perdimos la mayoría....
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