Un corto documental estrenado hace poco en Netflix cuenta sobre la búsqueda de 30 años de John Shepherd, un autodidacta de la electrónica que intentó contactar con inteligencias extraterrestres enviando mensajes y música al espacio.

John Shepherd.

A mediados de los 1960s, cuando era un chico que vivía en el Míchigan rural, John Shepherd comenzó a ingeniar maneras de establecer contacto con formas de vida extraterrestre. «Fue alrededor de la época cuando salió la serie The Outer Limits en la televisión», detalla. «Recuerdo estar fascinado por la idea de construir de alguna manera mi propios instrumentos científicos para explorar el misterioso fenómeno que es la vida extraterrestre».

En 1972, desde la sala de estar en la casa de sus abuelos, hizo la primera transmisión de una serie de pulsos electrónicos hacia las estrellas en lo que él mismo bautizó como Proyecto STRAT (acrónimo en inglés para Investigación y Rastreo de Telemetría Especial). Pronto se volvería una labor que le ocuparía gran parte de su vida y la de sus abuelos, quienes se hallaron viviendo en medio de una gran cantidad de instrumentos, incluyendo osciladores de canal dual, tubos de rayos catódicos, pantallas gigantes para monitorear las señales entrantes y un transmisor de baja frecuencia.

A pesar que tenía poco dinero, se las arreglaba con sobrantes en ventas militares y lo que podía obtener en una tienda de electrónica de la cercana ciudad de Traverse.

30 años en 16 minutos

Este mes, Netflix ha estrenado un intrigante corto llamado Jhon buscaba un contacto extraterrestre, que más temprano este año ganó un premio como mejor corto documental en el festival de Sundance. Filmado, editado y dirigido por Matthew Killip, hijo del reverenciado fotógrafo británico Chris Killip, condensa tres décadas de búsqueda en unos 16 mágicos minutos.

«Quería contar su historia de manera concisa, pero manteniendo algo del misterio intacto», dice Killip. «John es un sujeto maravilloso pero hay algo enigmático y cauto sobre él que quizás surja de su dificultosa infancia. Intenté balancear esa narrativa con su extraordinaria obsesión, que yace en algún lugar entre los reinos de la ciencia y el arte marginal. Cuanto más pienso lo que hizo, más me parece como una elaborada performance artística de 30 años».

En los 1970s, la obsesión de Shepherd atrajo intermitentemente la atención de los reporteros locales. En 1989, tuvo sus 15 minutos de fama a nivel nacional cuando apareció en The Joan Rivers Show. En YouTube, uno puede verlo a él, un joven de cabello largo y barba, entre dos ufólogos explicando su misión a una anfitriona escéptica que le hace notar que, tras muchos años de intentar, los extraterrestres no habían respondido a ninguna de sus llamadas. Ante esto último, la respuesta fue: «Al igual que un artista continúa pintando a pesar de no haber vendido sus pinturas, yo continúo construyendo equipos y trabajando en ideas».

Para entonces, con la ayuda de los ahorros de su abuela Irene, Shepherd había construido un espacioso laboratorio de dos pisos junto a la casa. «Mientras que mi cuerpo estaba en la comunidad local, mi mente estaba en el espacio y en otros reinos, viajando a través del cosmos», cuenta.

«Cada tanto la gente que pasaba por la noche en sus automóviles veía las luces y se estacionaba para mirar. Tal vez ellos habían visto un episodio de The Outer Limits también y se preguntaban qué estaba sucediendo. Incluso recuerdo a gente que pensaba que habíamos construido un sistema espía ruso».

En el retrato que hace Killip del protagonista, emerge su alma sensible, su consciencia de ser diferente a los demás y a la vez uno con el todo. En el corto se toca brevemente sus primeros y problemáticos años de vida —un padre que lo abandonó y una madre emocionalmente distante—. «Las cosas fueron duras al principio», le cuenta al director. «Mi abuela sintió pena y me llevó con ella». A los 12, Shepherd se dio cuenta que era gay, lo que, reconoce fue algo más bien complicado para el área rural de la Míchigan de los 1960s.

«La mayoría de lo que hice fue autodidacta, pero mi abuelo, quien había trabajado como fabricante de herramientas en Detroit, me ayudó a menudo con cosas prácticas. Pero fue mi abuela, pienso, quien compartía mi interés en asuntos más exóticos. Ella definitivamente tenía el sentimiento por ello y trajo un montón de inspiración a mi vida». (De hecho, Irene murió en 1988 y el filme está dedicado a ella).

Shepherd construyó transmisores y receptores con materiales de descarte. Crédito: Matt Killip

En un momento de emotiva autorreflexión, Shepherd compara el viaje de su vida con uno donde se tiene que recorrer «un solitario camino montañoso». Eso cambió cuando conoció a su compañero, John Litrenta, en 1993, con quien ahora vive una vida tranquila en una casa frente al lago, entre dos pueblos.

En 1998, por falta de fondos, se desmanteló todo el equipamiento para contactar a los extraterrestres y fue puesto en un almacén, donde permanece hasta hoy en día. «Esto es lo que queda, los restos del pensamiento. Lo extraño, realmente lo hago, pero guardé todo. Es como una colección de hermosos objetos, esperando allí», dice en el documental.

A continuación, el tráiler oficial:

Si estás leyendo esto desde tu dispositivo móvil y tienes instalada la app de Netflix, puedes ver directamente el filme documental haciendo CLIC AQUÍ.

Fuente: The Guardian. Edición: MP.

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 1 comentario
Comentarios
Ago 30, 2020
23:16

Interesante su vocación.

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