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En los últimos tiempos, el pequeño Plutón ha acaparado la atención en el debate sobre qué debe ser un planeta y qué no. Ahora, un científico ha puesto en consideración el otro extremo de la cuestión y se ha preguntado qué tan masivo puede llegar a ser un planeta para que se lo rotule como tal.
En un artículo recién publicado en el Astrophysical Journal, Kevin Schlaufman, profesor asistente en el Departamento de Física y Astronomía de la universidad, dice que ahora es posible establecer un límite superior de masa a los planetas debido principalmente a las mejoras en la tecnología y las técnicas de observación astronómica.
Los avances han permitido descubrir muchos más sistemas planetarios fuera de nuestro sistema solar y detectar patrones sólidos que conducen a nuevas revelaciones.
Las conclusiones en el nuevo documento se basan en observaciones de 146 sistemas solares. «Los datos —aclara Schlaufman— son más consistentes de un sistema solar a otro y, por lo tanto, más confiables».
Definir un planeta, distinguirlo de otros objetos celestes, es un poco como reducir una lista de sospechosos criminales. «Una cosa es saber que estás buscando a alguien que mida más de 1.70 metros, otra es saber que tu sospechoso mide entre 1.70 y 1.90 metros», argumenta el astrofísico.
En este caso, los investigadores quieren distinguir entre dos sospechosos: un planeta gigante y un objeto celeste llamado enana marrón. Las enanas marrones son más masivas que los planetas, pero menos masivas que las estrellas más pequeñas. Se cree que se forman como las estrellas.
Durante décadas, las enanas marrones han planteado un problema para los científicos: ¿cómo distinguir las enanas marrones de masa baja de las de los planetas especialmente masivos? «La masa en sí misma no es suficiente para distinguir entre los dos», dice Schlaufman. «Se necesitaba alguna otra propiedad para trazar la línea».
En el nuevo argumento de Schlaufman, la propiedad que falta es la composición química del propio sol de un sistema solar. Dice que puedes conocer a tu sospechoso, un planeta, no solo por su tamaño, sino también por quien lo acompaña. Los planetas gigantes como Júpiter casi siempre se encuentran orbitando estrellas que tienen más hierro que nuestro sol. Las enanas marrones no son tan discriminatorias.
Los planetas como Júpiter se forman de abajo hacia arriba construyendo primero un núcleo rocoso que posteriormente se envuelve en una envoltura gaseosa masiva. Es lógico que se encuentren cerca de estrellas cargadas de elementos que forman rocas, ya que esos elementos proporcionan el material de semillas para la formación de planetas. No es así con las enanas marrones.
Las estrellas y enanas marrones se forman de arriba hacia abajo cuando las nubes de gas se colapsan por su propio peso.
La idea de Schlaufman fue encontrar la masa en la cual los objetos dejan de preocuparse por la composición de la estrella en la que orbitan. Así descubrió que los objetos más masivos que aproximadamente 10 veces la masa de Júpiter no prefieren estrellas con muchos elementos que forman rocas y, por lo tanto, es poco probable que se formen como planetas.
Por esa razón, y aunque es posible que los datos nuevos puedan cambiar las cosas, ha propuesto que los objetos que superan los 10 Júpiters en masa se consideren enanas marrones, no planetas.
Fuente: Phys.org. Edición: EP.
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