El triángulo geográfico

Le llaman el Triángulo de las Bermudas, aunque su forma no es triangular. Tiene como vértices, o al menos incluye entre sus límites tres puntos relativamente fijos, en el Atlántico Occidental: el archipiélago de las Bermudas, por el Noreste. Por el Sur la isla de Puerto Rico, si bien se considera que el Triángulo llega con su influencia muchos cientos de millas más al sur. Y, al Noroeste, la península de Florida.

bermuda-triangle

Sin embargo, esos límites parecen ser pulsátiles. Se extienden y se encogen alternativamente. Pero, en general, el área del Triángulo aparece delimitada por el torbellino lento y gigantesco que es la Corriente del Golfo, un río poderoso que se mueve cruzando el mar a una velocidad de alrededor de 6 kilómetros por hora. En la latitud 15 Norte confluyen las corrientes del Atlántico Sur con las del Noreste, y avanzan rodeando el Mar de los Sargazos, hacia el poniente.

Poco al Sur de Puerto Rico, una gran rama se desvía hacia el Norte, lame las costas orientales de Cuba y Florida y cobra rumbo Noreste hacia las Bermudas, reuniéndose con el curso principal que llega de la olla caliente que es el Golfo de México. Frente a las Bermudas, nuevamente se desprende un brazo de aquel río, que cobra curso Sudoeste hasta alcanzar la latitud 30 Norte. Allí se desvía al Sudeste, para recomenzar el remolino.

Dentro de esos límites, en un período de 26 años desde el término de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, hasta 1971, han desaparecido más de mil personas: se han esfumado como si un prestidigitador las hubiese escamoteado.

Más de un centenar de barcos y aviones han desaparecido en ese lapso de igual manera, en medio de una atmósfera transparente. De estas desapariciones no se ha podido recobrar ni un solo cadáver, ni un despojo, ni siquiera un fragmento de los barcos o de los aviones desaparecidos.

Por cierto, que nos estamos refiriendo únicamente a las desapariciones real y completamente inexplicables. Ha habido, además, en esa zona centenares de otros naufragios y pérdidas de aviones que podrían tener una explicación por causas naturales aunque éstas resulten alambicadas y llenas de una cantidad excesiva de “coincidencias”.

Aquí sólo nos referimos a las desapariciones que simplemente no tienen explicación posible; y que en algunas ocasiones, como en el célebre caso de la escuadrilla de cazabombarderos Avenger llamado “El vuelo 19” alcanzó ribetes alucinantes de horror y desconcierto.

Con este escándalo estalló ante el mundo la celebridad del Triángulo de las Bermudas.

El vuelo 19

Aviones Avenger, como los que desaparecieron en el "Vuelo 19".

5 de diciembre de 1945, el estado de ánimo en la Base Aeronaval de Fort Lauderdale, próxima a Miami, Florida, era de optimismo y buen humor tanto para los instructores de pilotos de combate como para los pilotos alumnos. La guerra había concluido con la victoria absoluta de los Aliados. Los Estados Unidos habían ratificado su condición de primera potencia absoluta en el planeta, y la sombra de la guerra parecía haberse disipado en un cielo tan puro como el que se abría ante sus cabezas: azul transparente, con escasa nubosidad. Una temperatura de 18 grados Celsius soportaba muy bien la brisa liviana del Sudeste cuya velocidad no sobrepasaba los 10 nudos. La visibilidad era excelente, el horizonte se marcaba con la precisión de un filo de bisturí.

A las 14:10 horas la escuadrilla despegó de acuerdo al plan de la misión: debía volar 300 Km. hacia el Este, hacer un ataque con torpedos contra un pontón blanco. Luego de una serie de maniobras de combate, una maniobra de fuga que los llevaría 75 Km. hacia el Norte. Finalmente el regreso a la base de Fort Lauderdale. El total de la misión equivalía, contando los ejercicios de combate, a unos 900 Km. de vuelo.

