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El enigmático 3I/ATLAS, que alcanzará su punto más cercano al Sol en octubre de 2025, presenta anomalías que desafían su clasificación como cometa y abren un intenso debate científico sobre el contacto extraterrestre.
Un nuevo visitante de las profundidades del espacio se dirige hacia el interior de nuestro sistema solar, y su naturaleza es, por el momento, todavía incierta. Bautizado como 3I/ATLAS, este objeto interestelar se acerca a una velocidad relativa a la Tierra de 98 kilómetros por segundo, demasiado rápido para que cualquier cohete terrestre pueda interceptarlo. Sin embargo, no es demasiado rápido para un haz de luz. Esto ha planteado una pregunta tan fascinante como controvertida en la comunidad científica: ¿deberíamos enviarle un mensaje?
La idea, similar a iniciar una conversación en una «cita a ciegas» cósmica, se enfrenta a dos obstáculos fundamentales. Primero, la futilidad: si 3I/ATLAS es —como sospecha la mayoría— una roca helada, estaríamos hablando con una pared. Segundo, y más inquietante, el peligro: si alberga una inteligencia alienígena, nuestra señal podría ser percibida como una amenaza, provocando una respuesta violenta.
«A diferencia del famoso mensaje de Arecibo enviado en 1974 hacia un cúmulo estelar a 22.200 años luz de distancia, 3I/ATLAS está, en términos cósmicos, en nuestro patio trasero. Cualquier posible represalia no tardaría milenios en llegar; el objeto, o cualquier sonda que pudiera desplegar, podría alcanzar la Tierra en cuestión de meses, quizás para la Navidad de 2025», explicó el astrofísico Avi Loeb en su blog.
El radiotelescopio de Arecibo en Puerto Rico transmitió un mensaje de radio sobre la humanidad y la Tierra el 16 de noviembre de 1974 hacia el cúmulo globular de estrellas Messier 13.
Lo que impulsa este debate son las extrañas características de 3I/ATLAS. Su trayectoria retrógrada muestra una alineación casi perfecta con el plano de los planetas de nuestro sistema solar, un evento con una probabilidad de solo el 0.2 %. Además, su momento de llegada parece coordinado para un encuentro cercano con Marte, Venus y Júpiter, una coincidencia con una probabilidad aún menor, de apenas 0.0005 %.
Las observaciones físicas aumentan el misterio. El telescopio espacial Hubble ha detectado un brillo por delante del objeto, pero, a diferencia de un cometa típico, carece de la característica cola de gas y polvo por detrás. Los análisis espectroscópicos tampoco han encontrado evidencia de gas molecular o atómico.
La imagen del telescopio espacial Hubble de 3I/ATLAS del 21 de julio de 2025 muestra un brillo orientado hacia el Sol por delante del objeto y ninguna cola, como se observa a menudo en los cometas. Crédito: D. Jewitt et al/NASA/Wikimedia.
Esta falta de actividad cometaria recuerda al primer visitante interestelar conocido, Oumuamua, que también mostró una aceleración no gravitacional sin una cola visible. En aquel entonces, y ahora con 3I/ATLAS, algunos astrónomos proponen la explicación de un «cometa oscuro», un término que muchos consideran una contradicción para describir un objeto que se desvía de su curso sin la estela de gas que debería causarlo.
Los críticos de esta teoría argumentan que la etiqueta de «cometa» podría ser un intento de encajar fenómenos anómalos en categorías conocidas. Señalan casos históricos en los que la tecnología fue confundida con objetos naturales.
«El 2 de enero de 2025, el Minor Planet Center informó sobre un nuevo asteroide cercano a la Tierra. En menos de un día, retiró la afirmación cuando los astrónomos se dieron cuenta de que este asteroide sigue la órbita del automóvil Tesla Roadster, lanzado como una carga útil de prueba por SpaceX el 6 de febrero de 2018. Reconocer que este objeto no es una roca, sino un automóvil de fabricación tecnológica, requirió saber que SpaceX había lanzado un vehículo así. Sin ese conocimiento —como sería el caso de una sonda interestelar—, este automóvil habría sido catalogado, incluso hoy, como un asteroide rocoso», ejemplificó Loeb.
«Años antes, el objeto 2020 SO, que mostraba una extraña aceleración por la presión de la radiación solar, fue identificado como una etapa de un cohete de la NASA de 1966», añadió.
La lección es clara: el hecho de que los astrónomos llamen a algo «cometa» no significa que lo sea. Podríamos estar llamando «cebra sin rayas» a un elefante. Si una civilización avanzada quisiera estudiar nuestro sistema solar, podría enviar una nave nodriza que despliegue pequeñas sondas, las cuales, para nuestros telescopios, se verían como puntos sin cola de cometa pero con trayectorias anómalas.
Ante la incertidumbre, la estrategia más prudente es esperar y observar. El 29 de octubre de 2025, 3I/ATLAS alcanzará su perihelio, su punto más cercano al Sol. Si es un cometa natural, la intensa radiación solar debería provocar una erupción de gases y polvo, despejando toda duda. Por otro lado, si en ese momento ejecuta una maniobra inesperada, aprovechando el impulso gravitacional del Sol, tendríamos una fuerte evidencia de su naturaleza artificial.
Mientras tanto, el Proyecto Galileo, una iniciativa de Loeb dedicada a la búsqueda de tecnología extraterrestre, ha puesto a 3I/ATLAS en su punto de mira. Sus observatorios monitorearán el cielo en busca de cualquier Fenómeno Anómalo No Identificado que pudiera estar relacionado con el paso del visitante.
«En las citas a ciegas, es prudente observar a la otra parte antes de iniciar una conversación. Esperemos que nuestro encuentro con 3I/ATLAS sea tan aburrido como una cita con una roca helada... o tan inspirador como conocer al estudiante más inteligente de nuestra clase galáctica de civilizaciones avanzadas», concluyó el astrofísico.
Por MysteryPlanet.com.ar.
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