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Un nuevo estudio de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign revela que los seres humanos y las abejas comparten fundamentos genéticos ligados al comportamiento social, lo que apunta a vínculos evolutivos profundos que podrían remontarse a ancestros comunes muy lejanos.
Aunque a menudo percibimos a las abejas como criaturas inherentemente sociales, la realidad es que, al igual que los humanos, muestran un amplio rango de sociabilidad. Los impulsores genéticos y moleculares de estas conexiones han sido un misterio para la ciencia, pero esta nueva investigación, publicada en la revista PLOS Biology, arroja luz sobre cómo la evolución ha conservado los pilares de la vida en sociedad.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores marcaron y rastrearon abejas melíferas adultas de tres colonias distintas adhiriendo códigos de barras a sus cuerpos. Las colmenas, diseñadas con paredes de cristal para facilitar la observación, fueron monitoreadas con tecnología de seguimiento automatizado.
«Los insectos sociales son ideales para el seguimiento del comportamiento de colonias enteras, y la tecnología actual nos permite monitorear lo que hace cada abeja durante la mayor parte de su vida», explicó el autor principal, Ian Traniello. «En este estudio, buscamos llevar las cosas un paso más allá, pensando: “Podemos seguir a todos estos animales, sabemos con quiénes interactúan socialmente a través del intercambio de alimentos, y sabemos cómo se mueven y dónde pasan su tiempo”».
Los exhaustivos datos de comportamiento recopilados se compararon posteriormente con la información genética de las abejas para identificar correlaciones entre sus genes y sus acciones.
«Las herramientas moleculares de la abeja melífera son vastas y crecientes, lo que nos permite explorar la estructura del genoma o los patrones de expresión génica en el cerebro y su relación con la variación en la interactividad social», detalló Traniello.
El equipo se preguntó cómo podrían unir estas tecnologías para responder a la hipótesis de que algunas de estas características podrían conservarse entre especies. En este sentido, secuenciaron los genomas de 357 abejas e identificaron 18 variantes genéticas vinculadas a un comportamiento llamado trofalaxis, que es el intercambio de alimento líquido entre compañeras de nido. Dos genes en particular, neuroligin-2 y nmdar2, contenían múltiples variantes ligadas a la sociabilidad. Notablemente, investigaciones previas en humanos también han relacionado estos mismos genes con el autismo.
Para ampliar su análisis, el equipo realizó una secuenciación del transcriptoma para examinar la expresión génica en el cerebro. Así, identificaron casi 900 genes adicionales que mostraban una mayor expresión en las abejas que interactuaban con más frecuencia con sus compañeras.
«Una característica central de todas las sociedades es que los miembros del grupo interactúan entre sí, pero varían en su tendencia a hacerlo», afirman los autores. «Combinando el monitoreo automatizado de las interacciones sociales, la secuenciación de ADN y la transcriptómica cerebral en colonias de abejas, identificamos raíces moleculares evolutivamente conservadas de la sociabilidad, compartidas a través de especies filogenéticamente distintas, incluidos los humanos».
Aunque los linajes de humanos y abejas se separaron hace más de 600 millones de años, el estudio sugiere que algunos de los mismos mecanismos genéticos continúan moldeando el comportamiento social en ambas especies.
Estos hallazgos indican que la evolución ha preservado los componentes moleculares básicos de la vida social durante cientos de millones de años, a pesar de las enormes diferencias biológicas. Al rastrear estas raíces, los científicos podrían obtener una comprensión más profunda sobre cómo los factores genéticos dan forma a la manera en que los seres humanos interactúan y se conectan.
Fuente: EurekAlert. Edición: MP.
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