A las 15:15, faltando sólo 45 minutos para el término de la misión del “Vuelo 19”, cumplidas ya las tareas de combate, la Torre de Control de Fort Lauderdale esperaba la comunicación rutinaria sobre la hora de llegada de la escuadrilla. Recibieron en cambio una llamada sorprendente.

Era la voz del Teniente Charles Taylor, jefe de la escuadrilla de instrucción. Sonaba tensa, desconcertada, pero sin trazas de pánico.

Teniente: “FT-28 a Torre de Control. FT-28 a Torre de Control... Esta es una emergencia... FT-28 a Torre de Control, esta es una emergencia”.

Verificando el contacto por radio, el Teniente Charles Taylor continuó:

Teniente: “...Parece que hemos perdido el rumbo. No podemos ver tierra. Repito... no podemos ver tierra”-

Torre: “¿Cuál es su posición?”

Teniente: “No estamos seguros de nuestra posición. No podemos estar seguros acerca de dónde estamos. Parece que nos hemos extraviado...”.

Torre: “Tome el rumbo debido. Recto hacia el Oeste...”.

Teniente: “No sabemos en qué dirección esta el Oeste”.

La voz del Teniente Taylor comenzaba, paulatinamente, a dejar traslucir un enervamiento mayor.

Teniente: “Todo anda mal. Es extraño... No podemos estar seguros de ninguna dirección... Ni siquiera el Océano tiene un aspecto normal”.

La Base de Fort Lauderdale estableció por radio contacto con las demás bases de la costa sudoriental de los Estados Unidos, hasta la Base Langley, en Maryland, incluyendo la gran base de Cape Hatteras, solicitando información meteorológica o referente a cualquier fenómeno que pudiera inducir a la desorientación de los pilotos. El buen tiempo, “una tarde magnífica para volar”, cubría toda el área. Otros vuelos de instrucción se cumplían sin contratiempos, y vuelos de rutina, tanto militares como comerciales, se estaban efectuando sin novedad en zonas muy próximas a aquella donde supuestamente debía encontrarse la escuadrilla en estado de emergencia.

Mientras tanto, la frecuencia de radio destinada a emergencias se mantenía libre y abierta en forma continuada.

Dadas las distancias a las bases costeras, la escuadrilla habría debido recibir auxilio en menos de veinte minutos. Y ciertamente que eso lo sabían muy bien, no sólo Taylor, sino cada uno de los ocho tripulantes que lo acompañaban en la misión. Sabían también que esos excelentes aviones podían amarizar de emergencia sin sufrir grave daño personal.

¿Por qué, entonces, ni el Teniente Charles Taylor ni ninguno de los demás pilotos transmitió el mensaje salvador?

La desorientación debe haber sido extrema. Deben haberse visto imposibilitados para establecer contacto con sus goniómetros hacia las radio-balizas de la zona, abundantes y seguras como los faros.

Lo más significativo, es que hallan fallado los compases giroscópicos. A diferencia del compás magnético, que es muy sensible a cualquier interferencia del magnetismo, el girocompás se basa en un principio inercial giroscópico, que indica hacia el Norte como la brújula, pero no al Norte magnético sino al Norte verdadero, al Norte geográfico. Y lo hace así por la sencilla razón que la tierra gira hacia el Este.

La única manera que un girocompás deje de indicar con toda exactitud hacia el Norte, sería interrumpir la energía eléctrica que lo hace girar. Y la energía eléctrica no se había interrumpido, pues los motores seguían funcionando lo mismo que el radiotransceptor.

En Fort Lauderdale la alarma cundía con la perplejidad. La recepción radial se veía cada vez más interferida por ruidos de cargas estáticas intensísimas.

Y sólo habían pasado 15 minutos desde la primera llamada del Teniente Taylor, cuya sigla, como Jefe de Vuelo, era FT-28.

A las 15:30 en Fort Lauderdale lograron recibir –y grabar, como todo el resto de las transmisiones– el mensaje de uno de los aviones hacia otro, cuyo piloto era alguien llamado Powers, pidiéndole información sobre las indicaciones de su compás. Powers le respondió.

