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La comunidad científica mundial tiene la mirada puesta en el 29 de octubre de 2025. En esa fecha, el objeto interestelar 3I/ATLAS alcanzará su perihelio, el punto más cercano al Sol en su órbita, situándose a unos 203 millones de kilómetros de nuestra estrella. Este evento ha desatado una pregunta que, según el astrofísico Avi Loeb, podría definir el siglo: ¿asistiremos a la fragmentación de un cometa natural o a la activación de una avanzada tecnología extraterrestre?
Hasta el momento, los datos astronómicos no han revelado objetos pequeños claramente asociados a 3I/ATLAS. Las imágenes más recientes, captadas por la sonda ExoMars TGO de la Agencia Espacial Europea (ESA), muestran algunos rasgos tenues alrededor del objeto que los expertos consideran, por ahora, como probables artefactos de ruido. Aunque se monitorea constantemente, no se han verificado fragmentos que se hayan desprendido de su cuerpo principal.
El interés es máximo, ya que cualquier nueva actividad o la detección de objetos relacionados —ya sea desde los telescopios en la Tierra o desde las sondas en Marte— será crucial para descifrar su verdadera naturaleza. El Proyecto Galileo, por ejemplo, ya vigila la atmósfera terrestre en busca de cualquier fenómeno anómalo que pudiera estar conectado a su paso.
Según Loeb, existen dos posibles escenarios que explican lo que podría suceder en los próximos meses.
Imagen del cometa Shoemaker-Levy 9, captada por el Hubble el 17 de mayo de 1994. La imagen muestra una cadena de 21 fragmentos helados que se extiende a lo largo de 1.1 millones de km, desgarrada por la fuerza de marea de Júpiter. Crédito: NASA/ESA/STScI, H. Weaver y E. Smith.
El primero, y el más convencional, es que 3I/ATLAS sea un cometa de origen natural. Si este es el caso, a medida que se acerca al Sol, el intenso calor podría provocar su desintegración.
«El calentamiento solar hace que los hielos volátiles de su núcleo (como el dióxido de carbono o el agua) se sublimen, pasando directamente a estado gaseoso. Este proceso expulsa gas y polvo en chorros que pueden generar una tensión térmica y rotacional tan fuerte que el cometa, si su estructura no es lo suficientemente sólida, acabe rompiéndose en múltiples pedazos. Este fenómeno se ha observado antes, como en el famoso caso del cometa Shoemaker-Levy 9, que fue desgarrado por la gravedad de Júpiter en 1994», explica el astrofísico en un artículo.
«El segundo escenario es mucho más especulativo y fascinante: 3I/ATLAS podría ser una nave nodriza tecnológica. En lugar de desintegrarse por causas naturales, podría desplegar deliberadamente una flota de mini-sondas. Esta estrategia permitiría a una civilización avanzada explorar múltiples objetivos de manera simultánea y eficiente, ya que las sondas más pequeñas requieren menos energía para maniobrar», añade Loeb, quien utiliza una poderosa analogía, comparando el objeto con «una flor de diente de león que esparce sus semillas genéticas», en este caso, sondas portadoras de información o tecnología.
La respuesta a este enigma llegará pronto. Justo después de su máxima aproximación al Sol, durante los meses de noviembre y diciembre de 2025, 3I/ATLAS estará en una posición ideal para ser observado. La sonda JUICE (Jupiter Icy Moons Explorer) de la ESA tendrá la oportunidad de estudiarlo en noviembre, mientras que los observatorios terrestres de todo el mundo apuntarán sus lentes hacia él.
«Durante esas semanas críticas, el mundo observará si la bola de luz difusa se convierte en una estela de pequeños puntos luminosos —confirmando su naturaleza cometaria— o si, por el contrario, despliega objetos de manera controlada, un acto que redefiniría nuestro lugar en el cosmos», concluye Loeb.
Por MysteryPlanet.com.ar.
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