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Este paso por una región densa del espacio podría haber comprimido la heliosfera —la burbuja protectora que envuelve nuestro sistema solar— e incrementado la entrada de polvo interestelar, con posibles efectos sobre el clima terrestre y huellas en los registros geológicos.
Un equipo internacional de investigadores, liderado por la Universidad de Viena, ha descubierto que el sistema solar atravesó hace aproximadamente 14 millones de años la compleja región estelar de Orión, una zona activa de formación de estrellas dentro de la estructura galáctica conocida como la Onda de Radcliffe.
Los hallazgos, publicados en la revista Astronomy & Astrophysics, abren una fascinante conexión entre la astrofísica, la paleoclimatología y la geología.
«Imaginen al Sol como un barco navegando por mares con condiciones cambiantes», explicó Efrem Maconi, autor principal del estudio y doctorando en la Universidad de Viena. «Durante su travesía, nuestro Sol atravesó una región con mayor densidad de gas al pasar por la Onda de Radcliffe en la constelación de Orión».
La Onda de Radcliffe es una gigantesca estructura ondulada de gas interestelar y regiones de formación estelar (como Orión) que atraviesa parte del brazo local de la Vía Láctea, y que ha revelado una visión mucho más dinámica y compleja de nuestra vecindad galáctica. En esta interpretación artística, las nubes que conforman la estructura están resaltadas en rojo, y la ubicación del Sol está señalada con un punto amarillo. Crédito: Alyssa A. Goodman/Universidad de Harvard.
Gracias a datos de la misión Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA) y observaciones espectroscópicas, los científicos lograron determinar que el paso por esta zona se produjo entre hace 18.2 y 11.5 millones de años, siendo más probable entre 14.8 y 12.4 millones de años atrás. Curiosamente, este periodo coincide con la Transición Climática del Mioceno Medio, una etapa de enfriamiento global que dio origen a la configuración de grandes capas de hielo en la Antártida.
«La travesía coincidió con la formación de cúmulos estelares conocidos como NGC 1977, NGC 1980 y NGC 1981», señaló João Alves, astrofísico de la Universidad de Viena y coautor del estudio. «Esta zona es fácilmente visible en el cielo invernal del hemisferio norte y en verano en el hemisferio sur. Basta con mirar hacia la nebulosa de Orión (Messier 42): nuestro sistema solar vino de esa dirección».
Aunque la evidencia aún no es concluyente, el equipo sugiere que el polvo interestelar proveniente de esta interacción galáctica pudo haber alcanzado la Tierra, quizás dejando rastros de elementos radiactivos provenientes de supernovas.
«La tecnología actual podría no ser lo suficientemente sensible para detectarlos, pero con instrumentos futuros podríamos hallarlos», afirmó Alves.
Las estrellas principales de la constelación de Orión están conectadas por líneas azules rectas y algunas de ellas están etiquetadas con su nombre. La Nebulosa de Orión (M 42) está identificada con un cuadrado rojo. La imagen es una captura de pantalla de Stellarium, un planetario gratuito y de código abierto. Crédito: Efrem Maconi vía Stellarium.
No obstante, los investigadores advierten que esta transición climática no debe compararse con el cambio climático actual, ya que la del Mioceno se desarrolló durante cientos de miles de años, mientras que el calentamiento global moderno avanza a una velocidad sin precedentes debido a la actividad humana.
«Nuestro estudio plantea la posibilidad de que el polvo interestelar haya contribuido al cambio climático del pasado, pero para que esto fuera significativo, la cantidad de polvo extraterrestre en la Tierra tendría que haber sido mucho mayor de lo que indican los datos actuales», aclara Maconi.
Este estudio aporta una nueva pieza al rompecabezas de la historia reciente del sistema solar, ubicándolo en el contexto de su entorno galáctico.
«Somos habitantes de la Vía Láctea. Gracias a la misión Gaia, ahora podemos reconstruir el camino reciente del Sol a través del mar interestelar y compararlo con los registros geológicos y climáticos de la Tierra. Es realmente emocionante», concluyó Alves.
Los investigadores planean continuar explorando cómo el entorno galáctico influye en nuestro planeta, con nuevos estudios que podrían arrojar más luz sobre el impacto de las travesías cósmicas del sistema solar.
Fuente: U. de Vienna. Edición: MP.
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