Piloto Powers: “No sé dónde estamos... Debemos habernos perdido cuando hicimos aquel último giro”.

La voz del Teniente Taylor reapareció en medio del bullicio de la estática, tratando de comunicarse con el Capitán Stivers, instructor del Vuelo 19, pidiéndole también información a base de los girocompases de éste. La respuesta de Stivers fue tajante:

Capitán Stivers: “Los instrumentos míos están locos. El altímetro no funciona. La mira parece desenfocada... Mis dos compases han dejado de funcionar... Procuren seguirme visualmente. Estoy tratando de hallar Fort Lauderdale... Estoy seguro que nos hallamos sobre los Cayos, pero no sé a que altura...”.

Otra voz en los transceptores de radio aconsejó volar rumbo Norte, tratando de guiarse por el Sol.

La voz que le respondió puede haber sido la de Powers, que acotaba:

Piloto Powers: “Pero si nada es normal... ¡Ni el Sol es normal ahora!”

El muchacho sí denotaba ya un verdadero miedo que, no obstante, lograba someter a fuerza de disciplina.

Capitán Stivers: “Acabamos de pasar sobre una pequeña isla. No sé cuál pueda ser. No hay más tierra a la vista”.

¿Es que estaban descubriendo islas donde no las hay?... En todo caso quedaba claro que no estaban sobre los Cayos y la escuadrilla completa habíase extraviado de verdad, puesto que no distinguían tierra.

A las 16 horas, los fragmentos captados mostraban desorientación completa. Ni siquiera sabían de cuanto combustible disponían. Ignoraban la hora. Cada girocompás indicaba un Norte diferente.

Con voz muy alterada se oyó:

Capitán Stivers: “Mayday... no sabemos dónde nos hallamos. Creemos estar a unas 225 millas al Oeste de la Base. Debemos haber pasado sobre Florida y encontrarnos sobre el Golfo. Intentaremos un cambio de rumbo de 180 grados para no alejarnos en exceso”.

A partir de ese momento las transmisiones fueron debilitándose rápidamente. Algunos fragmentos deshilvanados pero inquietantemente significativos pudieron todavía captarse a intervalos:

– “Parece que estamos entrando en agua blanca... completamente perdidos, Mayday... Mayday... respondan!”

A las 16:05 se hizo contacto con un nuevo avión, un poderoso anfibio Martin-Mariner, bimotor, con 10 tripulantes, preparado para amarizar y efectuar eficientemente cualquier misión de rescate a mar abierto. El potente aparato informó que, a 1.800 metros de altura, había fuertes vientos.

Fue el último mensaje que transmitió el avión de rescate. Se había sumado a la lista de la inexplicable desaparición.

La razón y lo antinatural

Si nos extendimos bastante en los capítulos anteriores ha sido para que el lector pueda apreciar lo extremadamente irracional de la desaparición de 6 aeronaves de guerra perfectamente equipadas para la supervivencia ante desastres naturales.

Uno de los portavoces oficiales de la Comisión Investigadora formada por el Pentágono para examinar este hecho, que fue un escándalo para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos, hubo de reconocer en conferencia de prensa:

– “Esta pérdida... se presenta como un misterio completo. Es el misterio más extraño que jamás ha investigado la Aviación Naval”.

Unos de los participantes, comandante de la Guardia Costera de la Marina de EE UU, admitió con lúgrube sinceridad:

– “¡No tenemos ni la menor idea sobre que demonios ocurre allí!”

Así informaba el diario de la época de Fort Lauderdale.

Y no era para menos. Conociendo la ruta a seguir por la escuadrilla, el área de rebusca era relativamente limitada. Se la recorrió palmo a palmo y nada de lo encontrado pertenecía a los 6 aviones y 19 aviadores desaparecidos. Las playas fueron revisadas minuciosamente con igual resultado.

En esa región de aguas claras y tibias, entre las islas más lindas del planeta, había ocurrido lo que un indio pielroja del Norte calificó como “la medicina mala de Wendigo”, refiriéndose al demonio legendario que se roba seres humanos y trineos, llevándoselos por los aires, volviéndolos invisibles, aunque los aterrorizados testigos puedan oír todavía sus voces de espanto que extrañamente se van volviendo delirantes, como si les embargara una euforia.

