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Una nueva y exótica hipótesis intenta explicar el inusual tamaño y brillo del visitante cósmico, sugiriendo que su energía podría provenir de la aniquilación con el polvo del sistema solar.
Un reciente análisis del telescopio espacial Hubble sobre 3I/ATLAS, el último objeto interestelar detectado —de tres en total hasta ahora—, ha desconcertado a la comunidad científica y ha abierto la puerta a varias hipótesis sobre su naturaleza.
A diferencia de sus predecesores interestelares, 1I/Oumuamua y 2I/Borisov, que tenían radios de cientos de metros, 3I/ATLAS presenta un tamaño colosal. Los cálculos basados en su brillo sugieren un radio de entre 3 y 10 kilómetros. Estadísticamente, la probabilidad de encontrar un objeto rocoso de estas dimensiones proveniente del espacio interestelar es extremadamente baja, estimada en una vez cada 10.000 años o más.
El análisis de Hubble también reveló que la nube de polvo a su alrededor es muy tenue (10^{-4} gramos por centímetro cuadrado), lo que significa que la luz que observamos es principalmente el reflejo del sol sobre la superficie sólida de su núcleo. Esta luminosidad observada equivale a unos 10 gigavatios, una cifra que resulta difícil de explicar únicamente por la luz solar reflejada en un objeto tan grande y raro.
Ante esta anomalía, surge una pregunta radical: ¿podría 3I/ATLAS estar hecho de anti-átomos? Si así fuera, al entrar en nuestro sistema solar, su superficie aniquilaría las partículas de polvo zodiacal que encuentre a su paso.
«Un cálculo rápido revela un resultado fascinante: la energía liberada por esta aniquilación en un núcleo de 10 km sería de unos pocos gigavatios en forma de rayos gamma, una cifra sorprendentemente similar a la potencia lumínica que se observa», precisó el astrofísico Avi Loeb en una reciente nota donde plantea dicha hipótesis.
Esta energía de alta radiación, para ser visible, tendría que ser procesada a través de una densa capa de materia cercana a la superficie del objeto, creando una fotoesfera con una temperatura similar a la del Sol. Este proceso de calentamiento ocurriría principalmente en la cara frontal del objeto, en la dirección de su movimiento, lo cual permitiría distinguirlo del calentamiento solar, que iluminaría un costado diferente cuando 3I/ATLAS alcance su perihelio.
Esta hipótesis, aunque exótica, es científicamente comprobable. El proceso de aniquilación debería generar un residuo de rayos gamma y rayos X que podrían ser detectados por observatorios espaciales como el telescopio espacial de rayos gamma Fermi y el Observatorio de Rayos X Chandra. La comunidad científica espera que ambos telescopios apunten hacia 3I/ATLAS en los próximos meses para buscar esta firma energética única.
En un experimento llevado a cabo en 2011, el CERN logró atrapar átomos de antimateria por 16 minutos, suficiente tiempo para estudiar sus propiedades. Imagen: Átomos de antihidrógeno no atrapados aniquilándose en la superficie interna de la trampa del experimento.
«Si se detectara dicha emisión, estaríamos ante un descubrimiento que cambiaría nuestra comprensión del cosmos. La antimateria es increíblemente rara en el universo y, para la ciencia actual, producirla a gran escala es un desafío insuperable. El CERN, por ejemplo, necesita el costo de un kilogramo de oro para producir apenas una centésima de nanogramo. La existencia de un objeto natural de 10 km de antimateria o, en el escenario más especulativo, un artefacto tecnológico, sería revolucionario», concluyó Loeb.
Por MysteryPlanet.com.ar.
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