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El tercer visitante interestelar conocido ha cambiado de color y muestra un comportamiento que desconcierta a los astrónomos, diferenciándose de sus predecesores 1I/Oumuamua y 2I/Borisov.
El objeto interestelar 3I/ATLAS, que hasta hace poco mostraba un característico color rojizo en todos los estudios espectroscópicos, ha sorprendido a la comunidad astronómica al adquirir un enigmático tono verde. La más reciente imagen, capturada el 7 de septiembre de 2025 por los astrónomos Michael Jäger y Gerald Rhemann, confirma este drástico cambio en su apariencia.
Los científicos creen que esta transición del rojo al verde está directamente relacionada con un abrupto aumento en la producción de cianuro (CN). Esta observación fue reportada por el Very Large Telescope (VLT) el pasado 25 de agosto, indicando que la producción tanto de cianuro como de níquel se ha intensificado drásticamente a medida que el objeto se acerca al Sol, con un incremento elevado a una potencia de nueve.
Crédito: M. Jäger y Gerlad Rhemann.
Datos adicionales del telescopio ATLAS, publicados hoy mismo y que se remontan a marzo de 2025, revelan una evolución anómala en cómo 3I/ATLAS dispersa la luz solar. Inicialmente, la luz se reflejaba en el polvo levantado de una superficie rojiza. Sin embargo, a medida que se acercó a menos de 3.3 veces la distancia Tierra-Sol, el objeto comenzó a producir pequeños granos de hielo ópticamente brillantes, alterando la opacidad de la pluma de material que desprende.
Las peculiaridades de 3I/ATLAS no terminan ahí. Una imagen del telescopio espacial Hubble del 21 de julio mostró que su estela de luz se extendía hacia el Sol, y no en dirección opuesta como es típico en los cometas. Además, datos de los telescopios Webb y SPHEREx de agosto confirmaron que su pluma de gas está compuesta mayoritariamente por dióxido de carbono (CO2 87 %), con trazas de monóxido de carbono (CO, 9 %) y muy poca agua (H2O), una composición atípica para los cometas que conocemos.
La imagen de más alta resolución de 3I/ATLAS fue tomada por el Telescopio Espacial Hubble el 21 de julio de 2025, cuando el objeto interestelar se encontraba a una distancia heliocéntrica de 3.8 veces la separación Tierra-Sol. Muestra una anticola, con el resplandor de luz extendiéndose hacia el lado orientado al Sol, lo opuesto a la situación común en los cometas. Crédito: E. Keto & A. Loeb 2025, reproducida de D. Jewitt et al. 2025.
Este conjunto de características distingue a 3I/ATLAS de los dos visitantes interestelares anteriores: 1I/Oumuamua, que no mostró evaporación visible, y 2I/Borisov, que se comportó como un cometa convencional. La trayectoria de 3I/ATLAS, alineada con el plano de los planetas del sistema solar (una probabilidad de solo un 0.2 %), se suma a la lista de enigmas que lo convierten en un objeto de estudio fascinante y sin precedentes para la ciencia.
El debate sobre cómo abordar científicamente lo desconocido no se limita al espacio profundo. Hoy mismo, en el Congreso de los Estados Unidos, se ha llevado a cabo una audiencia sobre Fenómenos Anómalos No Identificados (UAPs), presidida por la congresista Anna Paulina Luna. Bajo el título Restaurando la confianza pública a través de la transparencia y la protección de denunciantes de UAP, la audiencia buscó fomentar un enfoque más abierto.
Una de las recomendaciones clave, presentada por el veterano de la Fuerza Aérea Jeffrey Nuccetelli, fue «financiar la investigación independiente y tratar el estudio de los UAP con la misma seriedad que cualquier otro campo científico». Esta visión es compartida por iniciativas como el Proyecto Galileo del astrofísico Avi Loeb, que abogan por aplicar un rigor científico estricto al análisis de estos fenómenos.
«La evidencia científica se presenta como el único camino fiable hacia el conocimiento, tanto para entender la naturaleza de 3I/ATLAS como la de los UAPs. El verdadero científico, ante datos anómalos, se entusiasma con la oportunidad de aprender algo nuevo, mientras que el dogmático tiende a ignorarlos. La naturaleza, más imaginativa que los seres humanos, no se rige por nuestras expectativas, y la insistencia en que todo en el cielo debe ser una roca helada o tecnología humana podría impedirnos reconocer a posibles vecinos cósmicos, si es que existen», concluyó Loeb en una reciente publicación.
Por MysteryPlanet.com.ar.
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