Como las últimas transmisiones del Teniente Taylor, captadas en Florida y guardadas en secreto durante más de veinte años hasta ser reveladas por el periodista Artie Ford:

“¡No vengan a buscarnos!... ¡No vengan a buscarnos!... Nos están llevando... exterior...”. Y la transmisión se perdió dejando una sensación desoladora de lejanía.

Como es natural, semejante misterio y el fracaso oficial por encontrar una explicación, desencadenaron diversas reacciones. Por lo pronto, el nombre Triángulo de las Bermudas pasó a ser conocido en todo el mundo. Y, sin embargo, un año antes, ya se había producido allí otra desaparición inexplicable.

Esta desaparición tuvo algunos caracteres especiales, según la refirió el Comandante Richard Stern, quién gobernaba uno de los siete grandes bombarderos pesados que el 19 de diciembre de 1944 volaba hacia Italia. El oficial relató que, a unos 500 Km. al Oeste de las Azores, durante un vuelo nocturno con tiempo sereno y cielo despejado, su bombardero fue súbitamente atrapado por una especie de turbulencia de terrible poder, con tanta violencia que hizo que la enorme aeronave diera una voltereta, en la que la tripulación salió disparada hacia el techo. Luego fue succionado hacia abajo, y sólo acelerando al máximo los cuatro motores, Stern logró estabilizar su bombardero a punto de estrellarse en el Océano. Temiendo tener averías, optó por retornar a su base en la costa norteamericana, donde se encontró con que sólo su avión y otro que también regresó por las mismas razones, habían escapado del inexplicable fenómeno. Los otros cinco bombarderos desaparecieron sin dejar ni un rastro.

El relato del Comandante Richard Stern señala taxativamente que el misterioso fenómeno de “turbulencia” se produjo sin transición alguna del más plácido vuelo a la vorágine incontrolable, como si una mano invisible se hubiera apoderado del avión. Igualmente, en cuanto estabilizó el aparato, el fenómeno desapareció, mostrando que se producía en un área muy pequeña y desconectada del resto del aire nocturno. Enfatizó que en ningún momento hubo otro signo de mal tiempo, y que ese tipo de turbulencia no correspondía a ninguna otra que él hubiera experimentado antes o estuviera descrita en los textos de meteorología. Stern opinó que le había parecido que se trataba de algo artificial, por completo distinto de las más extrañas corrientes naturales del viento.

Mapa de la zona del misterioso Triángulo.

Esta opinión del Comandante Stern ha sido corroborada posteriormente en forma oficial por la Marina de los Estados Unidos. El Capitán S. W. Humphrey expresa:

“No se cree que exista una aberración atmosférica en esta zona, ni que haya existido en el pasado. Los vuelos de escuadrillas de aviones y los patrullajes aéreos se realizan con regularidad en esta región sin que se hayan producido incidentes”.

El Cap. Humphrey confirma perfectamente lo detectable: no hay ninguna razón atmosférica. No hay causa natural alguna. Incluso, permanentemente, centenares de aviones y embarcaciones grandes y pequeñas cruzan la zona del Triángulo sin que “ocurran incidentes”.

Los “incidentes”, cuando ocurren, son por completo antinaturales.

Enfrentando el enigma

Ante lo antinatural queda el campo abierto para la imaginación y las fantasías más descabelladas. Con frecuencia, la ignorancia de observadores aficionados les lleva a sacar conclusiones absurdas y sostener teorías antojadizas.

Pero donde más confluyen las opiniones es en el campo de la perdida Atlántida y de los OVNIs. Y de estas suposiciones podemos decir que al menos presentan una serie de concordancias con los signos que se ha logrado recolectar en torno a las desapariciones y el destrozamiento de las naves.

Así, pues, la teoría de que se trata de coincidencias viene a resultar más irracional y arbitraria, más imposible de suponer que son los antiguos atlantes que sobreviven en el fondo del mar y que están haciendo trucos sucios con máquinas de tecnología super avanzada.

