La tumba de este rey etrusco lucía como un platillo volador en una plataforma de lanzamiento sobre cinco pilones piramidales u obeliscos.

Izquierda: una de las tantas interpretaciones de la forma de la tumba (Orsini, B., 1791). Derecha: Lars Porsena (Promptuarii Iconum Insigniorum).

Pero antes de que los aficionados a los antiguos astronautas se emocionen, analicemos más sobre su legendario ocupante: Lars Porsena, regente de la ciudad de Clusio, de finales del siglo VI a.C., quien entró en conflicto con una incipiente Roma tras la revolución que derrocó a la monarquía en esta ciudad.

Tarquinio el Soberbio, último rey de Roma, que era de origen etrusco, apeló a Porsena, para acabar con la república romana temprana, y este accedió a ayudarle. Se presentó con su ejército a las puertas de Roma, y en este punto, hay divergencia en las fuentes históricas.

Una historia cuenta que, durante el asedio de Roma, un joven romano llamado Cayo Mucio se coló en el campamento etrusco con la intención de asesinar a Porsena. Sin embargo, cuando entró en presencia del rey, no pudo distinguirlo de su secretario, que vestía de manera similar. Por desconocimiento, Mucio apuñaló al secretario y luego trató de huir. Inmediatamente fue capturado por los etruscos y llevado ante Porsena.

Según la corriente principal, incluido Tito Livio, Porsena, impresionado por la brava resistencia que presentaron los romanos, optó por la paz y se retiró. Según otras fuentes, en cambio, atacó y capturó la ciudad, y los etruscos sólo pudieron ser expulsados con posterioridad.

En cualquier caso, ninguna fuente sugiere que Tarquinio el Soberbio pudiera recuperar el trono. Si Lars Porsena consiguió conquistar Roma, fue en su propio provecho.

Una tumba gigante para un personaje gigante

Es casi una obviedad que un monarca y jefe militar de semejante fuste recibiera una sepultura acorde, y en este caso parece llenar todos los casilleros para una ciclópea maravilla antigua.

Así describe el mausoleo Marco Varrón, citado por Plinio el Viejo:

Porsena fue enterrado debajo de la ciudad de Clusio, donde había construido un monumento cuadrado de piedras talladas. Cada lado tenía trescientos pies [c. 90 metros] de largo y cincuenta [c. 15 metros] de alto, y debajo de la base había un laberinto inextricable, del cual nadie que se aventure sin una pista de hilo podría encontrar la salida.

Sobre este edificio cuadrado hay cinco pirámides, una en cada esquina y otra en el centro, cada una con setenta y cinco pies [c. 22 metros] de ancho en la base y ciento cincuenta pies [c. 44 metros] de altura. Estas pirámides son de forma tan estrecha que sobre todas ellas se apoya un globo de bronce y un petaso, de donde las campanas están suspendidas por cadenas. Hacen un tintineo cuando son agitadas por el viento, como se hacía en tiempos pasados ​​en Dodona.

En este globo se asientan otras cuatro pirámides, cada una de 100 pies [c. 30 metros] de altura, y sobre ellas hay una plataforma sobre la que hay cinco pirámides más, cuya altura Varrón se avergonzaba de mencionar. Las fábulas etruscas registran que es igual al del resto de la estructura.

¿Pero por qué no hemos escuchado más sobre esta majestuosa tumba? La primera razón es que esta estructura, de unos 200 metros de altura en total —más alta que la Gran Pirámide (139 metros en la actualidad)—, fue supuestamente destruida junto con la propia Clusio en el 89 a.C. por el general romano Cornelio Sila.

Intrigado por los laberintos subterráneos, Jean-Jacques Lequeu (1757-1826) imaginó aquí la legendaria tumba del rey etrusco Lars Porsena que se construyó alrededor del 500 a.C. La escala del monumento es evidente por las minúsculas figuras debajo de los árboles. En la parte superior izquierda hay una representación de una moneda romana acuñada en España; Lequeu interpretó su diseño como el mítico laberinto del rey cretense Minos. A la derecha, proporcionó un compendio de laberintos antiguos basado en descripciones de Heródoto y Plinio, así como en literatura de viajes contemporánea.

La segunda es que justamente lo citado sobre estas líneas es la única referencia histórica que existe sobre la misma. Además, nunca se ha encontrado ningún rastro de ella, y los historiadores generalmente consideran el relato de Varrón como una exageración grosera en el mejor de los casos.

Otros, como Angelo Cortenovis (siglo XVIII) propusieron que no solo existió y fue una tumba, sino que también una máquina para conducir rayos.

Mausoleo de Lars Porsena comparado con la altura de la Gran Pirámide.

Representación del laberinto subterráneo.

Y es que, después de todo, aunque compleja no es una construcción imposible. Y nadie puede dudar que se levantó un magnífico sepulcro para Lars Porsena, el poderoso caudillo militar, cuyo nombre sembró el terror en Roma, y cuyas victoriosas armas, de no ser por su propia magnanimidad, podrían haberla barrido del mapa de Italia.

Tal vez, cierto resentimiento romano pudo ser la causa principal de que, posteriormente, el mausoleo de Porsena fuera destruido y desaparecieran algunas referencias del mismo... al menos de la superficie. Porque el intrincado laberinto bajo la estructura aún puede estar ahí, oculto por muchos metros de tierra en el centro de Italia y esperando que alguien lo descubra y entre en él.

Referencias:

Por MysteryPlanet.com.ar.

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 2 comentarios
Comentarios
Sep 10, 2021
20:28
#1 HORACIO:

DESCONOCIA EL MONUMENTO.....Y SU HISTORIA....!

Reply to this commentResponder

Sep 10, 2021
20:32
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