Eran conocidos por su amor al vino. Pero, ¿cómo sabía realmente un vaso de vino en la época romana?

Estudios anteriores habían documentado el amor de los romanos por el vino, que era fermentado, almacenado y envejecido en las dolia (plural para dolium). Sin embargo, hasta ahora, poco se sabía sobre la apariencia, el olor y el sabor de este líquido.

«Hemos examinado el papel de estos recipientes de terracota en la vinificación romana y su impacto en la apariencia, el olor y el sabor de los vinos antiguos», señalaron los autores del nuevo estudio, liderados por el Dr. Dimitri Van Limbergen de la Universidad de Gante, Bélgica.

Al comparar las dolia con vasijas de producción de vino similares llamadas qvevri —que todavía se utilizan en Georgia hoy en día—, fueron capaces de determinar que varios factores influyeron en el vino romano, incluyendo la forma, el material y el almacenamiento del recipiente.

Dolia en Ostia Antica.

Desde el punto de vista de la forma, la base estrecha de estos recipientes impide que los sólidos de la uva entren en exceso en contacto con el vino durante su proceso de envejecimiento. Según los expertos, este diseño contribuye a prolongar la longevidad del vino y le confiere un «hermoso color naranja».

Simultáneamente, al enterrar las dolia en el suelo, los romanos lograban controlar la temperatura y el pH del vino. Esta práctica propiciaba la formación de levaduras en la superficie y la generación de un compuesto químico denominado sotolón, el cual otorgaba al vino un característico sabor picante y aromas de pan tostado y nueces.

Al enterrar las dolia en el suelo, los romanos habrían podido controlar la temperatura y el pH del vino. Crédito: D. Van Limbergen et al, Antiquity.

A diferencia de los contenedores industriales de hoy en día, que son de metal, las vasijas de arcilla de los romanos eran porosas, permitiendo la oxidación durante el proceso de fermentación.

«El contacto incontrolado con el aire convierte el vino en vinagre, pero la oxidación controlada puede dar como resultado grandes vinos, ya que concentra el color y crea sabores agradables a hierba, nuez y frutas secas», explicaron.

Además, esta arcilla rica en minerales habría dado al vino una «sensación de sequedad» en la boca, que los investigadores sugieren podría haber sido deseable para los paladares romanos.

Crédito: D. Van Limbergen et al, Antiquity.

En general, los hallazgos sugieren que los romanos sabían lo que estaban haciendo cuando se trataba de la bebida predilecta del dios Baco.

«Lejos de ser simples recipientes de almacenamiento, las dolia eran contenedores precisamente diseñados cuya composición, tamaño y forma contribuían al exitoso proceso de producción de diversos vinos con características organolépticas específicas», concluyeron los autores del estudio publicado en Antiquity.

Fuente: DM. Edición: MP.

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