Muchos de los observadores más dedicados y mejor preparados coinciden en señalar que podrían producirse allí aberraciones ocasionales de tipo magnético suficientemente intensas como para alterar las conductas de las ondas hertzianas y de la misma luz, sin contar los efectos en materias mucho más densas como el aire y el agua... o los objetos sólidos de un aparato.

Lo que estos observadores no explican es la aparente ausencia de efectos de tales fuerzas magnéticas en el organismo humano. Las aguas del cuerpo humano deberían alterarse en forma equivalente a las del océano; si hay variaciones en su tensión superficial, el efecto orgánico sería muy intenso y seguramente podría provocar la muerte. Lo mismo ocurriría si hay interferencias eléctricas que alteraran la conductividad y la polaridad de la electricidad dinámica.

El geólogo alemán Otto Mucke, en su obra “La Atlántida” aporta pruebas científicamente consistentes en el sentido de que la célebre isla del Timeo platónico habríase situado en torno de las Azores, islas que corresponderían a las más altas cumbres del sector nor-oriente del “subcontinente” perdido.

La teoría de Mucke consiste en que un objeto venido del espacio exterior golpeó la superficie terrestre con suficiente masa y velocidad como para atravesar el océano, el fondo marino y los estratos sólidos inferiores abriendo un cráter que alcanzaba hasta el magma de materia fundida en el corazón del planeta. Por dicho cráter chisgueteó hacia fuera un aterrador chorro de lava a gran presión, liberando una energía superior a la de diez mil bombas de hidrógeno, que levantó una columna de humo y vapor de agua hasta la estratosfera. Esas aguas vaporizadas, siguiendo la rotación de la Tierra, habrían originado, al enfriarse, el Diluvio Universal. Asimismo, la lluvia de cenizas sobre el Atlántico habría cubierto vastas zonas del océano con masas de piedra pómez flotante, cuya aglomeración habría dado origen a las misteriosas “islas flotantes” mencionadas en tantas crónicas de navegantes antiguos.

Pero el efecto directo en la geografía fue la abollamiento del subsuelo oceánico, formando fisuras y grandes hundimientos. La plataforma continental americana muestra señas claras de hundimiento por la parte oriental y su correspondiente levantamiento por la parte occidental. Las altas y recientes cordilleras americanas, los Andes, muestran evidencias de haber emergido desde el nivel del mar. Asimismo, la suave pendiente del fondo marino en el Atlántico indicaría el hundimiento que seguiría la “abolladura” en la zona comprendida entre las Bermudas y las Azores.

La desgracia de los atlantes es que la parte abollada era precisamente la plataforma en que su “isla” reposaba. Aquel objeto del espacio exterior halló la forma de aniquilar la Atlántida, si es que era ella, sin provocar polución radiactiva.

El Triángulo de la Bermudas, así como la corriente del Golfo que entibia las costas de Europa, el Mar del los Sargazos y las misteriosas ruinas sumergidas, de antigüedad inconmensurable halladas en la zona, vendrían a ser efectos secundarios del hundimiento de la “isla” y del impacto de aquel poderoso objeto llegado del espacio exterior.

Testimonios de protagonistas

Fuera de los testimonios arrojados por las transmisiones del Vuelo 19 y por el comandante Richard Stern, hay otros testimonios que permiten acumular datos para describir mejor qué es lo que pasa, cómo se presentan las anormalidades.

El 7 de julio de 1964, la piloto comercial norteamericana Carolyn Cascio transportaba a un pasajero desde Nassau hacia la isla Gran Turco. El vuelo se efectuó sin novedad hasta que llegó el momento de aterrizar. En la Torre de Control recibieron la llamada de la joven piloto: “No puedo encontrar la ruta. Algo extraño ha comenzado a ocurrir. Sé que debo estar ahora mismo sobre Gran Turco, pero me encuentro por completo desorientada. Estoy dando vueltas por encima de dos islas que no conozco, y allí debiera estar Gran Turco. No hay nada en esas dos islas. Ni nada donde poder aterrizar”.

