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¿Por obra y gracia de qué misteriosos caminos lo que nos pasará mañana está hoy impregnado de alguna manera en la parafina o estearina de una vela derretida?
Existen dos teorías para explicar este fenómeno. La primera de ellas nos remite a lo que en Psicología se define como «tests proyectivos», es decir, análisis cuantificables de la personalidad y el carácter cuyo fundamento estriba en su capacidad de «reflejar» de alguna manera contenidos inconscientes de la persona que se somete a esa evaluación. Vale decir que en ellos el sujeto analizado «proyecta» los contenidos de su mente.
El ejemplo más típico es el del test Roscharch, donde se le muestra al sujeto una serie de láminas con manchas amorfas, la mayoría en blanco y negro, algunas en color, preguntándole «qué ve allí». Las manchas son sin forma, ya lo hemos dicho, pero la gente «ve» desde una pareja de bailarines hasta mariposas, aviones en vuelo o una multitud de figuras sin orden ni concierto. Realmente, no hay una manera «correcta» de interpretar las manchas: es lo que cada persona cree ver lo que le interesa al psicólogo que hace la entrevista, porque esa manera refleja los procesos psíquicos del individuo.
Entonces, de alguna forma, es posible que las manchas indefinidas de los residuos de una vela derretida sirvan para el proceso de visualización del futuro, no porque realmente éste esté «allí» —en el resto de la vela— sino porque la concentración (y el deseo intenso de «ver algo») hace que las manchas de cera se comporten como las del test Rorschach. Pero, en este caso, con una particularidad: ya que se trata que en ellas el sujeto no ve lo que cree ver sino lo que su Potencialidad Parapsicológica le induce a hacerlo. O, para ser más precisos, la persona está percibiendo inconscientemente, por su latente clarividencia, premonición, retrocognición y hasta por telepatía lo que necesita saber, pero como es apercepción se hace a nivel inconsciente, para «darse cuenta» —es decir, hacer consciente— lo que está percibiendo necesita un «amplificador psíquico», un «soporte», una «muleta mental» sobre la cual apoyarse. Eso es la mancha de parafina.
La otra teoría es más compleja, y apunta a señalar que en la mancha de parafina realmente se forma claramente lo que se está viendo, como si los «hechos futuros» (que en realidad, desde el punto de vista del Esoterismo, ya existen en la forma de imágenes de los así llamados «Registros Akhásicos», es decir, en «estado cuántico») latiendo como «pulsiones» del inconsciente colectivo de la humanidad (del cual el Inconsciente individual de la persona que está encendiendo la vela es apenas una ínfima parte) «impregna» a través de la meditación u oración de ésta el residuo de aquella vela sobre la que está trabajando, en un proceso análogo al de la «ideoplastia» o «materializaciones del pensamiento», un fenómeno por demás conocido y estudiado por la Parapsicología.
Pero en lo personal comulgo más con la primera teoría, lo que por otra parte me explica cómo dos personas no pueden en ocasiones ver con claridad lo que en un residuo aeromántico es tan claro para una tercera, especialmente para el caso de lo que esta tercera persona ve tan nítidamente corresponde con lo que se desea saber o se ha de cumplir a posteriori.
Es más, cuando el residuo de las velas adopta formas tan evidentes que hasta parecen fraguadas ex profeso, creo que, otra vez, estamos en presencia de un fenómeno parapsicológico provocado por aquél o aquella que encendió la vela e hizo el pedido. La citada ideoplastia, la formación de figuras materiales por acción de la energía psíquica, explica contundentemente esta fenomenología.
Por Gustavo Fernández.
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