Un visitante de otro sistema estelar ha revelado la presencia de agua a una distancia del Sol donde los científicos no esperaban encontrarla, ofreciendo nuevas pistas sobre la química de los planetas en toda la galaxia.

Detectan la huella del agua en el objeto interestelar 3I/ATLAS

Imágenes apiladas del cometa interestelar 3I/ATLAS. Crédito: Z. Xing et al., TAJL, 2025.

Tras un viaje de millones de años a la deriva entre las estrellas, 3I/ATLAS se ha convertido en el tercer cometa interestelar conocido en visitar nuestro sistema solar, y un equipo de físicos de la Universidad de Auburn ha hecho un descubrimiento extraordinario al apuntar hacia él el Observatorio Neil Gehrels Swift de la NASA: la primera detección de gas hidroxilo (OH), la inconfundible firma química del agua.

La clave del hallazgo reside en la capacidad del telescopio espacial Swift para captar el tenue brillo ultravioleta que es invisible desde la Tierra, ya que nuestra atmósfera bloquea esta longitud de onda. La detección de hidroxilo, un subproducto del agua, es un hito fundamental para comprender cómo evolucionan estos mensajeros cósmicos. En los cometas de nuestro sistema solar, el agua es la vara de medir con la que los científicos evalúan su actividad y la liberación de otros gases. Encontrar esta misma señal en un objeto interestelar permite, por primera vez, comparar directamente la química de sistemas planetarios lejanos con la del nuestro.

Lo que hace que 3I/ATLAS sea tan sorprendente es dónde se produce esta actividad. Las observaciones de Swift detectaron el hidroxilo cuando el cometa se encontraba a casi tres veces la distancia de la Tierra al Sol. A esa lejanía, el hielo de agua en la superficie de un cometa no debería sublimarse (pasar de sólido a gas) con facilidad. Sin embargo, el cometa estaba perdiendo agua a un ritmo de 40 kilogramos por segundo, el equivalente al caudal de una manguera de bomberos a máxima potencia.

Dependencia del número de moléculas de OH dentro de la apertura de 10″ y de la tasa de producción de agua con respecto al enrojecimiento. Crédito: Z. Xing et al., TAJL, 2025.

Esta intensa señal ultravioleta sugiere que un mecanismo diferente está en juego: la luz solar podría estar calentando pequeños granos de hielo liberados del núcleo, provocando su vaporización y alimentando la nube de gas circundante. Este fenómeno solo se ha observado en unos pocos cometas distantes de nuestro sistema, lo que apunta a hielos complejos y estratificados que guardan pistas sobre su formación.

«Cuando detectamos agua —o su débil eco ultravioleta, el OH— de un cometa interestelar, estamos leyendo una nota de otro sistema planetario», afirmó Dennis Bodewits, profesor de física en Auburn. «Nos dice que los ingredientes para la química de la vida no son exclusivos del nuestro».

Cada cometa interestelar descubierto hasta ahora ha sido una sorpresa, demostrando que los componentes básicos de los planetas pueden variar drásticamente de un sistema estelar a otro. «Oumuamua era seco, Borisov era rico en monóxido de carbono, y ahora ATLAS está liberando agua a una distancia donde no lo esperábamos», añadió Zexi Xing, investigadora postdoctoral y autora principal del estudio publicado en The Astrophysical Journal Letters.

Aunque 3I/ATLAS se ha desvanecido temporalmente de nuestra vista —siendo eclipsado por el Sol desde nuestra perspectiva—, volverá a ser observable a mediados de noviembre, ofreciendo una nueva oportunidad para estudiar su evolución a medida que se acerca al Sol. Mientras tanto, y tras un entremés de la ESA, queda esperar que en los próximos días la NASA publique las mejores y más cercanas imágenes tomadas del objeto interestelar durante su paso cercano por Marte.

Fuente: Auburn. Edición: MP.

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