La muchacha mostraba gran presencia de ánimo, pero había realmente ansiedad en su voz cuando preguntó con cierto dejo de esperanza infantil: “¿Hay alguna manera de salir de aquí?”.

Numerosos observadores de Gran Turco testificaron que en esos momentos vieron un avión que daba vueltas y más vueltas, vacilante, por encima de la isla y sus hermosas construcciones. Súbitamente el avión dejó de verse u oírse. Carolyn Cascio, su pasajero y su avión, desaparecieron en la nada. Jamás se encontró rastro alguno.

En noviembre del mismo año, Chuck Wakeley, piloto de la Sunline aviation, de Miami, tuvo la siguiente experiencia: “Me encontraba a 2.500 metros de altura, a unos 90 Km. de Andros, volando rumbo a Nassau. Mientras me acercaba a las Bimini comencé a notar algo raro, una especie de resplandor muy débil sobre las alas... las alas parecían transparentes y de un color verde pálido, azulenco, cuando en verdad eran blancas. Durante unos cinco minutos el resplandor fue haciéndose más intenso, tanto que me encandilaba y me costaba ver los instrumentos. El compás magnético comenzó a dar vueltas. Todos los instrumentos comenzaron a comportarse de manera absurda. De pronto el piloto automático pareció dar un brinco haciendo que el avión diera un violento giro a la derecha. Tuve que desconectarlo...”.

El hombre describe en detalle la conducta de sus instrumentos que parecen “enloquecidos”. Agrega: “pronto el avión entero resplandecía con luz emitida por el avión mismo. Ahora las alas brillaban fuertemente con su color azul-verdoso y además parecían cubiertas de un vello resplandeciente”.

Según la descripción del piloto, su salvación se debió a que no trató de maniobrar. Desconectado el piloto automático, se fijo una recta y dejó que el avión volara. Al cabo de 15 minutos el brillo disminuyó hasta desaparecer. Entonces todos los instrumentos volvieron a la normalidad y pudo concluir su viaje sin novedad.

Completa su informe diciendo que son muchos los pilotos que han tenido experiencias semejantes, pero que nadie quiere hablar de ellas: “No es fácil hallar un buen trabajo de piloto comercial, ¿sabe? Uno no quiere arriesgarse a perder el empleo”.

Queda para el lector inteligente sintetizar los síntomas descritos por aquellas personas que estuvieron en una u otra etapa del proceso de “desaparición” o el de “destrucción”.

Testigos que han participado en las rebuscas de rescate han coincidido en referirse a “extrañas luces” en el mar, y a "grandes formas oscuras” bajo la superficie. También ha habido coincidencia en señalar que se suele escuchar una especie de trueno, a pesar de que el cielo esté por completo despejado. Hay varios testimonios de “grandes bolas de fuego lejanas”.

¿Será que las súbitas aberraciones, de corta duración, que con aterradora frecuencia se producen en el Triángulo de las Bermudas están dando signos de que allí hay un pliegue, una brecha entre nuestro universo y otro coexistente? Algunos creen eso.

Hace ya tiempo que los físicos modernos están estudiando los conceptos de “espacio”, y no se desdeña en absoluto la posibilidad de que el nuestro no sea el único “espacio” posible. Que nuestro espacio comparta una o más dimensiones con otros espacios que contienen sus respectivos universos. Y al compartir algunos elementos, podrían producirse aperturas impensadas. Aperturas “casuales” o provocadas por la inteligencia de seres tecnológicamente avanzados.

Los platillos voladores podrían quizás venir por esas brechas y no de otros planetas de nuestro mismo espacio exterior. O quizás los platillos voladores, o muchos de los fenómenos que consideramos como “OVNIs”, sean el efecto de turbulencias y alteraciones de la materia y la energía al traspasar de uno a otro espacio.

No queremos caer en la tentación de proponer soluciones al enigma. Buscar en él, pensar en él, es un desafío a la inteligencia y a la curiosidad, y a la ciencia.

(LAS SIGUIENTES LISTAS SÓLO CONTIENEN ALGUNOS DE LOS CASOS MÁS SIGNIFICATIVOS).

Barcos desaparecidos en el Triángulo de las Bermudas

El ROSALIE. Desaparecido en 1840 en la ruta de La Habana a Europa. Era un barco francés que fue encontrado abandonado en el interior del "Triángulo" navegando normalmente, con las velas desplegadas, con la carga intacta, pero había desaparecido toda la tripulación.

El MARY CELESTE. Desaparecido de la circulación el mes de Noviembre de 1872, después de salir del puerto de Nueva York. Fue encontrado el 4 de diciembre del mismo año en el Triángulo sin nadie a bordo. Era un bergantín que viajaba con 10 personas a bordo.

El ATLANTA. Desaparecido en enero de 1880. Era una fragata británica que iba de las islas Bermudas a Inglaterra. Desapareció con 290 personas a bordo muy cerca de las islas Bermudas.

El FREYA. Desaparecido el 4 de octubre de 1902. Era un gran buque alemán de tres palos que fue encontrado en el mismo mes de octubre cerca de Manzanillo, en Cuba, de donde había salido el día 3 de ese mes. Había desaparecido toda la tripulación.

El CYCLOPS. Desaparecido el 4 de marzo de 1918. Era un gran barco de aprovisionamiento de la marina norteamericana, de 150 metros de eslora y 19.000 toneladas de desplazamiento. Desapareció con 309 pasajeros a bordo sin lanzar mensajes de socorro. Navegaba entre las islas Barbados y Noorfolk cuando desapareció.

El RAIFUKU MARU. Desaparecido en 1924. Era un carguero japonés que navegaba entre las islas Bahamas y Cuba cuando desapareció. Pidió auxilio por radio.

El COTOPAXI. Desaparecido en 1925. Era un barco que hacía su ruta comercial entre Charleston y la Habana. Desaparecido cerca de Cuba.

El STAVENGER. Desaparecido en 1931. Era un carguero que se encontraba cerca de la isla Cat, en las Bahamas, cuando desapareció con 43 hombres a bordo.

El JOHN AND MARY. Desapareció en abril de 1932. Era un barco de dos palos que apareció navegando y sin nadie a bordo a 80 kilómetros al sur de las islas Bermudas.

El ANGLO-AUSTRALIAN. Desaparecido en marzo de 1938. Era un carguero que lanzó su último mensaje desde las islas Azores. Desapareció con 39 hombres a bordo.

El GLORIA COLITE. Desaparecido en febrero de 1940. Era un yate de Saint Vincent, en las Antillas británicas. Apareció sin nadie a bordo, pero con todos sus aposentos y cargamento en orden, estando a 320 kilómetros al sus de Mobile, Atlanta.

El RUBICON. Desaparecido el 22 de octubre de 1944. Era un carguero cubano que desapareció en el centro mismo del Triángulo. Posteriormente fue encontrado por la Guardia Costera norteamericana frente a las costas de Florida sin nadie a bordo, salvo un perro que fue mudo testigo del drama.

El SANDRA. Desapareció en junio de 1950. Era un carguero de 106 metros de eslora que viajaba de Savannah, Georgia, a Puerto Cabello, Venezuela. Iba cargado con 302 toneladas de insecticidas para las plantaciones. Pasó por el puerto de Augustine, en Florida y después desapareció con todo su cargamento y tripulación.

El CONNEMARA IV. Desapareció en septiembre de 1955. Era un yate privado que volvió a aparecer completamente solo, sin rastro de que hubiera pasado nada. Apareció a 640 Km. al Oeste de las Bermudas.

El MARINE SULPHUR QUEEN. Desapareció el 4 de febrero de 1963. Era un carguero de 130 metros de eslora que iba en ruta desde Beaumont, en Texas, a Norfolk, en Virginia. Desapareció, sin emitir ningún mensaje de auxilio, con toda su tripulación.

El SNO´BOY. Desaparecido el 1 de Julio de 1963. Era un pesquero pequeño, de solo 20 metros de eslora y con 40 pescadores a bordo. Iba en ruta de Jamaica a Cayo Nordeste cuando desapareció con toda su tripulación.

El WITCHCRAFT. Desaparecio el 24 de diciembre de 1967. Era una embarcación que efectuaba cruceros. Es uno de los casos más extraordinarios del Triángulo. Desapareció de repente con su dueño y un pasajero a bordo, mientras estaba atado a una boya de amarre frente al puerto y a tan solo 1.600 metros de Miami, en Florida.

El ANITA. Desaparecido en marzo de 1973. Era un carguero de 20.000 toneladas que estaba en ruta desde Newport News hacia Alemania. Desapareció en el Triángulo con 32 tripulantes a bordo.

El MILTON IATRIDES. Desaparecido en abril de 1973. Era un carguero que viajaba desde New Orleans a Ciudad de El Cabo cuando desapareció en aguas del Triangulo.

El TUXPAN. 22 de mayo de 1987, el barco carguero "Tuxpan", desapareció misteriosamente y sin dejar rastro. Fue buscado extensivamente por la Guardia Costera Mexicana durante 3 días, sin éxito alguno. El buque simplemente se desvaneció con 157 tripulantes, Vigías, Técnicos, y Capitán.

Aviones desaparecidos en el Triángulo de las Bermudas

1942
TBF Avenger: luego de partir de Cheery Point, NC en patrulla.
PBY Catalina

1943
TBF Avenger
Lockheed PV-1 Ventura
Lockheed PV-1 Ventura
PB4Y Privateer
PV-1 Ventura
PV-1 Ventura

1944

PBY Catalina
PB4Y Privateer
SBD-5 Dauntless
PBY-5A Catalina

1945
PBM Martin Mariner
Privateer
2 KC-135 Strato-Tankers
B-24 Liberator
Vuelo (o Patrulla) 19

1947
C-54

1948
Star Tiger
Into the Blue: The DC-3
NC16002 y N407D

1949
Star Ariel

1950
Grumman F6F-5 Hellcat
Grumman F9F-2 Panther

1952
Curtis C-46

1953
TV-2 Texan

1954
Vuelo 441

1956
Martin Marlin

1961
“Pogo 22” A SAC B-52

1962
Tyler 41 A KB-50 tanker
2 C-133 Cargomasters

1965
C-119 “Flying Boxcar”

1978
Fighting Tiger 524
Aero Comm. 680
Ted Smith 601
Cessna 172
Cherokee Arrow III
Beech Queen Air
Piper Navajo
Piper Chieftain
Piper Aztec

1979
Beech Musketeer
Beech E18s
Cherokee Arrow
Cessna 150J
Aero Comm. 500
Piper Aztec
Beech D50B
Piper Aztec

1980
Beech 58 Baron
Ercoupe 415D

1981
Beech Bonanza

1982
Piper Turbo Arrow
Beech H35
Piper Navajo
Beech Queen Air

1983
Cessna T-210-J
Cessna 340A

1984
Cessna 402B

1985
Cessna 337 Skymaster
Cessna Centurion
Piper Cherokee Lance
Piper Cherokee

1986
Piper Navajo
Twin Otter

1987
Cessna 402C
Cessna 401
Cessna 152

1988
Beech Queen Air

1990
Cessna 152
Piper Cherokee

1991
Piper Comanche
Grumman Cougar

1993
Cessna 152

1994
Piper Cherokee 6
Piper Aztec
Cherokee Warrior II

1996
Aero Comm. 500-B

1998
Piper Cherokee Archer

1999

Aero Commander 500

2000

Cessna 150

2002
Piper Pawnee

2003
Piper PA-32-300

Y estas listas de aviones y barcos desaparecidos seguro continuarán hasta que el misterio del Triángulo de las Bermudas sea resuelto...

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 1 comentario
Comentarios
May 21, 2014
0:31
#1 roberto:

la raza humana es un parásito que se está transformando en un virus... tiene que ser exterminado!
!!

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